Un día las salas de cine volvieron a abrir. De a poco, con estrictos protocolos de seguridad que reducen el aforo a la cuarta parte. Y se estrenaron películas que flotaban en el limbo desde hacía años (Los nuevos mutantes) o títulos uruguayos a los que les viene muy bien ser la vedette de la cartelera (Al morir la matinée).

Restaba la llegada de los blockbusters, esos films que suelen ser las grandes apuestas de los estudios, con presupuestos de cientos de millones de dólares que esperan recuperar con creces. Pero este panorama incierto hizo que se replantearan algunas estrategias. En Estados Unidos, Mulan, candidata de Disney a sacudir taquillas, tuvo un estreno premium en la plataforma de televisión a demanda de Disney. Mal no le fue.

Pero (siempre hay un pero) quedaba un director de esos que se obsesionan con el formato en que serán vistas sus creaciones. De esos que si te ven por la calle mirando Dunkerque (2017; también de Christopher Nolan y disponible en Netflix) en la pantallita de un celular te lo sacan de las manos, lo tiran al piso y le zapatean encima.

Christopher Nolan no sabía cuándo estaría pronta la vacuna contra el coronavirus ni cuántos microchips de Bill Gates habría dentro de cada inyección (imagino que pocos, porque los microchips no son tan pequeños). Sí sabía que su última producción se estrenaría en salas de cine y así fue, en los lugares del mundo en donde las medidas sanitarias o la locura de sus gobernantes lo permitieran. Tranquilos, que estamos en el primer ejemplo. Fue así como Tenet llegó a la cartelera uruguaya.

Dábale arroz a la zorra el abad

Los subtítulos de esta reseña son palíndromos, es decir, frases que pueden leerse de atrás para adelante y dicen lo mismo. Capicúas, como el mismísimo título de la película. Y es que el gancho, el condimento creativo de esta película de acción explosiva, es la posibilidad de ir de atrás hacia adelante.

Aquellos que hayan visto El origen (Nolan, 2010) recordarán cómo los personajes se metían dentro de los sueños y podían manipular el entorno, como esos edificios que se doblaban en el tráiler. Después, en la película... bueno, se doblaban un par de edificios y ellos peleaban en la pared, después en el techo, después en la otra pared. Tuvo que llegar la regularota Doctor Strange: hechicero supremo (Scott Derrickson, 2016) para que los edificios pudieran doblarse con más libertad.

Tenet parece que fuera a dejarnos con el mismo sabor de boca. Durante buena parte de la acción el gancho está presente en unas balas que salen de la pared y se meten dentro de una pistola. De atrás para adelante, ¿entienden?

Mientras tanto, el protagonista (John David Washington) va atando cabos para descubrir quién está detrás de estos objetos “capicúas” que empiezan a aparecer por todos lados. Él y Robert Pattinson protagonizan algunas escenas de acción que siguen sin justificar el alboroto.

La ruta nos aportó otro paso natural

El guion introduce un interés romántico, o al menos afectivo, en la figura de Elizabeth Debicki, quien ya tenía experiencia en eso de compartir la vida en un yate con un criminal a quien no ama, como lo hizo en la miniserie The Night Manager, de 2016.

Mientras continúa la acción y se intercalan algunas escenas capicúas más, la trama se ocupa del triángulo amoroso, de las posibilidades de rescatar a Kat (Debicki) de las garras del malísimo Sator, interpretado por un Kenneth Branagh con ínfulas de Ben Kingsley en Sexy Beast (Jonathan Glazer, 2000).

Si hay un obstáculo hasta este momento, para que el espectador disfrute más de la historia, es que Nolan parece que hiciera siempre una moña de más. Está tan contento con la mecánica de su historia, que no quiere explicarla en términos sencillos. Y allá va uno, que todavía trata de entender el último diálogo de James Gordon en Batman: el caballero de la noche (2008), luchando contra balas capicúas y otros diálogos que no están a la altura del supuesto gran espectáculo.

Por suerte, cuando nos acercamos al final de la película (o el final de la película se acerca a nosotros... wow) el director dice: “¿Se acuerdan de cómo los dejé con las ganas de edificios que se doblaban en El origen? Bueno, ajústense los cinturones”. Y pone cuarta.

Cuando finalmente llegamos a la acción trepidante y el uso más extenso de los capicúas, me recuerda a algunos buenos pasajes de Al filo del mañana (Doug Liman, 2014), con Tom Cruise y Emily Blunt masacrando extraterrestres y volviendo a empezar cada vez que morían. Claro que aquí el asunto es más complejo, porque parte de la acción va en una dirección y otra parte hacia la opuesta.

Sugiero que disfruten de la acción sabiendo que Nolan no hará trampa, y luego busquen en Youtube algún video de 27 minutos en el que un estudiante de cine enamorado de su propia voz explique lo ocurrido en el tercer acto de la película.

Si dejamos de lado los posibles dolores de cabeza y algunos diálogos afectadísimos, es una obra para ver en el cine. Pero no necesariamente porque lo visual tenga que ser experimentado en una pantalla que, seamos sinceros, no es tan grande como las que teníamos hace 30 años.

Incluso dentro de este panorama incierto, de termómetros y alcohol en gel, de tapabocas y pop con refresco, el cine sigue teniendo esa capacidad de sacarnos durante dos horas y media de parte de nuestros problemas y mostrarnos cómo las cosas explotan por los aires, para adelante y para atrás.

Habrá tiempo para tratar de entender lo que vimos.

Tenet. Dirigida por Christopher Nolan. Con John David Washington, Robert Pattinson. Reino Unido, 2020. En varias salas.