Decía que sus padres lo llamaron Federico porque nació mientras moría García Lorca, que había dirigido más de 80 veces la 5ª sinfonía de Beethoven y que, en los ensayos, todavía le encontraba detalles nuevos. Que llegó a grabar la primera versión de “Lo que vendrá”, con Astor Piazzolla, en un estudio de la calle Tristán Narvaja, además de haber tocado con Nat King Cole, Dizzy Gillespie, Gato Barbieri y Kenny Clarke. Tal vez otros prefieran recordar sus grabaciones con Alfredo Zitarrosa, como “Romance para un negro milonguero”, o la Cantata del pueblo; las Musicasiones, con Eduardo Mateo; la Camerata de Tango, junto con Manolo Guardia; o sus comienzos jazzísticos con los Hot Blowers, el grupo en el que se encontraron Ruben Rada, Hugo Fattoruso y Osvaldo Fattoruso, Cacho de la Cruz, Daniel Bachicha Lencina y Federico García Vigil, el maestro que falleció este miércoles a los 79 años, luego de un ataque al corazón, mientras jugaba un partido de tenis.
A lo largo de su carrera se movió, sin reparos, entre la música académica y la popular. Fue docente, compositor y director de orquesta. Estuvo al frente de la Orquesta Sinfónica de Montevideo (1985-1990), la Filarmónica (1993-2008) y orquestas de varios países (Colombia, Venezuela, Estados Unidos), además de ser catedrático de Dirección Musical en la Escuela Universitaria de Música.
Desde el comienzo, en paralelo a su formación académica desarrolló un germinal vínculo con la música popular. En ese rumbo, en los 60 participó en recordadas puestas teatrales, como las míticas Libertad, libertad (estrenada en El Galpón en 1968, con la dirección de César Campodónico, el día en que Jorge Pacheco Areco impuso las medidas prontas de seguridad), en la que, durante una temporada, tocó como contrabajista en la primera pieza, acompañado por la guitarra de Mateo; o Fuenteovejuna, de Lope de Vega (1969, versionada por Antonio Taco Larreta, por la que ganó un premio Florencio). Entre sus últimos trabajos, en 2013 estrenó la ópera Il Duce, compuesta por él y con libreto de Carlos Maggi y Mauricio Rosencof, dedicada a Benito Mussolini y su regreso del infierno.
“Hoy es más habitual el cruce entre la música popular y la académica, pero desde aquel entonces Federico fue un abanderado: como gran instrumentista de jazz en sus comienzos, y como un destacado contrabajista y compositor de tango. De hecho, mientras estuvo en Camerata, antes de retirarse para irse becado a París, en 1970, él y Manolo Guardia eran los que llevaban la impronta estética”, cuenta a la diaria el director y compositor Fernando Condon. Para él, García Vigil fue un maestro que lo apadrinó en varios momentos de su carrera (en sus 40 años de trayectoria ya cuenta con cientos de composiciones para puestas teatrales, rubro en el que comenzó impulsado por el director de orquesta).
“Cuando volvió de Francia estaba proscripto por la dictadura y tenía prohibida la entrada, por ejemplo, al teatro Solís. Eduardo Schinca lo invitó para hacer El burgués gentilhombre (1981), pero debió hacerla escondido en el teatro e inventarse un seudónimo para firmarla (Michel Depres). Al año siguiente, Júver Salcedo lo convocó para hacer Un tranvía llamado deseo, en la sala Verdi, con Estela Medina, pero como ya lo habían descubierto, tuvo que pedirle la firma a un conocido. Enseguida se fue a Venezuela, donde estuvo en el sistema de orquestas infantiles y juveniles, y cuando volvió, en 1984, creó la primera orquesta infantil-juvenil”, cuenta. De su extensa carrera, recuerda cuando inauguró su cargo como director de la Orquesta Sinfónica con su famosa Gala de tango.
“Se movía con gran propiedad. Y tenía, además de una gran formación, un enorme talento y una intuición infalible”, dice, convencido de que ese fue uno de sus mayores atributos. Entre sus hallazgos, destaca su rol docente, sostenido por “un cuerpo teórico que no era el más habitual y académico, pero con el que obtenía grandes resultados; hoy todos los jóvenes o no tan jóvenes que están en la vuelta pasaron por él, incluyéndome, porque acá no había una escuela de dirección”.
La de Federico García Vigil fue una trayectoria que comenzó con un grupo de jazz y concluyó con una ópera, un gesto que, para Condon, evidencia su capacidad para “moverse con placer y convicción en todos los campos”.
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