Vivió en París, donde estudió canto jazzero, por eso no es extraño que en su último disco, Ruta del aire (2020), haya una versión del estándar “You Don't Know What Love Is”. Pero es uruguaya y también tiene una raíz en nuestra música, por eso tampoco es raro que en el mismo álbum incluyera una versión de “Gurí pescador”, de Osiris Rodríguez Castillos.

Elena Ciavaglia tiene dos álbumes en su haber. El primero, Tardes al sol, grabado junto con Federico Araujo, fue editado por el sello Perro Andaluz en 2013 y tiene al piano como protagonista. En Ruta del aire, Ciavaglia se puso al frente de un sonido más amplio, que enlaza géneros con tal sutileza que no es fácil discernir dónde empieza uno y terminan los otros.

Este viernes, en Ducon (Durazno y Convención), la cantautora se presentará junto con su banda (Andrés Pigatto, Diego Cotelo y Juanma Cayota), en la que además de tocar canciones de sus dos discos, estrenará varias. Apenas terminado uno de sus ensayos, la cantante conversó con la diaria.

Me da la sensación de que Ruta del aire es un disco atmosférico, que, más allá de ciertos pulsos rítmicos, tiene un ambiente amplio digno de escuchar con atención. ¿Es la idea?

¿Más etéreo, decís? Es verdad que la sensación general es esa. No sé si lo busqué del todo o es una característica un poco en general de la música que hago. Pero sí, hay como un hilo conductor en el disco que hace que necesites cierta calma para escucharlo. También estuvo en la búsqueda de los instrumentos, de los instrumentistas y los ambientes, aunque quizás no todo lo pensé ni lo programé, se dio ese resultado. Buscaba encontrarle una identidad a cada música. Cada tema tiene una característica diferente. Por ejemplo, uno quizás es más tirando a una zamba, otro es un candombe, entonces, fui buscando gente que me parecía que podía darles identidad a esas canciones. Capaz que no es lo que suena cuando toco sola.   

¿Hay una búsqueda de géneros de raíz uruguaya?

No es una búsqueda, en el sentido de un estudio. Pero últimamente me di cuenta de que me siento re uruguaya, los ritmos de acá o de la zona me identifican. Es la historia que tengo por la música que escuché.

Me parece que la clave es la sutileza, porque en tu último disco la primera canción y la última tienen un pulso un poco candombero, por ejemplo, pero no es explícito.

Sí, todas son canciones “con aire de”, porque tampoco tienen las estructuras. Las que son medio zambeadas, por ejemplo, no tienen el rasgueo ni la forma de una zamba.

Tocás con una Fender Telecaster, una guitarra eléctrica que tiene un sonido más dulzón, con más cuerpo que la Stratocaster, por ejemplo. ¿Qué encontraste en ese instrumento?

Estuve probando y hablando con guitarristas, porque yo no soy guitarrista ‒me acompaño‒, pero en los últimos años estuve tocando bastante más y tomé cierta distancia con el piano ‒ahora estoy al revés, volviendo al piano y más lejos de la guitarra‒. Con esta en particular, me pasó que la probé y dije “ta, es esta”. Siento que suena bien con las músicas.

¿Hay alguna diferencia entre componer en el piano y en la guitarra?

Sí, me pasa algo re loco, que cuando compongo algo en la guitarra después lo voy a tocar en el piano y es como que no lo supiera. En general, tengo mucho más control de lo que pasa en el piano, porque lo toco desde chica, y en la guitarra soy más inocente, a veces no sé bien qué estoy tocando, pruebo y hago cosas más de experimentación. Sin querer llego a otra cosa que quizás con el piano, con el que tengo un vínculo más intelectual, no.

Otra peculiaridad que noto de tu último disco es que en las letras sos muy de ilustrar paisajes, sobre todo naturales.

Sí, siento como que tengo dos versiones: una más urbana, que podría ser “El llamado”, la canción que habla de Palermo; y la otra versión, más rural, que habla de la naturaleza y tiene mucho que ver con mi infancia, porque viví en casas con fondo en Lezica, el Prado y lugares así. Son los dos ambientes diferentes en los que me muevo.

¿“El llamado” la compusiste en París? Es la más nostálgica, uruguaya...

Sí, re uruguaya. Fue como que se fortaleció un vínculo con el candombe y los ritmos de acá que tuvo que ver con la distancia. Pero siempre me sentí muy identificada con la música uruguaya. Me fui para estudiar y también por situaciones de la vida, pero no como alguna gente que dice “acá todo es una porquería”. Nunca tuve esa sensación de “quiero triunfar en el extranjero”. Desde el primer día que estuve allá siempre tuve el nexo con Uruguay, de extrañar. Allá me vinculé mucho con uruguayos, había como una sede, en la que me sentía en casa.

A “Mapa circular”, una de tus últimas canciones, le noto, por cómo tocás y la forma de cantar, cierta influencia de Fernando Cabrera.

Puede ser, yo recontra curtí Cabrera. Se escuchaba en mi casa, y después encontré unos casetes por ahí y lo escuché mucho en mi adolescencia. Me sabía los discos de memoria, de principio a fin. Hay una influencia, puede ser de la faceta más popera. Me siento muy identificada con toda una época de Cabrera, como la de “El viento en la cara” y “Paso molino”, que tienen mucho que ver con los paisajes de mi niñez. Justo “Mapa circular” la vamos a grabar, porque ahora voy a grabar unas cuantas músicas. A veces me pasa que las canciones van mutando, capaz que esa versión que grabé para la Sala Zitarrosa ahora no suena así.

El formato de cantautora sola con guitarra hoy está más presente. ¿Tocaste así?

He tocado sola con la guitarra, pero no le termino de encontrar la vuelta a que eso sea el espectáculo. No soy una gran guitarrista, entonces, a veces siento que quedan pila de espacios. Con el piano hice un espectáculo a dúo con Leo Maslíah, toqué mis canciones en versiones para piano y estuvo bueno. Sentí que recontra aprendí, con cosas que toqué o canté de él, con melodías difíciles. Por otro lado, hay re buena onda con él y fluye tocar. Él también se copó con tocar mis temas, fue tremenda experiencia.

¿Qué cantautoras uruguayas te influenciaron?

No sé si cantautora, pero Sara Sabah ‒creo que tiene músicas que son de ella‒ como cantante e intérprete me encanta, me parece genial. Mariana Ingold fue realmente una referente para mí, la escuché mucho y había muchas menos mujeres en esa época. También Estela Magnone y Laura Canoura. Después hay un montón que son más de mi generación. Es lo que vos decías, hay mucha cantautora con guitarra, que antes no sé. Mariana toca el piano y fue importante para mí escucharla, porque me dije: “Se puede hacer esto, tocar el piano, dirigir una banda y tomar las decisiones”.