La artista brasileña Juliana Notari publicó en sus redes sociales fotografías de su última instalación, titulada Diva, y rápidamente se volvieron virales. Se trata de una escultura de una vulva de 33 metros, que tomó 11 meses de trabajo manual y que se encuentra en el parque artístico-botánico Usina de Arte, al noroeste de su país. “Todos nacemos de una vagina y todos volveremos a la tierra cuando muramos. Traer estas cuestiones a mi espectador, impactando su universo, es el objetivo de la obra. Es el objetivo de mi expresión como artista”, dijo Notari a la agencia de noticias Télam.

Según reveló, fue la primera mujer en participar en el programa de residencias artísticas del mencionado proyecto, que invita “a que los artistas desarrollen obras para el lugar, teniendo en cuenta su paisaje, su historia y su contexto”.

En 2003, Notari realizó la performance Dr. Diva, en la que, vestida de blanco, abría grietas en una pared blanca, cubría los agujeros con sangre de buey y pegaba espéculos ginecológicos, “transformando la pared del espacio de exhibición en un cuerpo femenino cuadrado”.

“Con Diva continué la investigación, que me ha interesado durante más de 20 años”, explicó. Comenzó con el hallazgo de espéculos en venta, que fueron el disparador que la llevó a “problematizar íntimamente varias heridas”. Sabe que la investigación ha generado mucha polémica, “pero ahora abre una grieta a escala monumental en medio de la naturaleza”. Aclaró que no se trata de una intervención en un ecosistema virgen, “sino en un suelo contaminado por el monocultivo de azúcar y sus traumas sociales, las tierras de la antigua planta Santa Terezinha, hoy transformadas en Usina de Arte”.

Diva mide 33 metros de largo por 16 de ancho y seis de profundidad. Es la herida más grande que he abierto. La marca de este trabajo es pequeña si se la compara con los traumas de la esclavitud, la precarización del trabajo, el ecocidio y otras violencias producidas en este tipo de propiedades originadas en la colonia”.

Con respecto a las críticas de la ultraderecha brasileña, dijo que no imaginaba que tomarían tal proporción, pero que son consistentes con la herida que dejó abierta en el lugar. “Diva, según parece, no sólo es una herida, sino que también duele. Hiere”.

“Una de las heridas abiertas es, sin duda, la misoginia que se deriva del patriarcado estructurante de la sociedad brasileña y que se ha visto constantemente reforzada por los discursos de odio del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, representante de la extrema derecha. Sus ideas, su comportamiento y, sobre todo, sus políticas han apoyado a la población que comparte esos mismos valores machistas, que han terminado por adquirir una especie de ‘legitimidad’ y se han expresado cínicamente, distribuyendo odio y discriminación, atacando las disidencias de género, agrediendo la diversidad étnico-racial del país y profundizando las desigualdades de clase”, expresó.

La vulva “desde hace milenios ha sido atacada, anulada y subyugada por el patriarcado. La demonización de esta genitalidad es un reflejo de toda la estructura violenta y machista a la que están sometidos los cuerpos no-machos (sean ellos cis o trans) e incluso los cuerpos cuyas performatividades masculinas no coinciden con cierto imaginario hegemónico y falocéntrico de la masculinidad”. “Otras ciudades del mundo tienen otros tótems, esculturas, obeliscos e incluso edificaciones fálicas. ¡Nadie se molesta o las reduce al signo de un pene!”, planteó.