Los estudios Disney tienen una larga tradición de “homenaje” (el valor de las comillas se lo pondrá cada uno) a América Latina. En 1941, cuando varios gobiernos del continente miraban con cariño a la Alemania nazi, Walt Disney la recorrió junto a un grupo de animadores, como una suerte de embajador. Más tarde llegarían dos películas antológicas: Saludos amigos en 1942 y Los tres caballeros en 1944. Allí se intercalaba una historia central con segmentos animados ambientados en los parajes más diversos. Llegaron a producir una aventura protagonizada por un pelícano llamado Monte y un gaviotín llamado Video, que finalmente se estrenó por separado.
Pasó el tiempo, y la compañía se fue quedando sin cuentos de hadas para adaptar y sin bosques europeos en los que ambientar las historias. El espectro volvió a ampliarse, con aventuras que podían ocurrir en Nueva Orleans (La princesa y el sapo), la península escandinava (Frozen) o el sudeste asiático (Raya y el último dragón). En 2021 le llegó el turno a Colombia, con una película que deja a un lado sus exportaciones tradicionales, aunque haya una mención al café, y se construye alrededor del realismo mágico.
Encanto, dirigida por Byron Howard y Jared Bush con codirección de Charise Castro Smith, cuenta las andanzas de los Madrigal, una familia numerosa y aparentemente perfecta, que es referente de su comunidad gracias a los poderes de sus integrantes, que les permiten colaborar con el pueblo además de mantenerlo a salvo. Gracias a una mitología que no necesita explicación (y por suerte apenas la tiene), cada miembro pasa por una ceremonia de iniciación en la que recibe un don metahumano, lo que convierte a la Casa Madrigal en una improvisada mansión de los X-Men.
Claro que no todos tienen esa suerte. Mirabel es la oveja humana de la familia. La única Madrigal de las nuevas generaciones que no recibió un poder y, por lo tanto, es mirada con recelo por su abuela, la matriarca Alma. Rodeada de una hermana forzuda, otra “perfecta”, una madre capaz de curar los males con comida y tíos y primos con sus propias habilidades de ensueño, ella será la encargada de evitar el desastre que amenaza con destruir su casa (su “casita”), siempre y cuando el resto de la familia le crea.
La construcción de la historia es clásica y, por supuesto, el final será feliz, esto no debería sorprender a nadie. El mérito está en mantener la atención, en lograr que los espectadores sepan los nombres y las relaciones de una docena de personajes (lo que no logró Eternals), y en darle algo que hacer a cada uno en la aventura, que tendrá sus idas y vueltas hasta el desenlace optimista.
Un elemento que no podemos olvidar cuando se habla de películas animadas de Disney es la música. En los últimos años hemos tenido largometrajes con hits como la mencionada Frozen, en la que los padres de hijos pequeños tuvieron que escuchar “Libre soy” hasta de canto. Otros tenían potentes bandas de sonido, como Moana, con sus ritmos pop combinados con detalles de las culturas polinésicas.
Precisamente en esta última película estuvo involucrado Lin-Manuel Miranda, creador del exitosísimo musical Hamilton y que aquí vuelve a prestar su pluma para las canciones, que, por momentos, se acercan precisamente a las obras de Broadway, por la cantidad de información y la forma en que hacen avanzar la trama. Los ritmos tienen influencias colombianas, y quizás la única queja sea que por momentos la música impide captar del todo la letra (algo que acá, como acabo de mencionar, tiene más importancia que en otros casos).
Por último, la animación no deslumbrará por lo novedosa, pero sí se destaca en un par de aspectos. Uno es el baile y el ritmo que tienen los personajes, empezando por Mirabel. El otro es la animación de un elemento fundamental de la historia, que es la “casita”. El edificio en el que viven los Madrigal tiene vida propia e interactúa con ellos a través de sus baldosas, persianas y ladrillos, y esto fue muy bien utilizado por los animadores para enmarcar la aventura.
Sin alejarse de la tradición, pero abrazando formas distintas de contar la clásica historia de la familia que debe aceptar sus imperfecciones para seguir adelante, Encanto es un buen entretenimiento familiar (justamente), con color y música como para llegar a casa y seguir escuchando alguna de las canciones. Y de paso entender lo que querían decir.
Corto y al pie
Como ha vuelto a ser costumbre en las películas animadas de Disney, antes de comenzar la función se exhibió un cortometraje, también animado. En este caso fue Lejos del árbol (Far from the tree), dirigido por Natalie Nourigat. En pocos minutos la historia utiliza a dos (o tres) mapaches para hablarnos de los traumas y la violencia que se transmiten de generación en generación, sin diálogos y solamente con unas pocas líneas rojas sobre el pelaje en escala de grises. Me atrevería a decir que valía el precio de la entrada, y también puede encontrarse en el catálogo de Disney+.
Encanto. Dirigida por Byron Howard y Jared Bush. Codirección de Charise Castro Smith. Estados Unidos, 2021. Disney+.