En el libro España en el comercio marítimo internacional (siglos XVII-XIX), editado por la Universidad Nacional de Educación a Distancia de Madrid, se consigna que un envío de piezas armamentísticas despachado en Cádiz en 1754 recién llegó a su destino en el Nuevo Mundo en 1766. En pleno siglo XXI, el mismo tiempo le llevó al libro El lugar de Piglia llegar desde el Viejo Continente a las librerías montevideanas, que hasta hace unos días lo exhibían en sus mesas de novedades, a pesar de haber sido editado en 2008. Mientras tanto, alrededor del misterioso camino de las rutas comerciales internacionales sucedieron muchas cosas, entre otras la muerte del propio Ricardo Piglia, ocurrida en los primeros días de 2017. Nada de eso, sin embargo, empaña el carácter de artefacto prodigioso que ostenta este particular y pesado volumen, editado por el escritor tarraconense Jorge Carrión y que incluye textos de autores mayoritariamente argentinos y españoles.
Lector/Lectores
Además de un finísimo escritor, que convirtió un puñado de obsesiones concernientes al propio oficio en tema y estilo de su obra, Piglia fue un muy atento lector. Todos sus libros, sus entrevistas y sus clases incluyen escenas de lectura, variaciones del enfrentamiento de un lector con un libro y, a partir de ahí, innumerables posibilidades de comunicación. Esa relación personalísima del lector con lo que lee es la clave y el núcleo central de los tres volúmenes que componen Los diarios de Emilio Renzi –Los años de formación (1957-1967), Los años felices (1968-1975) y Un día en la vida (1976-1982)–, que con sus dos últimas entregas, editadas de forma póstuma, se constituyen en la obra principal del escritor, nacido en Adrogué en 1941.
Aunque por razones cronológicas Los diarios... no son reseñados en la extensa sección que El lugar de Piglia le dedica al análisis de todos los libros del escritor argentino (con especial atención a las novelas Respiración artificial, La ciudad ausente y Plata quemada), son mencionados en varios pasajes del volumen e, incluso, en la última página, al terminar la extensa entrevista que Carrión le hizo en Barcelona en 2006. Allí, Piglia cuenta que siempre ha estado imaginando el momento de la publicación de su diario (que empezó a llevar a los 16 años), pero que aún no se decide a encerrarse en un hotel con todos los cuadernos, leerlos, transcribirlos y editarlos. En este punto, El lugar de Piglia preanuncia lo que sería la titánica labor final de Piglia, en sus dolorosos años últimos, cuando la esclerosis lateral amiotrófica (ELA) que lo terminaría matando fue reduciendo de forma gradual sus movimientos, pero sin lograr detener el trabajo de corrección de sus diarios, tal como lo registrara el cineasta Andrés di Tella en la película 327 cuadernos, estrenada en 2015.
Diálogo/Cine
El lugar de Piglia se organiza en cinco secciones cerradas, autónomas, que abordan diversos aspectos de su obra crítica y ficcional. La primera parte (“Piglia y sus precursores”) presenta cinco abordajes al corpus pigliano a partir de la relación del autor de El camino de Ida con Witold Gombrowicz, Juan Carlos Onetti, la gauchesca (un ámbito con el que, en principio, uno creería que un novelista de ambientes urbanos como Piglia no tendría mayor contacto), Rodolfo Walsh y algunos narradores rusos del siglo XIX.
La segunda sección (“El lugar de Saer”) establece una serie de interesantes conexiones entre Piglia y el autor santafecino, considerado por muchos críticos “el escritor argentino más importante después de Borges”, con todo lo que eso implica para bien y para mal. El nombre de la sección es el de la conferencia que Piglia dictó en Barcelona en 2006, al año siguiente de la muerte de Juan José Saer, y constituye una sólida muestra de su condición de crítico. En un lenguaje preciso, con una argumentación inobjetable, Piglia desmonta el estilo de Saer (el espacio de sus ficciones, su trabajo con la descripción y la percepción del tiempo) y da en el blanco mismo del proyecto literario del autor de Glosa y Nadie nada nunca, entre tantas, demasiadas, buenas novelas: “El tono personal, inconfundible, de la prosa de Saer reside, me parece, en que la narración tiende al presente, es decir, tiende a la lírica”.
El tercer apartado del libro, central en su propia organización y, también, el más interesante, se denomina “Piglia y el cine”, y está ocupado por una larga entrevista que le realizara el cineasta rosarino Emiliano Ovejero (la entrevista homónima junto a la película Macedonio Fernández, narrada y coescrita junto con el director Andrés di Tella, acompañan en un DVD el libro). La entrevista es un viaje a la pasión cinéfila de Piglia, a sus obsesiones por ciertas películas revisitadas una y otra vez con el paso de los años –Out of the Past (Jacques Tourneur, 1947), Vértigo (Alfred Hitchcock, 1958), Histoire(s) du cinéma (Jean-Luc Godard, 1997-1998)– y también a su trabajo como guionista en un puñado de títulos que incluye la adaptación de El astillero, de Onetti (David Lipszyc, 2000).
La cuarta sección (“Afterpiglia”) es la más ecléctica y olvidable. Se trata de una recopilación cronológica de análisis de casi todos sus libros, en la que conviven textos de cuidada factura crítica (firmados por Martín Prieto, Juan Villoro y Juan Gabriel Vázquez, entre otros) con olvidables reseñas fechadas, en su mayoría, alrededor del año 2000, que fue cuando el grueso de la obra de Piglia desembarcó en España, de la mano del sello Anagrama.
Cierra el libro la sección “Piglia en Barcelona”, ocupada por la entrevista que le realizara el editor del volumen, en la que el argentino repasa diversos aspectos de su obra, siempre en el tono coloquial y didáctico de todas sus apariciones públicas.
A pesar de su tardía circulación en nuestro medio, El lugar... es un libro bienvenido y necesario para acompañar los sucesivos viajes al planeta Piglia, ese objeto sideral que brilla con luz propia en medio de una galaxia saturada de chatarra espacial.
El lugar de Piglia. Crítica sin ficción. Edición de Jorge Carrión. Barcelona, Candaya, 2008. 456 páginas.