En medio de una economía recesiva y un mercado incierto, las editoriales independientes uruguayas intentan adaptarse al nuevo contexto, resguardando su lugar de resistencia y su apuesta a la diversidad: frente a una crisis que puede favorecer aún más la concentración editorial, las alianzas y el diálogo entre los sellos se volvió un nuevo modo de enfrentar el vendaval del coronavirus.
Con la sustentabilidad en riesgo, la industria independiente intenta sobrevivir manteniendo su calidad, aplazando la publicación de novedades y trabajando en forma conjunta con las librerías. Las voces de cada uno de los sellos que se incluyen en esta nota evidencian las nuevas propuestas y trazan un panorama del presente, posicionándose frente a los variables hábitos de consumo cultural.
Para el editor de Banda Oriental, Alcides Abella, la situación es, al menos, compleja. Plantea que 80% de las librerías están cerradas, “sobre todo las de los shoppings, que son las que realizan las ventas más significativas, además de que el Correo Nacional recién retomó las entregas a fines de abril, y se ha cortado la cadena de pagos”. Aun con dificultades, la editorial se encuentra retomando las entregas de la colección Lectores y la revista infantil La Mochila en todo el país.
Entre las alternativas para atenuar el impacto, Banda Oriental, Fin de Siglo y Hum-Estuario hicieron un acuerdo con la distribuidora Gussi y un gran conjunto de librerías: con la compra de uno de sus ejemplares se incluye un segundo libro de regalo, y 10% de esa compra se destina a CanastasUY.
“No está claro si en estos días la gente optó por la lectura. En nuestro país, a juzgar por los comentarios de prensa, pareciera que internet y las series en el cable tuvieran mucho más peso”, indica Abella.
Por eso, para Martín Fernández, editor de Hum-Estuario y director de la librería Lautreamont, a quienes “hay que cuidar es a los libreros, para salvar más que nunca al intermediario”, al que considera sus “aliados de siempre, aunque a veces estén invisibilizados”. El editor no cree que la cuarentena genere nuevos lectores, pero sí que es “una buena oportunidad para que la literatura dé batalla a los soportes audiovisuales; que en la poltrona no haya controles remotos sino libros”.
“El mes de perplejidad fue abril”, reconoce, confiado en que durante mayo el panorama sea distinto. “Las cuentas en la editorial están saneadas y gozamos de buena salud, pero el problema es que no sabemos cuándo se acomodará esta historia y hay que mantener el barco a flote”, admite. En esa línea, al comienzo del confinamiento la editorial lanzó Autores en cuarentena: la voz de los que escriben, 30 videos de autores nacionales que apuntaban a fomentar la lectura, y luego, con el apoyo de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación, continuó con 60 audios de narrativa y poesía en la voz de sus creadores.
“La respuesta natural es juntarnos, pero la realidad es que hoy por hoy cada uno tiene la cabeza en sus propios problemas, y lograr que desaprezca el ‘sálvese quien pueda’ es difícil. Con Banda Oriental y Fin de Siglo compartimos un mismo distribuidor, y por eso es con quienes resulta más sencillo generar propuestas como la del 2x1, con la que triangulamos entre nuestros catálogos, gracias al apoyo que siempre nos brinda Gussi”.
Estefanía Canalda, de Fin de Siglo, cuenta que, luego de un freno desde mediados de marzo, la editorial está retomando con cautela el trabajo presencial, si bien todavía existe mucha incertidumbre. “Hasta que la venta de libros no se estabilice y vuelva a niveles similares a los de antes (aunque ya venía en declive) será difícil proyectar un buen caudal de publicación de nuevos libros”, indica.
Para la editora, si bien el trabajo conjunto puede amortiguar un poco la situación, “el impacto sigue siendo enorme”. “Creo que lo primero que hay que destacar es que los escritores, como tantos otros artistas, han tenido la reacción de compartir contenidos, de hacer videos, de grabar audiocuentos; en fin, de poner el hombro para que la gente se sienta un poco menos sola durante el confinamiento. Eso me parece importante. Y en cuanto a las librerías, si bien el impacto ha sido tremendo, tuvieron rápidamente el reflejo de adaptarse a la situación implementando otros canales de venta”.
Comunidad de lectores
Julia Ortiz y Alejandro Lagazeta cuentan que en la editorial Criatura trabajan para adaptarse al nuevo contexto, sobre todo “pensando en cómo es publicar un libro ahora”, sabiendo que no pueden mantener la misma dinámica que en las circunstancias habituales. Y agregan que, al observar lo que sucede en la región, no pueden más que acompañar los nuevos escenarios: “Por ejemplo, es la primera vez en siete años que no tendremos un stand en la Feria del Libro de Buenos Aires, que estaría ocurriendo ahora mismo. Pero la feria trata de reinventarse con propuestas virtuales, como las otras grandes ferias del mundo, que son puntos de encuentro, reconocimiento y fortalecimiento de los vínculos entre los participantes del mundo editorial”.
Como no están seguros de que esta situación estimule necesariamente la lectura, lanzaron la campaña #EmpezaUnLibro, “para llamar la atención sobre el libro como barricada contra la avalancha audiovisual”, luego de advertir que, al comienzo de las medidas de emergencia, la información y la desinformación circulaban con un ritmo frenético. Cuando el libro, en cambio, “tiene otra velocidad, que se va adaptando a tus tiempos y a tus inquietudes. Sólo hay que saber encontrar el libro justo para cada persona y cada momento. Las editoriales tratamos de ser ese puente: en ese sentido, tenemos claro que las librerías son nuestras principales aliadas, y trabajamos con ellas en todo momento, no sólo en este contexto enrarecido.” Cuentan que, justo antes de la crisis de la covid-19, lanzaron una edición especial para librerías de Estokolmo (1998), de Gustavo Escanlar, “pensando exclusivamente en un cambio de tapa para regalárselo a los libreros y libreras, con la idea de reconocer su valor en la cadena cultural”, ya que prefieren “pensar acciones adaptadas a cada caso y no tanto en medidas globales”. De todas formas, reconocen que el impacto de esta situación todavía es difícil de medir, porque “aún no se ha llegado al momento crítico”.
Los escritores Dani Olivar y Gonzalo Baz, creadores del sello Pez en el Hielo, se enfrentaron a un nuevo aprendizaje: cómo continuar haciendo libros en un momento en que la mayoría de los circuitos de distribución están cerrados o a media máquina. “Contamos con la ventaja de haber nacido en un contexto que, desde el arranque, prescindió de los circuitos tradicionales y tuvo que pensar colectivamente cómo distribuir lo que hacemos”, dicen, ya que la editorial es parte del colectivo Sancocho, que surgió a partir de ferias autogestionadas e intercambios directos con los lectores. “Hoy seguimos por ese camino, utilizando las redes y apelando a la comunidad de lectores con la que compartimos desde el comienzo. Vamos a las casas de la gente, distribuimos en bicicleta, nos movemos de la misma forma que siempre. Y recibimos el apoyo de las personas que iban a las ferias o nos seguían por redes sociales. La venta en librerías siempre fue algo suplementario, aunque claramente nos afecta”, plantean.
Polémica por libros más vendidos
Ayer, la Cámara Uruguaya del Libro (CUL) difundió los libros más vendidos de abril, y el ranking (los diez títulos más vendidos corresponden a los grupos editoriales Penguin Random House y Planeta), con 80% de las librerías cerradas, generó molestias en el sector.
El presidente de la CUL, Álvaro Risso, dijo a la diaria que, frente al nuevo panorama, muchas librerías reforzaron sus ventas online y lanzaron promociones. “El hecho de que en abril los shoppings y las cadenas estuvieran con casi todos sus locales cerrados generó una baja importantísima en la facturación, porque la venta presencial es insustituible. Pero durante el mes la venta online fue importante”, sostuvo. Y explicó que la medición se realiza “a partir del número de ejemplares efectivamente vendidos en las principales librerías del país”.
En comparación con los meses de marzo y abril del año pasado, varias fuentes indican que las editoriales nacionales cayeron 35% (en varios casos, advierten que la caída podría haber sido mayor sin las compras que realizó la Intendencia de Montevideo para incluir en sus canastas de alimentos). En el rubro de librerías, plantean que las ventas de las pequeñas y medianas cayeron un promedio de 30%, y las cadenas casi 70%. Sin embargo, en la interna el panorama es muy heterogéneo, ya que en abril hubo librerías que facturaron 10% de lo que vendían habitualmente mientras que otras no bajaron su facturación.
En este contexto, Martín Fernández, editor de Hum-Estuario, culpa de “falta de honestidad intelectual” a la CUL. “La CUL no nos representa: están sacando un ranking vergonzoso de los libros más vendidos con 80% de las librerías cerradas”. Y eso, advierte, “es un bochorno”.
El lugar independiente
Lagazeta y Ortiz observan que, a partir de situaciones de crisis, han surgido resistencias, estrategias para sobrevivir, nuevos proyectos: “Las editoriales independientes siempre hemos jugado un rol de resistencia. Un rol que implica la defensa de la bibliodiversidad y la libertad de criterios”, y por eso, en este contexto “no hay por qué pensar que el público lector se volcará a las propuestas de las grandes empresas”.
“Los independientes siempre estuvimos a la intemperie”, expone Fernández, y agrega que, “como buenos kamikazes”, son los que más se pueden arriesgar. En este contexto, para Canalda, las diferencias entre los grandes grupos y las editoriales más pequeñas son, al menos, dos: “El colchón económico que tienen las empresas trasnacionales les permite lidiar con una crisis de estas dimensiones”, y, por otro lado, “tienen implementados otros mecanismos de distribución y venta”. La editora coincide con Lagazeta y Ortiz al reconocer que las independientes son cruciales para la bibliodiversidad, para promover y difundir nuevos autores, nuevas miradas, nuevos estilos. “En el contexto actual”, dice, “es probable que eso peligre; que, ante la crisis, para mantenerse a flote sólo sea posible apostar a lo seguro, a los autores ya consagrados”.
Desde Banda Oriental, Abella también considera que el sector independiente es la gran apuesta a la diversidad cultural: “Autores jóvenes, temas locales, reediciones claves pero que no tienen que ser grandes éxitos de venta son parte de lo que históricamente hemos aportado. Y, por supuesto, en estos 60 años de Banda Oriental, estamos orgullosos de un catálogo en el que están la historia, la literatura, la sociedad, el arte, la economía de nuestro país”.
Los editores de Pez en el Hielo no dudan del rol que cumplen estas editoriales: fomentar la diversidad tanto en los catálogos como en los modos de distribución. “Pez distribuye a todo el país a pulmón; vamos hasta cualquier barrio a llevar un libro. Nuestra economía siempre fue precaria, y hay algo de la militancia que la gente valora mucho en momentos de crisis: basta ver cómo la Feria de editores en Buenos Aires explotaba de gente el año pasado. Nosotros nos sentimos parte de ese movimiento latinoamericano de editores que buscan algo más que el rédito económico”.
Dicen que, si bien sienten afinidad con librerías como El Castillo Vagabundo, La Lupa, Librería Montevideo o Lautreamont, también están presentes en emprendimientos de mayor tamaño, siempre y cuando los libreros le presten atención a lo independiente. Al analizar este escenario, reconocen que, por un lado, “las grandes multinacionales sufren el cierre de cadenas” en las que tienen presencia mayoritaria, como las que se encuentran en los shoppings, y, por otro, “las editoriales y librerías más pequeñas tienen otras dificultades: sobreviven aquellas que tienen una infraestructura y un fondo como para montar un sistema de distribución a domicilio o venta online. Las todavía más chicas la pelean. En ese sentido hay una mayor concentración”. En cuanto a la realidad en la que se encuentra el sello, cuentan que los circuitos que fueron creando durante estos años “están funcionando más que nunca”. Y si bien no pueden organizar ferias, “los lectores de editoriales pequeñas siguen atentos” a lo que publican, y todos los días les llegan encargos.
El rol del Estado
Las políticas de Estado vinculadas a los planes de lectura y al fomento del libro son parte de una discusión necesaria, dicen. “Algunas de las editoriales que formamos parte de Sancocho creemos que sería importante que hubiera fondos de edición y otras prefieren mantenerse al margen”. Aunque creen que, de implementarse, “dependerá mucho de qué funciones se atribuyan”, por ejemplo, al Instituto Nacional del Libro (uno de los artículos del proyecto de ley de urgente consideración dispone la refundación de ese instituto, bajo la órbita de la Dirección Nacional de Cultura), y de quiénes estarán al frente. “En nuestro caso, nos ocupamos más por hacer posible la autogestión; esa es nuestra idea desde siempre. La Cámara Uruguaya del Libro no ha jugado un papel en ese sentido, porque responde a las empresas más consolidadas, las que dominan el mercado. No hay una apuesta a la bibliodiversidad. Si el Instituto del Libro va a actuar de la misma forma, no va a cambiar nada. Seguiremos leyendo lo mismo de siempre”.
Por otro lado, Fernández propone que “apelar a que existan políticas que nos den de comer e intentar facturar con ellas sería dejar de ser independientes: empezaríamos a pensar qué venderles a los que tienen los fondos. Nunca dependimos de compras estatales y vaya si estaría bien que se incentivara la lectura de autores nacionales para adultos, que es nuestro fuerte”, señala. En ese sentido, subraya el aporte que destinó la Intendencia de Montevideo (IM) a los sellos locales, comprando títulos para el abastecimiento de las bibliotecas municipales y para ser distribuidos con las canastas de alimentos, como parte del programa #MiLibroEnCasa, que alcanza a editoriales y escritores.
El editor de Hum también se refiere a la biblioteca País, del Plan Ceibal, “que a fin de año adquirió por primera vez bastante material para adultos, aunque el consumo de ese material es muy lento, lo que muestra a las claras que es un nicho que comercialmente es flojo”. Fernández no cree que el Estado deba subvencionar, pero sí proteger; “hace unos días escuché que se estaba evaluando bajar la cuota de música nacional en las radios, cuando ese tipo de proteccionismo sí es importante”.
Canalda estima que el regreso del Instituto del Libro sería vital, y, en la misma línea que Fernández, destaca “la rápida respuesta de la IM, al destinar un millón de pesos a la compra de libros publicados por editoriales uruguayas, y a la producción de videos de lectura hechos por los propios autores; en Argentina, por ejemplo, el Ministerio de Cultura destinó 47 millones de pesos a la compra de libros para bibliotecas populares. Da la impresión de que hace mucho que en Uruguay no hay una construcción sólida y sistemática de políticas públicas destinadas a la industria nacional del libro”, advierte.
Si bien desde Criatura plantean que no trabajan pensando en políticas de Estado, “sino en la sostenibilidad” de sus propuestas por los lectores, reconocen que la creación de “buenos planes nacionales de lectura” es fundamental para garantizar el acceso al libro a toda la población, y para “arraigar los hábitos lectores en edades tempranas”. “No vamos por el lado de asistir directamente a la industria con exenciones genéricas del tipo impositivas u otras, sino, por el contrario, mediante acciones específicas, como podría ser una política que favorezca la circulación interna del libro, reduciendo costos de paquetería, tanto en el Correo Nacional como en acuerdo con empresas privadas, promoviendo la internacionalización de la industria, al dar facilidades a las librerías para los envíos al exterior”. Lagazeta y Ortiz no creen que sea imprescindible la nueva instauración del instituto, como sí “la dinamización de las estructuras ya existentes”. Para ellos, “el foco del Estado debe estar en un concepto de educación que valore al libro y las competencias lectoras”, y que “garantice el acceso por medio de una red fuerte de bibliotecas públicas”.
Por su parte, Abella apunta a que el Estado debe valorar el rol de las editoriales nacionales en lo que tiene que ver con la construcción cultural de un país y, por ende, apoyar su desarrollo. “Es, con ligeras variantes, lo que se hace en toda América y Europa”, observa.
En el inestable y cambiante campo de la edición independiente, tal vez la mayor preocupación no sea el presente sino el futuro: cómo responder a las inquietudes de lectores ansiosos por nuevas historias; cómo mantener sus proyectos, al margen de los éxitos de venta y el poder del mercado.
Recomendaciones libreras
Mientras esperan a que se recomponga la cadena de librerías y estudian nuevas formas de promoción, desde Banda Oriental recomiendan tres títulos: La doble ausencia, de Javier Núñez, una premiada novela realista que integró la última colección Lectores, y dos adelantos que se editarán durante junio y julio: Mariano Arana. Pasión por Montevideo, en el que el ex intendente recorre la capital junto con el escitor Horacio Cavallo (a cargo de los textos) y el fotógrafo Carlos Contrera, y Crónicas de nuestro tiempo. Nuevas miradas del presente 1989-2019, una mirada diversa sobre los últimos 30 años desde el ámbito cultural, económico, histórico, artístico, periodístico y demográfico.
La casa editorial Hum-Estuario se está adaptando al nuevo panorama, y en estos días se encuentra promocionando el lanzamiento gratuito, en formato .epub, de la nueva novela de Leandro Delgado (Elecciones internas). Para esta ocasión recomienda tres inéditos que están en puerta: La Insumisa, una novela de Cristina Peri Rossi; el ensayo Días de blues, de Fernando Peláez; y la reedición de Mateo y Trasante, de Daniel Figares, con fotografías de Enrique Abal y dibujos inéditos de Eduardo Mateo.
El sello Criatura debió postergar la edición de Ana contra la muerte, el texto de la obra de Gabriel Calderón que estaba a punto de estrenarse, y se encuentra trabajando en la edición de la próxima novela de Federico Ivanier. De los títulos más recientes, recomiendan El mar desde la orilla, de Alicia Migdal, “un texto breve y exquisito de una autora estupenda que llevaba diez años sin publicar”, y No daré hijos, daré versos; sobre Delmira Agustini, de Marianella Morena, “una obra de teatro que capta la irreverencia de la figura de Delmira y la planta” frente al lector.
El día que se declaró la cuarentena preventiva, Pez en el Hielo recibía los 500 ejemplares de su nuevo libro, Todas esas cosas que siguen vivas, el primer poemario de Leonor Courtoisie. Hoy sus editores lo eligen entre sus recomendados, junto a la novela Papeles suizos, de José Arenas.
Si bien debieron posponer los lanzamientos, y el primer libro de 2020 recién se editará en un par de semanas, entre sus novedades, Fin de Siglo destaca Pez de acuario, de Juan de Dios Caballero, una novela que transcurre durante los últimos días de vida de un uruguayo exiliado en Noruega. Como dice Mercedes Rosende en la contratapa: “Un hombre se va a matar. Y aunque haya una mirada amarga y desencantada, de soledad, de rutina y hastío, algo en la voz del narrador, un humor sutil redime su proyecto de suicidio de caer en la solemnidad”. Como segunda recomendación, la editora rescata uno de los títulos con los que cerraron el año pasado, Cien agujeros de gusano, de Gustavo Alzugaray: “Perfectamente escrita, con un estilo originalísimo, de ritmo febril y con un humor ácido que no perdona nada, la primera novela de Alzugaray transcurre entre el Palacio Municipal y los bares montevideanos, entre Gardel y el fútbol de la ‘época de oro’, con un grupo inolvidable de jóvenes en el centro que bien podrá quedar como uno de los mejores retratos de lo que fue (y es) la generación 83 en las letras uruguayas”.
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