Lo que más se ha señalado sobre las recientes obras de Marcela Matta y Mauro Sarser es que se separan de un cine uruguayo supuestamente gris, introspectivo y rígido, para ofrecer, en cambio, películas de género que colman una demanda local por largo tiempo insatisfecha. En esa afirmación hay dos problemas: primero, que la carta del cine de género está bastante lejos de ser patrimonio exclusivo de este binomio creativo (de hecho, si hay algo que se ha venido acumulando en nuevos trabajos de cine uruguayo es el cine de género), y segundo, aunque más discutible, esa idea, repetida tantas veces que se convierte en verdad, de que el cine uruguayo es necesariamente triste y gris. Uno no tiene que hurgar demasiado para ver que desde hace ya rato hay un montón de nuevas películas coloridas (a veces, incluso, colorinches), hiperhabladas, de escaletas narrativas convencionales y, sobre todo, con un tono que si pudiera resumirse en un adjetivo sería, más que nada, “amable”.

Dicho esto, también sería una injusticia decir que la productora Los Modernos carece de cierta originalidad en el medio local. En primera instancia está, sí, el tema de lo sexual ‒incluso de lo erótico‒ que, salvo algunos casos aislados, suele brillar por su ausencia en el cine uruguayo. Pero después hay algo un poco más difícil de precisar, que tiene que ver con el tono, el humor, lo que se muestra y lo que no, que también coloca a la productora en un lugar curioso.

Muerto con Gloria es algo así como una relectura cómica de The Entity (1982). En la subvalorada película de Sidney J Fury, Barbara Hershey es una madre soltera que cada noche es violada por una presencia inmaterial. La película, fuera del terreno de lo sobrenatural, era un interesantísimo trabajo sobre el lugar de la mujer en el discurso psiquiátrico, en tanto los fantasmas del film son tanto los que violentan a la protagonista como el diagnóstico de histeria, prendido en la comunidad médica por más de un siglo. Para hacer Muerto con Gloria, Matta y Sarser se hacen una sencilla pregunta: ¿qué pasaría si Barbara Hershey gozara, en vez de aterrorizarse, con estos encuentros sobrenaturales?

En su película, Gloria (Stefania Tortorella) sucumbe a los encantos de esta entidad cachonda y logra dejar una vida de insatisfacción sexual, pero en el mismo proceso se encierra cada vez más en un vínculo que no puede compartir. La premisa posiblemente agotaría sus posibilidades con rapidez ‒el tema es más propio de un sketch que de una película‒ pero ahí aparece el curioso estilo de construcción por acumulación de la dupla Matta-Sarser. Como en Los Modernos, a la premisa simple se le van pegando cambios de tono, giros y subtramas como crustáceos al casco de un barco, e inesperadamente el segundo y tercer acto se dilatan de una forma inusual, afectando el balance narrativo pero, al mismo tiempo, haciendo del film un producto más particular.

Esta exageración de ciertos recursos y demarcadores de tono por momentos nos haría pensar en algo autoparódico. Hay, en primera instancia, un rol hiperactivo del soundtrack que parece subrayar con flúor cada emoción que se percibe en una escena, como esos –algo desconcertantes– primeros planos frontales que intentan realzar la sensación de enamoramiento frente a un rostro. Tomarse la molestia de agregar en digital el humito a un café para acentuar la sensación de confort es un ejemplo ilustrativo de este horizonte estético. En este terreno de lo exagerado, una película uruguaya que viene a colación es Carmen Vidal, mujer detective (2020), en la que Eva Dans juega con las convenciones del film noir, pero pasándolas por un tratamiento de esteroides anabólicos. Así, el costado más absurdo de los lugares comunes de ese cine de género se convierte en el centro de lo cómico. Muerto con Gloria también es autoconsciente de las convenciones a las que recurre, pero a diferencia de Carmen Vidal, no parecería ir del lado de lo paródico: más bien lo que prima es el anhelo de agarrar estos elementos que suelen figurar en comedias románticas y exagerarlos hasta tratar de llegar a una fibra nueva, casi detrás de un anhelo de tocar la dimensión cómica y dramática de un cine incandescentemente popular. Quizás en este punto Muerto con Gloria esté más cerca de Miss Tacuarembó, que también patinaba en el hielo fino de la autoparodia, pero con una creencia auténtica en lo chirriante y lo pop(ular).

Por otro lado, el film tiene una originalidad temática, que es la de la liberación femenina del hombre como única alternativa sexual (iba a decir “de lo fálico”, pero es difícil encontrar términos claros para hablar de sexo con espíritus). Así, la presencia de un “chongo fantasma” podría asemejarse sin muchas volteretas a la autosuficiencia jocosa que muchas comediantes de stand up esgrimen al hablar sobre dildos y vibradores como alternativa autárquica y más sincera al sexo con hombres. Si la agarráramos por este lado (aunque obviando el desenlace, que vuelve a colocar todo dentro de la norma) podríamos hablar de Muerto con Gloria como una comedia evidentemente feminista.

Es justo decir que no todo en el film funciona de forma tan calibrada. A las actuaciones destacadas de Stefania Tortorella y Nenan Pelenur (el verdadero hallazgo cómico del film) se le suman otras que no siempre dan en el clavo, hay algunas elecciones de dirección de fotografía (como unos efectos medio nublados en los vértices de los encuadres) que resultan un poco molestas, el arco de la relación con el otro contendiente amoroso no termina de cuajar, y el tercer acto se alarga demasiado. Sin embargo, hay algo en este arrojo que termina siendo coherente con la premisa. Como ver a una persona que al bailar no le emboca a todos los pasos, pero que aun así está tan compenetrada en la canción que termina por adueñarse de la pista.

Muerto con Gloria. Dirigida por Mauro Sarser y Marcela Matta. Uruguay, 2021. En varias salas.