Raúl Zurita (Santiago de Chile, 1950) fue reconocido en mérito a la totalidad de su obra, en un fallo en que el jurado destacó su ejemplo poético y la capacidad de “sobreponerse al dolor”.

Llanos Castellanos, presidenta de Patrimonio Nacional de España, institución que junto con la Universidad de Salamanca otorga cada año el galardón, mencionó que se había valorado “el conjunto de la obra poética de una de las figuras más representativas de la poesía a un lado y otro del Atlántico”. Zurita, dijo, ha escrito versos comprometidos “con la vida, con la libertad y con la naturaleza”, y, en alusión a las intervenciones del poeta en los cielos de Nueva York (en 1982) y en la dura roca del desierto de Atacama (en 1993), lanzó una invocación: “Ojalá en estos tiempos nos sobrevuele aquel de sus versos que escribió en el cielo de Manhattan y en Atacama: ni pena ni miedo”.

Por su parte, el poeta Luis García Montero, director del Instituto Cervantes, se refirió a Zurita como a un referente de la poesía iberoamericana desde Purgatorio, su primer libro, e hizo referencia a su lenguaje “libre, arrebatado y ajustado”.

Manuel Ambrosio, de la Universidad de Salamanca, destacó a su turno que los versos del chileno “apelan a lo más profundo” de las personas.

Zurita es el tercer chileno reconocido con el Reina Sofía (que en 2015 fue para la uruguaya Ida Vitale). Antes lo obtuvieron Gonzalo Rojas (en 1992) y Nicanor Parra (en 2001), y no es sorprendente si se toma en consideración la enorme y poderosa tradición de poesía del país trasandino. “Lo tomo como un reconocimiento al caudal enorme de la poesía chilena. Uno es apenas una gota más de un río muy grande que lo antecede”, dijo el poeta al recibir la noticia del galardón.

Huérfano de padre desde los dos años, Raúl Zurita creció al cuidado de su madre y su abuela, ambas italianas. Las historias de la Divina Comedia, contadas por su abuela Josefina, constituyeron el paisaje de una infancia “de mucha pobreza, pero de una pobreza no proletaria”. Una pobreza ilustrada, cargada de la angustia de la precariedad.

En la década del 60, y gracias a una beca, Zurita ingresó a la Universidad Técnica Federico Santa María, de Valparaíso, para estudiar Ingeniería Civil. Inmediatamente comenzó a participar en las movilizaciones estudiantiles y a involucrarse cada vez más en la militancia política. Ingresó a las Juventudes Comunistas de Chile en 1968, y ese mismo año escribió “El sermón de la montaña”, que sería publicado dos años después en el único número de la revista Quijada, del Centro de Estudiantes de la Federico Santa María. El extenso poema ‒tiene casi 20 páginas‒, que fue tomado como premonitorio del sangriento golpe de Estado que llegaría en 1973, estuvo perdido durante muchos años y recién en 2011 la editorial Cuneta logró publicarlo como libro.

Es un texto fervientemente político, que prefigura la línea de intereses que recorrerían toda su obra.

En 1979 se publicó Purgatorio, su primer libro. En 1980 comienza a escribir “Las utopías”, la primera serie del libro Anteparaíso, y en 1982 escribió los 15 versos del poema “La vida nueva” sobre el cielo de Nueva York, valiéndose de cinco aviones que lo iban trazando con letras de humo.

“Canto a su amor desaparecido”, un poema sobre los detenidos desaparecidos en Chile, fue publicado en 1985 por Editorial Universitaria. Un verso de este poema encabeza el Memorial de Detenidos Desaparecidos y Fusilados del Cementerio General de Santiago.

La extensa obra de Zurita (que incluye un disco: Desiertos de amor, de 2011, con la banda González y Los Asistentes) está atravesada por la circunstancia histórica que le tocó vivir y por la militancia comunista, que nunca abandonó. El premio le llega cuando acaban de cumplirse 50 años de la elección que llevó al gobierno a Salvador Allende y apenas a unos pocos días de que se cumpla otro aniversario del golpe de Estado de 1973.