En junio de 2019 Ruben Rada presentó un nuevo espectáculo en el Teatro Solís, Parte de la historia, en el que repasó algunas de las grandes canciones de las bandas que integró a fines de los 60 y principios de los 70: El Kinto, Totem y Opa, es decir, su veta de rock-candombe-jazz-fusión, etcétera. Más allá de que escuchar –y ver– a Rada en vivo –haga lo que haga– siempre es una experiencia que está por encima del promedio, fue un necesario acto de justicia enfocarse en aquellas bandas, porque es una parte de su infinita carrera que suele estar tapada por sus discos masivos de los últimos 20 años (para muestra: en el top diez de las más escuchadas de Rada en Spotify hay cinco del disco Quién va a cantar, del año 2000, con “Cha cha, muchacha” con más de 1.700.000 reproducciones).
También es un acto justiciero lo que hace pocas semanas hizo el sello Montevideo Music Group: lanzar Parte de la historia en CD y plataformas digitales, porque era obvio que todas esas canciones merecían un registro en vivo debidamente publicado. De paso, viene muy bien un disco en vivo de Rada, porque, dada la pornográfica cantidad de discos de estudio que tiene, son relativamente pocos los registros en vivo. El último, de 2016, fue Tango, milonga y candombe en vivo, basado en el espectáculo y disco homónimos (otra apuesta a hacer algo diferente y que demostró, por si todavía había algún despistado que no lo había notado, la ductilidad de Rada, que le permite interpretar casi cualquier género que le pongan enfrente como si lo hubiera hecho toda la vida –y en algunos casos es así–).
El disco Parte de la historia consta de 15 canciones y dura una hora y cuarto. Si bien el repertorio es de tres bandas de épocas distintas y con miembros y compositores diferentes (además de Rada, hay canciones firmadas por Chichito Cabral, Eduardo Mateo y los hermanos Hugo y Osvaldo Fattoruso), el disco tiene un encare estético unificador. Esto se da, más allá de la obviedad de que está tocado todo por la misma banda, gracias al groove, esa cosa suelta, despreocupada, con visos de improvisación, con la que Rada suele impregnar toda su música, pero que a estas canciones les calza justo por la naturaleza intrínseca de las bandas que las compusieron y grabaron originalmente (en un tango “puro” como “Tomo y obligo” no hay mucho para improvisar, por ejemplo).
Rada para adultos
La banda de Rada para este espectáculo y disco no tiene misterio, está integrada por viejos conocidos. Algunos son más que conocidos, sus tres hijos: Matías Rada, con su guitarra afiladísima y sus coros, y Lucila y Julieta Rada (coros); también están Gustavo Montemurro (teclado y coros), Nacho Mateu (bajo) y Tato Bolognini (batería). Cuando la cosa se pone candombera, el tronar de los tambores lo aportan Lobo Núñez, Noé Núñez y Bocha Martínez (y Rada mantiene las tumbadoras a mano, como siempre).
El álbum arranca con “Qué me importa”, una canción compuesta por Rada y grabada originalmente por El Kinto (con Mateo y Walter Cambón en guitarras) en 1968, lo que nos hace caer en la cuenta de que Rada lleva más de medio siglo haciendo música. “Si te vas, te vas, te vas, / no lloraré, ah, ah. / Si no estás, no estás, no estás, / no extrañaré, ah ah. / Qué me importa, / qué me importa”.
Rada no tiene la misma voz que hace 50 años –eso sería un milagro–, pero es mucho mejor intérprete que aquel jovencito, y eso se nota sobremanera en la versión de “Don Pascual”, también de El Kinto –firmada por Cabral–, que en su versión original de estudio cuenta con la voz de Mateo. Es una canción con una melodía melancólica, de nostalgia por lo que no se tiene, esa línea que espera toda la tarde en el agua sin que un pez muerda el anzuelo, a la que Rada le pone el tono justo, al igual que Matías, que además de tocar exactamente, nota por nota, el famoso punteo de guitarra de la canción, da con el sonido justo, casi idéntico al original.
“Esa tristeza”, “Muy lejos te vas”, “Mejor me voy” y “Suena blanca espuma” son otros clásicos de El Kinto que suenan en Parte de la historia, canciones totalmente indestructibles, a prueba de balas y del tiempo, que recuerdan que por acá ya se hacía “rock latino” incluso antes de que allá en el norte Santana –la banda del guitarrista homónimo– grabara su primer disco.
“Heloísa”, “Dedos”, “Negro” y “Biafra” son algunas de las legendarias canciones de Totem que nos despeinan en la mitad del álbum, con un Rada en su salsa. “¡A ver esa locura!”, le dice al público al arranque de “Heloísa” –en la que el coro la descose, con un sonido orgánico arrollador–, porque la cosa se pone más rockera, riffera y perfectamente descontrolada, antes de finalizar con las canciones de Opa, la parte más viajada.
El cierre del disco es con una versión de “Montevideo”, compuesta por Rada y Hugo Fattoruso, que apareció por primera vez en Magic Time (1977), el segundo disco de Opa. Por supuesto, se deja para el final porque es donde los músicos más se despachan con su derroche de virtuosismo y groove. Durante diez minutos –es la canción más larga del disco– la banda queda poseída por este candombe lisérgico al que no le faltan los alaridos diabólicos de Rada, que le dan ese aire tribal, de fuerza sobrenatural que anda por la vuelta y se canaliza a través de la música. Eso que no se estudia en la universidad ni se compra en la farmacia, pero es parte de la historia.