“Voy a pasarme de estación, inevitablemente, cuando en el viaje esté sin querer pensando en vos. Dejando ir lejos la visión se me perdió la mente. Te hago culpable por el extravío de hoy, sumado a los de siempre...”. Así comienza una de las canciones más hermosas de su disco Extravíos, hace tiempo. Puede que “Lucía” sea su melodía más popular, con el rasgueo de guitarra aventurero, las luciérnagas y los muchos mundos de su protagonista: “vos colgás tu planeta dentro de la ciudad”, susurra la uruguaya envuelta en capas de notas musicales amables y etéreas, o feroces, desprevenidas.
Maine Hermo es cantautora y profe de literatura. A veces preferiría que en sus shows, en vez de llorar con sus canciones, la gente no se la quedara mirando raro cuando prueba con un chiste. “¿Conocen la blackout poetry?”, pregunta, y nos cuenta sobre una de las cosas que más le gusta hacer. Amplía en su teléfono una imagen. Se ve una hoja de “Los ojos verdes”, el relato de Gustavo Adolfo Bécquer, intervenido por una figura dibujada de mujer de abundante pelo fucsia. Las líneas de texto original preservadas, sin cubrir por el dibujo, constituyen su poema blackout, que comienza con “es una cosa extraña lo que me sucede”, y sigue con “al parecer, sólo para mi existe”.
Su juego punk guarda un fundamento teórico y actitudinal: “La editorial es una industria como puede ser la discográfica, la cuestión de legitimar a través de una edición a un autor en un objeto físico, para mí no implica necesariamente un respeto”, dice. “Es más, tal vez las obras literarias que más te pegaron en tu vida no estaban en un papel. La canción, por ejemplo. La academia te va a enseñar que la escritura es la literatura. Hay que romper esa idea. La literatura está en todos lados. La escritura a veces termina siendo elitista, se llena de prejuicios, y excluye. Las primeras cosas que vos conociste no estaban escritas. Te las contaron, o te las cantaron en tu infancia. El libro es más bien un fetiche”, concluye serena, como cada vez. Sus primeros libros en su casa eran de un abuelo librero. “Hago cualquiera con los libros”, había comenzado.
Maine tiene otras canciones más nuevas, muchas, y no resulta tan fácil encontrarlas. Escribió una vez “Afuera”, que no está en ningún disco suyo, por encargo de un desconocido que se la pidió en una de sus visitas a Radio Vilardevoz: “Se llamaba Diego y me preguntó si yo tenía una canción para la locura. Ese día, en el patio, había una chiquilina que se puso a bailar con una flor gigante, y la incluí en la canción”.
Otra vez, fue una profesora compañera que le preguntó si no tenía algún texto musicalizado de Amanda Berenguer, una de las poetas preferidas de Maine, y grabó “Paisaje”. Hablamos un rato largo de lo mucho que le gustan Juan Carlos Onetti y Armonía Somers. Sobre sus influencias musicales destaca a La nueva trova cubana: “ me gustan todos, los conocidos y los no tan conocidos, como Noel Nicola y Amaury Pérez”. De aquí se queda con Sylvia Meyer. “Me cuesta encontrar otra figura como ella con la que pueda decir que convoca mi sensibilidad de esa manera”, reconoce, y rescata el disco Travesía, con Mariana Ingold, Estela Magnone y Mayra Hugo, a Las Tres, Eduardo Daurnauchs, Ruben Olivera y Rossana Taddei.
Un solo mundo
“A mí me cuesta separar la música de la literatura. Me gusta mucho la narrativa oral, los anónimos, lo folclórico”, dice. Recuerda que cuando recién salió Extravíos, hace tiempo, en 2015, la gente todavía compraba discos para escuchar en el auto.
Maine, además de cantante y compositora, es una eximia instrumentista que domina su guitarra y llama la atención con su laúd. Su respuesta rápida y resumida es que se lo compró en Alemania. Si se le pregunta de vuelta, resulta que acompañó a su amiga Lisa al velorio de su madre, que de repente se encontró en Berlín rodeada de mucha gente triste, célebre, o importante, por el lugar de la fallecida en la sociedad germana —como integrante de la Fundación Rosa Luxemburgo—, y le pidieron que cantara “Mariposas”, de Silvio Rodríguez, en honor a Kathrin Buhl, amante de la música del cantante cubano. “Fue un momento muy especial, en un cementerio nevado, y en una capilla en el medio de la nada con una acústica increíble”, recuerda.
“No siento que soy la misma”, dice sobre su faceta menos conocida de poeta. “Tengo poemas, pero los muestro muy poco. La música tiene eso de que hay otra cosa pasando. En la poesía es sólo la palabra, y a veces es mucho lo que estás diciendo. Para mí en el arte es muy importante la expresión, poner afuera lo que estaba adentro. Tiene que existir un efecto terapéutico”.
Le pregunto cómo le resulta actuar en vivo. “Me cuesta, me pongo nerviosa, toco con miedo. Va a ser así toda mi vida. En realidad, yo no quería ser cantautora, prefería ser parte de un grupo, pero nunca se dio. Así que ahora voy yo con mi guitarra y listo. Sé a qué hora voy y a qué hora me vuelvo”.
Compartiendo tablas. Maine Hermo y La Plapla. Jueves 28 a las 21.00 en Ducon, bar del Teatro (Durazno y Convención). Reservas al 099 581 053.