Al margen de la corrupción subyacente a cualquier cúpula, el cabildeo con fines políticos de algunos dirigentes, la manipulación mediática de determinadas manifestaciones y las luchas intestinas por parcelas de poder, la larga historia del movimiento sindical basa su fuerza en la conquista gradual de diferentes derechos. Dentro de la olla del sindicalismo se cuecen habas muy diversas, con hervores variables según tiempo, lugar y condiciones de crecimiento, respuesta y contención. La literatura, espejo preclaro y deformante de la sociedad, ha contemplado el fenómeno de distintas maneras, siendo muchos los autores que se han acercado, con éxito variado, a los conflictos gremiales y a la tensión entre obreros, empresarios y el poder político. GB84, un ladrillo de casi 700 páginas que el inglés David Peace (1967) publicó en 2004, y que desde hace poco tiempo circula en español, es otra pieza considerable puesta en tamaña estructura.

Los hechos

Mucho se ha escrito sobre la huelga minera de Reino Unido, un conflicto que duró un año –desde marzo de 1984 a marzo de 1985– y que, por las características de su desarrollo, la adhesión de trabajadores que implicó y la férrea postura del Partido Conservador, encabezado por la entonces primera ministra Margaret Thatcher, fue seguido mediáticamente en todo el mundo. El enfrentamiento significó, prácticamente, la paralización total de la industria del carbón en Reino Unido, con todo lo que ello implica, y concluyó, tras un espiral de tensiones, cruces y enfrentamientos, en el debilitamiento del movimiento sindical inglés y, especialmente, del Sindicato Nacional de Mineros, un gremio tan poderoso que, en la década anterior a los hechos que acá se comentan, había dinamitado los cimientos del gobierno del también conservador Edward Heath. La gran vencedora del conflicto, por ponerlo en estos términos, fue la imperturbable Thatcher, la Dama de Hierro, la misma a la que el gran Elvis Costello retratara en su canción ‘Tramp The Dirt Down’ (“Cuando Inglaterra era la puta del mundo / Margaret era su madame. / Y el futuro se veía tan brillante y claro / como el negro alquitrán”).

Coral

David Peace es un escritor de largo aliento, cuyo impulso motor no cuaja en historias breves y abreva de la gran corriente de la novela decimonónica del siglo XIX. Antes de GB84 había probado tamaña decisión creativa y formal en el llamado Cuarteto del Yorkshire [1974 (1999), 1977 (2000), 1980 (2001) y 1983 (2002)], una serie de cuatro novelas inspirada en Peter Sutcliffe, un asesino serial que operó entre finales de los 70 y principios de los 80 del siglo XX, y cuya persistencia en mutilar los abdominales y genitales de las víctimas para luego extraer los órganos le valió el mote de El destripador de Yorkshire.

En el caso de GB84, Peace cambió al asesino serial por el gran conflicto minero de mediados de los 80, pero mantuvo la misma capacidad puntillosa para desmenuzar el objeto de análisis. Y si por el particular tratamiento de la novela negra y el material periodístico la crítica vinculó aquella primera obra al Cuarteto de Los Ángeles, de James Ellroy –integrado por La dalia negra (1987), El gran desierto (1988), Los Ángeles confidencial (1990) y Jazz blanco (1992)–, por la reconstrucción del trasfondo social y el nivel de precisión puesto en el detalle de vidas y acciones GB84 puede ensamblarse como un eslabón en la misma cadena que ata a Manhattan Transfer (1925), de John dos Passos, con Berlin Alexanderplatz (1929), de Alfred Döblin, y Viñas de ira (1939), de John Steinbeck.

Resumir la acción de GB84 es, además de una tarea ridícula, una labor que requeriría trazar varios esquemas, cuadros y cronogramas y que el autor de esta reseña se niega a emprender, por falta de ganas y carencia mayor de aptitudes. La documentación que maneja Peace es abrumadora; el novelista le dedicó tantas horas a leer noticias, artículos, crónicas, entrevistas, panfletos, columnas y sueltos sobre los hechos que, al momento de volcar los sucesos sobre el plano de su ficción, se debe de haber enfrentado a una embrollada saturación de escollos para encabalgar imaginación con episodios reales.

La trama sigue por partes iguales a las dos facciones antagonistas –Arthur Scargill, llamado el Rey Carbón, líder de los mineros, y su lugarteniente Terry Winters, por un lado; y, por el otro, a Stephen Sweet, alias el Judío, una suerte de trasunto de David Hart (1944-2011), oscurísimo personaje designado por Thatcher para que fuera sus ojos y oídos en el campo de batalla, un millonario anticomunista que en su juventud como cineasta quiso ser, en realidad, el Jean-Luc Godard inglés–, desarrollando la acción en diversos campos y movilizando la fuerza narrativa a través de personajes que fueron engullidos por la historia, pero a los que el arte de Peace insufla de inquieta vivacidad.

Pasando raya, GB84 no es una novela para leer en un finde, ni en el descanso entre un capítulo y otro de la nueva serie de Netflix, ni mientras se pispea por Instagram una nueva foto o una nueva denuncia; se trata de un libro sólido (al margen de su considerable quilaje), escrito con rigor y buen pulso narrativo, lo que en estos tiempos desguazados de sentido se asemeja a la caída de un meteorito en mitad de la pradera.

GB84. De David Peace. Traducción de Ignacio Gómez Calvo. España, Hoja de Lata, 2018. 682 páginas.