“El otro fenómeno del confinamiento del que no se habla: el regreso de los ex”. Cuando el dramaturgo argentino Santiago Loza leyó esta nota de El País de Madrid, hace sólo dos semanas, decidió transformar ese regreso en una puesta artística. Así nació Amor de cuarentena, un nuevo texto de este consagrado dramaturgo que hace tiempo resuena en nuestro medio, con obras como La mujer puerca, He nacido para verte sonreír, Nada del amor me produce envidia y El mar de noche.

Uruguay será el primer país que estrene esta obra (luego le seguirán Ecuador, Argentina y España) dirigida por Ximena Echevarría, en la que los espectadores deberán elegir una actriz o un actor para que le envíe mensajes de Whatsapp durante dos semanas, en los que irá reconstruyendo un vínculo amoroso imaginario. Los que están a cargo de esta experiencia de intimidad compartida serán Victoria Rodríguez, Ignacio Cardozo, Noelia Campo, Leonor Chavarría, Germán Weinberg, Gustavo Saffores, Delfina Martínez y Rogelio Gracia. Las entradas (a 350 pesos por RedTickets) se compran para comenzar un miércoles o un sábado, se elige al actor que contará esta historia (y al que no podrá responder sus mensajes), y así comenzará a ser parte de este espectáculo.

La directora contó a la diaria que a partir de esta noticia, que hablaba sobre la particularidad de que muchos estaban volviendo a tratar de contactarse con sus ex parejas, Loza comenzó a escribir una historia en entregas, para que los espectadores la recibieran en distintos capítulos. “En nuestro caso, decidimos trabajar el texto a partir de la cotidianidad; acercarlo a algo que se pueda volver real, y que así el mensaje sea espontáneo y se aleje de la idea del radioteatro”, apuntó Echevarría.

De este modo, los actores ingresarán al universo del espectador, apelarán a un nuevo dispositivo escénico que contribuya a sobrellevar la cuarentena, a la vez que asumirán un desafío, con una estrategia creativa que se aleja de la copresencia. “Son las formas de reinventarse que tiene el arte”, dijo, y comentó que en Implosivo Teatral (su espacio de formación junto con Weinberg) comenzaron a dar clases virtuales desde el primer día de la cuarentena preventiva, cuando antes pensaba que esto era algo inviable, sobre todo por lo que implica la presencia física de los cuerpos. “Uno se va reinventando y va generando mucho material audiovisual, que, cuando vuelva la presencialidad, debemos pensar cómo abordar y utilizar a nuestro favor. Más allá de las posibles transformaciones, las emergencias sanitarias ya no nos agarrarán tan desprevenidos desde lo artístico,” advirtió.

Sobre el modo de trabajo, planteó que desde Implosivo siempre apuntan a un intercambio constante con el actor, algo que se volvió central en Amor de cuarentena. En esta historia compartida, ella se enfocó en que cada uno aportara su impronta. “Por algo, los espectadores eligen a determinado actor o actriz para que les cuente la historia. Seguramente estén buscando algo, se sientan atraídos por determinada cuestión, les genere curiosidad, o les interese porque ya lo vieron trabajar”.

Durante el proceso, a los actores les permitió que trabajaran con libertad, que fueran modificando el texto para llevarlo “a lo más profundo de ellos mismos, apelando a la música, las imágenes, las referencias culturales con las que se identificaran, así después, juntos, comenzábamos a seleccionar”. Y por eso, dijo, la obra “parte desde un lugar muy personal del artista, más que de algo ficcional”.

Para la directora, esta es una historia coral que se transforma en una entrega muy personal. “Al comparar las ocho historias reconocés el texto, porque es el mismo, pero cada uno lo vuelve tan propio, que son ocho historias distintas, con otras músicas e imágenes que van interfiriendo y conduciendo hacia otros lugares íntimos y personales”.

Echevarría reconoce que esta fue una confirmación de su modo de trabajo, ya que los actores debieron explorar su mundo para enriquecer el espectáculo. “En este caso, fue como si ellos defendieran sus historias de amor. Que defiendan a un personaje desde ese lugar es maravilloso”, admite, y cuenta que los eligió apuntando a distintos perfiles, personalidades y modos de trabajo, para que así el espectador también contara con distintas opciones a la hora de elegir al artista. A la vez que se potenciaban “las personalidades, los mundos por contar”.