Una campana, o el reflejo de una silueta humana hecha de arena sobre un lago; está a punto de atardecer, o eso me parece cuando vuelvo a mirar, de vuelta en casa, la tarjeta de cartón que me regalaron ni bien nos pusimos a conversar.

Actualmente Nicolás Demczylo toca el bajo en Hablan por la Espalda (HPLE), y en su rol de productor e ingeniero de sonido del grupo es uno de los responsables de su tercera etapa estilística, la que comenzó con el celebrado álbum Macumba y luego siguió mutando. Grabó a otros artistas como Socio, Boomerang y Oro. Santé Les Amis fue su banda emblema, con la que logró viajar por el mundo gracias a canciones como “Brasil” y en la que ya aparecían algunas pistas de este nuevo proyecto suyo, todavía en algún lugar de su cabeza.

Fabricio Berti es diseñador gráfico y músico. Dibujó, por ejemplo, la portada del disco Sangre, de HPLE. En sus discos como solista –primero con la firma de Vittorio Cacciatore y luego, simplemente, Cacciattore– hay más pistas de ese futuro todavía lejano, y muchas más en sus esporádicos shows en vivo antes y después de sus años en España. Así y todo, este trabajo a dúo no se parece en nada a la música que antes hicieron –juntos o separados– estos dos amigos de la adolescencia y que hoy definen como “una mezcla de música electrónica, world music y psicodelia”.

“Nos conocimos con 16, 17 años en la escena hardcore de Montevideo de los 90, y tuvimos una banda que se llamaba Faraday”, cuenta Nicolás, en un patio a donde van a fumar los músicos que pasan por su estudio de grabación. Sobre esa etapa efervescente, agrega: “Para nosotros formar parte de ese movimiento fue modelador de nuestra manera de relacionarnos con la música y de abrirnos camino. El do it yourself viene de ahí. Puede que tengas la chance de tener los recursos para llevar adelante un proyecto, pero si no los tenés, hacelo vos, y da lo mejor que tengas”. En aquel grupo de hardcore y straight edge, Fabricio también se encargaba de los rústicos diseños de sus casetes.

Sin tiempo

“Tierra”, su primer registro sonoro como Turú Dorōm, tiene como fecha de edición agosto de 2018, y, como todo su material, se puede encontrar en Bandcamp y Spotify. Turú Dorōm –el disco homónimo de ocho canciones editado por el sello Little Butterfly Records en 2021– tuvo menos de planificación que de pausar por un rato el experimento y lanzar al aire algunas de sus creaciones, en las que, reconocen, solían trabajar por meses, casi años. “Durante la pandemia me dediqué especialmente a generar ideas para este proyecto”, dice Fabricio. “Me acuerdo de que un día nos juntamos con Nico y de repente se armó algo que tomó forma”.

Desde sus casas, intercambiando pistas, con algunas horas de estudio o yendo a buscar ramas al Parque de los Aliados para lograr un sonido específico, la constante acordada desde el principio para la elaboración de este disco fue seguir cierta intuición: “La regla era que si algo de lo que escuchábamos nos latía estaba bien”, explica Fabricio. “Y entre nosotros, si a uno le parecía que algo sonaba raro, o no estaba seguro de lo que había grabado, el otro podía decirle ‘dale, vamos para adelante’. Hubo mucha libertad y poco apego a cualquier estructura establecida o conocida”.

Ceremonia

Tanto Fabricio como Nicolás, para referirse a tal o cual melodía o ritmo del disco, usan imágenes o sensaciones, como “estado de comunión” o “calma”. Y cada oyente podrá encontrar las suyas, permitiéndose iniciar el viaje propuesto con una cierta guía de sonoridades estimulantes.

Por pura casualidad, hablamos de “Oeve”, una de mis canciones preferidas: “Estuvimos mil años para encontrar que todo el desarrollo de ese track tuviera un sentido y que se sostuviera a lo largo de ese rato. Es como lo previo de un ritual, la preparación, y después del rayo lo que pasa es como una incorporación. Nosotros viajamos con que el disco evoca cuestiones vinculadas a la meditación, a los estados alterados de conciencia etnógenos y psicodélicos, y también a lo tribal de la percusión y los estados de posesión”, dice Nicolás, y Fabricio agrega: “Yo me imagino a alguien bailando en la lluvia y después como que pasaron las estrellas por ahí y sucede una especie de despertar”.

La fuerza

“Algo que nos unió para este proyecto fue nuestra propia búsqueda de autoconocimiento y espiritualidad”, contesta Fabricio cuando les pregunto si se consideran creyentes en algún sentido. Continúa Nicolás: “A ambos nos pasó por distintos lados que de nuestro grupo de amigos fuimos dos de los que tuvimos un particular interés en ahondar en el yoga, lo psicoactivo y el esoterismo. Es decir, más que entrar en un carril, tratamos de tener perspectiva amplia y no dogmática de las cosas para ir construyendo, después, una visión personal. Eso no significa que los dos pensemos igual, pero los dos tenemos esa búsqueda”.

“Mientras hacíamos el disco ni siquiera nosotros sabíamos exactamente lo que estaba pasando. Hay algo que no podemos entender con la mente y que nos trasciende. El proyecto es nuestro, pero de algún modo nosotros también somos testigos”, concluye Fabricio.