El estreno estaba previsto para octubre de 2020, pero por las razones mundiales de público conocimiento se pospuso para el primer semestre de 2021. Hablamos de Bajofondo, reinventar la música, el documental a cargo del director uruguayo Federico Lemos, que todavía se está rodando.
Su contacto con el grupo binacional de tango electrónico fue un largo trecho, a partir de ir trabajando con varios de sus integrantes. En 2012, cuando estaba terminando el documental 12 horas, 2 minutos, que aborda la historia de un paciente que espera un trasplante de corazón, se contactó con Luciano Supervielle para que compusiera la música del proyecto. Luego se acercó a Juan Campodónico, que creó la banda sonora –junto con Jaime Roos– de Jugadores con patente (2013). Así las cosas, Lemos se empezó a plantear trabajar con el argentino Gustavo Santaolalla, líder y cabeza creativa de Bajofondo, ya que si bien siempre admiró mucho su trabajo, antes lo veía como algo “inalcanzable”.
Entonces, lo contactó para Gonchi (2015), el documental sobre el piloto uruguayo Gonzalo Rodríguez, pero Santaolalla no pudo poner sus manos en la música porque tenía la agenda ocupada, y le recomendó que trabajara con Gabriel Casacuberta, otro integrante de Bajofondo. “Ese fue el camino natural que se dio: me fui haciendo amigo de cada uno de ellos y fue cada vez más fácil acceder a Gustavo, porque en definitiva él sabía que sus compañeros estaban trabajando en la banda sonora de distintas películas y siempre terminaban trabajando conmigo”, cuenta Lemos, que en entrevista con la diaria ahondó en los detalles del proyecto que lo tiene ocupado hace un par de años.
¿Escuchabas la música de Bajofondo antes de encarar el documental?
Nunca fui un fanático del grupo, pero respetaba su música y me gustaba muchísimo. Durante mi juventud trabajé muchos años como DJ, tengo un oído bastante amplio y me gusta mucha música. Por supuesto, Bajofondo es uno de los grupos que consumía en ese momento y me gustaba, pero no era el fan número uno de la banda. No me acerqué por fan o por ganas de conocer al grupo, sino por respeto a cada uno de sus integrantes y por el conocimiento de lo que habían hecho antes de formar Bajofondo, porque también sabía la historia de cada uno de ellos.
¿Cuándo se disparó la idea de hacer el documental?
Una de las veces que vino Bajofondo a tocar a Uruguay me invitaron a cenar. Me junté con ellos y Casacuberta le dijo a Gustavo –con la anuencia de Campodónico y Supervielle– que yo era la persona ideal para hacer una película sobre la banda. Gustavo se comunicó conmigo para ofrecerme esa posibilidad en diciembre de 2017, que es cuando empezó este proyecto.
¿Qué fue lo que te transmitieron? ¿Por qué hacer un documental sobre Bajofondo?
A lo largo de su carrera habían tenido varios intentos fallidos de proyecto documental. Bajofondo lleva casi 20 años y es un grupo bastante atípico, porque no es el tradicional que se junta, convive y tiene grandes y largas giras. Fijate que en 20 años sacaron solamente cinco discos, y se juntan cada tres o cuatro años porque sus integrantes viven en distintas ciudades y países: dos en Los Ángeles, tres en Buenos Aires, uno en San Juan y cuatro en Montevideo. Entonces, al estar tan alejados unos de otros y a su vez cada uno con su propia carrera musical, se hace cada vez más difícil que se encuentren y salgan de gira. Pero hay cierta magia en esos encuentros, cuando vuelven para tocar o trabajar en un disco, que para ellos está intacta. Por eso les parecía una buena oportunidad, luego de casi dos décadas, y con una banda que ha cambiado muchísimo en todos los aspectos, intentar hacer una recopilación de su carrera y un documental que reflejara la evolución musical y el reinventar de la música.
El documental se basa en entrevistas con los músicos y en el registro de una gira. ¿Qué otros pilares tiene?
Se conforma de tres bloquees. Por supuesto que está la charla, la entrevista y la convivencia con cada uno de ellos, en distintos momentos y actividades en sus países, para conocerlos más de cerca. El segundo bloque es la convivencia con la banda. Tuve la oportunidad de hacer la última gira con ellos en Uruguay, Argentina y Chile, durante casi un mes. Viajé y vi las instancias de backstage, de recitales, y el reencuentro, que era lo que más me interesaba. También hay un pilar muy fuerte de la película que se sostiene con el archivo, porque es una banda que filmó cada uno de los casi 20 años de su carrera. Al tener tanto archivo hay una fascinación particular para mí como documentalista, de buscar, investigar, descubrir y analizar. Trabajé los momentos de quiebre de la banda, el paso del tiempo, cuando se transforman en padres, los momentos de discordia, de separación, los conflictos y, de alguna manera, también la evolución musical.
¿Qué fue lo que más te llamó la atención al compartir un mes de gira con ellos?
Eso de que es una banda poco tradicional. Si consumís algún documental sobre bandas ves que hay ciertas dinámicas de la cultura rock, de convivencia, de salir después de un concierto, que en Bajofondo no se da tanto. Es una banda bastante introspectiva, solitaria; a pesar de ser un grupo, cada uno tiene su mundo y su forma de ver el mundo, de vivir y relacionarse. En eso queda muy marcado el Río de la Plata, que los une y los divide, y hace que se note en la convivencia. El argentino es más extrovertido, más pasional, más gritón y más de expresar cariño, mientras que el uruguayo es todo lo contrario. Eso también hace que la interacción entre ellos sea diferente y se vea. Me fascinó observar eso y después tratar de explicarlo desde el punto de vista visual. Para nosotros, que somos uruguayos y convivimos todo el tiempo con esa rivalidad, capaz que es más fácil de entender, pero para el mundo, a los efectos de la proyección internacional que tiene esta banda, es más difícil, y ahí está el desafío: hacerles entender esas diferencias que nos unen y nos dividen al mismo tiempo.
En Bajofondo también hay una diferencia generacional, porque Santaolalla es más veterano que los demás integrantes de la banda. En algún punto vendría a ser como su padre. ¿Eso se notó también?
Totalmente, y es muy importante, porque la diferencia generacional hace que los demás integrantes tengan una relación muy particular con él, de respeto, como de padre y mentor. Hay como una barrera que los demás se autoimponen, porque no olvidemos que Santaolalla ha producido a decenas de artistas en todo el mundo y tiene casi 20 premios Grammy en su haber; para ellos no deja de ser una fuente de inspiración. Han podido capitalizar todo eso y aprendieron a cuidar la oportunidad que se les presentó de estar al lado de una figura como Gustavo, que les permitió crecer y evolucionar en sus carreras como solistas.
Imagino que obviamente la banda sonora del documental será de Bajofondo, pero ¿habrá composiciones de la banda hechas especialmente para la película?
Sí, es una de las cosas que me ocuparon mucho en las primeras instancias, cuando estábamos en la negociación y en las conversaciones. Por supuesto, sabía que contaba con una biblioteca alucinante de música, pero quería que hubiera un plus, sobre todo para el nicho de gente admiradora de Bajofondo que va a consumir este documental. Es decir, que no solamente hubiera música incidental, sino también alguna composición hecha específicamente para la película. Estamos cerrando la etapa de rodajes, falta la última en Los Ángeles –que se va a hacer apenas se normalicen las fronteras–, en el estudio de Gustavo. Ahí vamos a comenzar con la composición de parte de la banda sonora de la película.
¿Los integrantes de Bajofondo te pidieron poder ver el corte final del documental antes de que se estrene? ¿Qué libertad tenés en ese sentido?
Al trabajar con figuras de la talla de Santaolalla, Diego Forlán o la familia de Gonchi Rodríguez, estamos hablando de pesos pesados, de personas que tienen un ego muy importante y, además, tienen alrededor una estructura de mánagers y de personas que cuidan mucho su imagen. Por supuesto que hay una relación de confianza que se logra para tener el visto bueno y poder trabajar con ellos, de lo contrario sería imposible. A mí me cuesta mucho esa validación de sentarlos y mostrarles la película antes de que salga, pero aprendí a lidiar con eso. Dejé el miedo de lado, ante la posibilidad de que no les guste o me cuestionen algo, porque obviamente pongo las maduras y también las verdes. A nadie le gusta verse, entonces, cuando te ves en pantalla y hay una pelea, una puteada, un llanto u otras emociones, a veces no te sentís cómodo. Cuando me cuestionan algo es complicado, porque por algo tomé esa decisión artística. En este caso no hay una condición de que tienen que ver la película, pero, conociendo a Gustavo, me van a pedir para verla y no voy a tener ningún problema en mostrársela.
¿Compartir tanto tiempo con ellos en la intimidad de una gira te cambió la perspectiva de la música del grupo?
No, pero me hizo ver con mayor cercanía lo virtuosos y sensibles que son, y también la magia que hay arriba del escenario cuando se suben, cómo encuentran esa facilidad instantánea, al juntarse después de mucho tiempo, para empezar a tocar de una manera que te transporta. A veces uno no puede evitar hacer comparaciones futbolísticas –y ellos hablan mucho de fútbol–: Bajofondo es el equipo que gana y no se toca, que se junta y juega de memoria.