“Agradezco profundamente a esta profesión y a la gente que nos viene acompañando desde hace tanto tiempo, que me permitió llegar hasta acá, porque hay muchos otros con tanto o más talento que lo que puede tener uno que no tuvieron la oportunidad”, dice del otro lado del teléfono Juan Carlos Baglietto. El músico argentino cumple tres décadas desde que conformó el dúo con su compatriota Lito Vitale, con el que en 1991 publicó el disco Postales de este lado del mundo, que incluía versiones de legendarios tangos, como “Milonga sentimental”, “Naranjo en flor” y “El día que me quieras”.

Pero Baglietto ya tenía la raíz de la música rioplatense en su primer álbum, Tiempos difíciles (1982), en el que también debutó otro músico, rosarino como él, de apenas 18 años, con su teclado y su voz: un tal Rodolfo Páez, mejor conocido como Fito. Aquel disco debut de Baglietto fue un éxito instantáneo y se convirtió en un clásico de la música popular de Argentina, con canciones como “Mirta, de regreso” y sobre todo la siempre triste “Era en abril”.

Estas canciones seguro no faltarán en el concierto que Baglietto y Vitale brindarán el martes 30 de noviembre en el Auditorio del Sodre –hay entradas 2x1 para suscriptores de la diaria–, en el marco de una gira en conjunto que se había postergado por la bendita pandemia. “Estamos disfrutando a lo loco de poder volver a encontrarnos con la gente y tener la experiencia en vivo, que es intransferible, no tiene comparación con ningún otro código de comunicación: ni las redes ni el streaming; bienvenido todo, pero yo me quedo con el vivo”, dice Baglietto.

Imagino que caíste en la cuenta de que hace 40 años estabas grabando tu primer disco, Tiempos difíciles. ¿Qué recordás de aquello?

Sí, y es tremendo, para mí pasó como trompada. No me di cuenta de que había transcurrido tanto tiempo. Cuando uno ve las cosas desde adentro... Es como cuando dejás de ver a una persona por mucho tiempo y la volvés a encontrar: te da muchísima impresión, porque no viviste el proceso de crecimiento de esa persona, pero sí el tuyo. A mí me pasó esa misma situación con los discos y la música: lo viví día a día, porque vivo conmigo todos los días de mi vida; entonces, para mí nunca pasó el tiempo, pero caí en la cuenta y es tremendo. Por otro lado, es una gran satisfacción, después de casi 40 años, seguir hablando, haciendo shows y teniendo la posibilidad de hacer música y que la gente te siga acompañando.

Cuando grabaste aquel disco Argentina vivía una época complicada, como ya lo decía el título; todavía estaba la dictadura y se venía la guerra de Malvinas. ¿Cómo fue parir el álbum en ese contexto?

Muy conmocionante, porque no sólo había una coyuntura político-social bien agreste y muy fuerte –tambaleaba la dictadura militar, luego la guerra de Malvinas–: nosotros grabamos en noviembre de 1981 y el disco salió en marzo de 1982, y fue todo un shock porque, si bien veníamos de una ciudad grande, como Rosario, acostumbrarse a Buenos Aires fue un golpe; las distancias y la velocidad son otras. Además, no teníamos experiencia en ningún estudio grande, porque en Rosario no había estudios grandes como en el que terminamos grabando, el de la EMI. Fue el último disco que se grabó en ese estudio, que era una réplica del que tenía la EMI en Londres, con el mismo modelo de consola con el que grababan los Beatles. Para nosotros era una alucinación permanente. Y cambió el entorno, pero no cambió nada entre nosotros, porque nuestra realidad era la misma: no teníamos un sope y vivíamos apiñados en un hotel. Pero para afuera era todo una eclosión: nos subíamos a los taxis o íbamos al supermercado y sonaba nuestra música. Empezamos a tener una cantidad de laburo que era más de lo que habíamos soñado en toda nuestra vida. Diga que teníamos el piso más o menos sólido: estábamos parados en un lugar en el que no te creías toda esa situación exagerada, pero si no hubiéramos tenido alguna experiencia anterior, que nos diera la capacidad de bancarnos el cimbronazo, hoy no estaríamos hablando.

¿Qué rol tuvo Fito Páez en esa ebullición?

Tenía un rol importantísimo dentro del grupo. De todos modos, nosotros no nos planteábamos las diferencias de rango, nadie prevalecía o se imponía. Sí nos peleábamos por un acorde, pero era por la pasión misma, no es que alguien llevaba la voz y se hacía lo que decía el que la levantaba. Éramos un grupo en el que todos vivimos una experiencia que fue novedosa desde todo punto de vista, desde poder vivir de la música hasta empezar a pertenecer a un grupo de artistas de la música popular reconocidos, gente que nosotros habíamos visto solamente en las revistas. De golpe, nos encontramos en un festival con gente a la que admirábamos profundamente, y nos pasó a todos, incluso a Fito.

Siempre se habla de ustedes como parte de la “trova rosarina”, una especie de movimiento, pero ¿desde adentro lo vivieron así?

No, nosotros éramos un grupo de gente que se unió para hacerse más fuerte. Después, lo de la trova rosarina se lo puso un periodista, no recuerdo quién. Nosotros no nos autodenominábamos así. Pero no encajábamos muy bien en ningún lugar, porque no éramos folcloristas pero tocábamos folclore, no éramos tangueros pero el tango tenía un lugar en lo que hacíamos, no éramos exactamente rockeros rockeros pero tocábamos rock; entonces, alguien nos denominó como la “trova rosarina” y quedó el mote.

De hecho, en ese primer disco está la canción “La música del Río de la Plata”, en la que hay una referencia al candombe y musicalmente tiene algo de eso.

Sí, la música rioplatense en alguna medida siempre estuvo presente, no sólo en esa canción sino en otras; de atrevidos totales que éramos, pero lo hacíamos desde un lugar de gusto y de respeto. Nosotros no somos changuitos cañeros que venían del interior interior, pero teníamos una cosa de pluralidad y capaz que no estábamos tan contaminados como podían estar otros artistas que vivían en Buenos Aires. Teníamos mucha cercanía con esa música, porque fue con la que crecimos, allá [en Rosario] estaba todo muy mezclado. No es que fuera una cofradía y nos lleváramos bárbaro con todo el mundo, pero se mezclaban las cosas y no se veía como a un enemigo al que tocaba folclore.

Tu último disco, a dúo con Vitale, Postales del Nuevo Mundo (2015), empieza con una versión de “Postales para Mario”, de Jaime Roos; es una especie de ciclo que se cierra.

Ese disco que hicimos con Vitale cerró el círculo de una trilogía que dimos en llamar “las postales”, que empezó en 1991 con Postales de este lado del mundo, siguió en 1999 con Postales del alma y concluyó en 2015 con Postales del Nuevo Mundo. Básicamente, ese disco era música latinoamericana o música americana de México al sur. Yo tengo una gran predisposición y disfruto mucho de la música uruguaya. A Montevideo siempre la vi parecida a Rosario. Alguno se puede llegar a ofender –los montevideanos, no los rosarinos–, pero me parece que tenemos demasiados puntos en común, más allá de que algún salame se ocupe de marcar diferencias. Me parece que hay una cosa más doméstica, más pueblerina, que también está en Rosario; más de relación no tan pretenciosa, como puede haber por lo menos en la capital.

¿A quién le cantabas en la canción “El témpano”?

A mis pares y a mí mismo. Creo que todos los días hay que darse como una especie de ánimo para no perecer ante la adversidad. Fijate que “El témpano” es una canción que vengo cantando desde siempre, y la sigo cantando, pero no sólo porque el público la pide y sentiría que falta alguna cosa si no la hacés, sino porque hay un gusto por hacerla y una convicción. Son ese tipo de canciones que no se oxidan. Con Vitale hicimos el disco que dimos en llamar Canciones inoxidables [2019]; son de ese tipo de canciones, que se hicieron sin fecha de vencimiento.

Leí por ahí que en 1983 Paul McCartney habló muy bien de vos. ¿Fue así o es un mito?

A mí no me consta, pero ojalá sea cierto. De todos modos, no puedo ser tan petulante de pensar que un tipo del nivel internacional de Paul McCartney se está fijando en mí. Pero si es verdad, me pone orgulloso. Está desde hace mucho tiempo eso, me lo ha dicho mucha gente y en algún lugar ha salido escrito, pero a mí no me lo dijo.

En el contexto de la música de Argentina tenés una voz muy particular, que es reconocible. ¿La trabajaste o es natural?

Yo canto así, pero he pasado por diversas épocas. En algún momento hice algo al respecto, estudié un poco, pero creo que es una condición innata. Lo que sí he hecho es cuidarme un poco: tratar de llevar una vida más regular y ordenada, y cuando salgo de gira para mí lo importante es cantar. Entonces, todas las actividades que puedo hacer giran alrededor de eso, que es mi compromiso, por el cual estoy ahí. No digo que soy una carmelita descalza ni que algún día no salga o nada de eso, pero la verdad es que me cuido no sólo por mí, sino por respeto a la gente, que paga para ir a verte y tenés que estar entero. En mi concepto de música popular la cosa pasa por otro lado y no por la joda, lo tomo muy en serio. Me pasa desde hace muchos años y trato de cuidarme un poco en ese sentido. Pero yo tengo naturalmente una cosa: por ejemplo, no me ha bajado el registro, canto las canciones en la misma tonalidad que lo hacía hace 40 años, y eso ni siquiera es un mérito, es lo que es.