La Compañía Extraordinaria Comunidad Teatral Autónoma (Cecta), que recientemente estrenó Póstuma en el Espacio Palermo, es una compañía de teatro ficticia, creada por el elenco y el director a través de un proceso de investigación e improvisación, como respuesta a una serie de disparadores, según nos cuenta una de sus integrantes. La obra que aquí comentaremos tiene, en apariencia, muchos límites difusos. ¿Por dónde comenzar? ¿Puede, esta cuestión de la dificultad, estar vinculada al “extrañamiento”? Son preguntas que, probablemente, representan el estado en el que queda el espectador cuando termina la obra.
En principio destacaremos el primer elemento conceptual que se instala de manera transversal y que también se formula como pregunta: ¿dónde están los dramaturgos? Esa idea de desaparición formará parte del postulado de la obra, en la que se trasluce la perspectiva de lo efímero del arte.
La escena comienza con los actores saliendo de distintos lugares, como si se tratara de un espectáculo circense. Las magníficas posibilidades del teatro les permiten usar todos los espacios disponibles, así que aparecen desde las alturas, por las escaleras, de los costados, incluso por debajo de la platea. Mientras miran al espectador, instalan una puesta que propone un universo distópico en el que podemos reconocer basura tecnológica amontonada y una estructura dominante que cumple distintas funciones.
La obra está pensada en niveles. Por un lado, el eje temático de la desaparición de los dramaturgos, que es funcional en el hilado de los otros niveles: las micro escenas en las que se parodian, de forma crítica, algunos momentos de la historia de la humanidad, por medio de un tiempo no lineal.
La dramaturgia hace uso de todos los recursos necesarios para establecer dos ideas complejas: la de que el teatro es una herramienta de cuestionamiento y análisis para la vida, y la presentación de evidencias que los seres humanos hemos ido dejando, como un indicador de que la especie corre peligro.
En ese sentido, a lo largo de la obra se pueden reconocer algunos guiños culturales, muy eclécticos, que van de Hamlet a La loca historia del mundo, de Mel Brooks, con una música estilo Kusturica y la concepción de la tecnología como factor determinante para la extinción de la especie, muy Black Mirror. Una selección —con algunas referencias más obvias que otras— en la que se identifica un elemento central: el foco sobre las acciones humanas como la clave de todos los problemas.
El vestuario juega un rol importante en cada momento. A modo de uniforme, logra borrar las diferencias entre los personajes y nos instala en un tiempo no identificado. Por otra parte, cuando las escenas lo necesitan, el vestuario responde al juego estético en un diálogo perfectamente ensamblado con la propuesta.
Los actores personajes nos recuerdan siempre que nada existe, que todo es invención, una excusa para vivir el teatro. En esa concepción, casi manifiesto, lo dejan todo, explotan el espacio con un hermoso despliegue de movimientos como si ese fuera el último de sus actos. En Póstuma vemos a un grupo de jóvenes actores y actrices —integrantes de la Generación 2018 del Instituto de Actuación de Montevideo, que egresan con esta obra— realizando un potente despliegue desde el cuerpo y la voz, con evidente dominio. Todos están bien. Todos tienen su momento, al que se entregan, de una manera lúdica, para defender una obra que les exige mucho.
Con Póstuma el espectador saldrá, sin duda, con deseos de continuar viendo el trabajo de este elenco, que demuestra que nuestro teatro tiene un rico futuro.
Póstuma. De Gerónimo Pizzanelli y Franco Pisano. Dirección de Marcel Sawchik. Jueves y viernes a las 21.00. Espacio Palermo. Reservas al 2418 6867.