El pequeño estado de Paraiba es una cuña ubicada en el noreste de Brasil, en esa extensión que parece querer encastrarse con África, como en tiempos de la Pangea, el supercontinente que existió hace 300 millones de años. Clima tropical, exuberante geografía, vocación agrícola-pesquera y, por supuesto, el turismo, que lo determina todo. En Uruguay sabemos poco de Paraiba, como de casi todo Brasil; lo que nos llega siempre es el compendio que supera los filtros del idioma y de los medios de comunicación: telenovelas, habilidosos jugadores de fútbol, titulares políticos, postales de Río y un poco de la mucha música que ese país contiene.
Entre los artistas que lograron trascender las fronteras del gigante norteño se encuentra el músico Chico César (1964). Nacido en Paraiba y residente de San Pablo, se formó y trabajó como periodista, pero a los 30 años decidió dejar las redacciones para dedicarse con exclusividad a los escenarios. Esto fue a mediados de los 90, cuando editó Aos vivos, su primer disco, que incluía sus dos grandes hits, “Mama África” y “Á primeira vista”, la canción que luego fue versionada por Daniela Mercury para la telenovela El rey del ganado (1996-1997) y que lo catapultó en un viaje sin escalas desde los clubes alternativos de la escena paulista hasta las marquesinas mundiales de la Música Popular Brasileña.
Desde entonces no paró de crear, editar, viajar y colaborar con colegas de los más diversos ámbitos. Su música parece surgida de una coctelera en la que todos los ingredientes están permitidos: raíces africanas, folclore paraibano, bossa, samba, reggae, pop rock, funk, entre otros, y en el borde de la copa, una rodaja de tropicalismo.
A finales de la década de 2000 y durante casi un lustro puso su carrera en pausa para dedicarse a la gestión cultural, primero como presidente de la Fundación Cultural de João Pessoa, en la capital de Paraiba, y luego como secretario de Cultura del Estado. Regresó a la trinchera de la canción a mediados de la última década, con la edición de su noveno álbum inédito, el maduro y muy recomendable Estado de poesía. El trabajo está influenciado por su vuelta a tierras natales y ‒como en toda su carrera‒ por la coyuntura social brasileña y el devenir amoroso. Como si fueran dos caras de un vinilo, un lado está dedicado a lo personal y el otro a lo colectivo; es íntimo, es reflexivo, pero siempre con la alegría como bandera.
Chico César está en Uruguay, invitado por el Festival Medio y Medio. Hoy cierra un ciclo de dos noches compartidas con Martín Buscaglia. De este encuentro y de otros asuntos conversó con la diaria. Hoje estamos de parabéns.
¿De qué va este encuentro con Martín Buscaglia?
Es la primera vez que nos encontramos con Martín. Estuvimos varios días ensayando y revisando canciones de él y canciones mías, de varios momentos de la carrera de ambos. En este festival hay dos momentos en que nos cruzamos en el escenario y también espacios en que tocamos solos.
Ambos explotan mucho la parte lúdica de la música, ¿cómo es esa experiencia? Me imagino que serán como dos niños jugando.
Sí, claro. Estamos interesados el uno en el otro. Creo que cuando comenzamos a hacer música ‒cuando somos niños o adolescentes‒ nos interesamos por la música del otro, de nuestros pares. Y estos encuentros nos recuerdan un poco ese momento, el descubrir la música a través de la música de otra persona, en este caso de otro artista de otro país. Martín tiene un carácter muy propio, una expresión individual muy fuerte. Eso está muy vivo en su trabajo, y en el mío creo que también. Este encuentro que posibilita el festival es algo muy positivo, porque como yo aún no lo conocía, a pesar de tener amigos en común, como Andre Abujamra o Paulinho Moska, era necesario que alguien hiciera de Cupido, y el Festival Medio y Medio lo hizo.
Hay una barra que desde hace unos años está muy conectada en estas latitudes; pienso en Moska, Víctor Ramil, los Drexler, Kevin Johansen, entre otros. ¿Qué músicos admirás del Río de la Plata?
A muchos. Obviamente, Jorge Drexler, a quien conocí en Madrid, en los años 90, a través de Luis Pastor y Pedro Guerra. Después Drexler fue a Brasil y yo, junto a Paulinho Moska y André Abujamra, fui invitado para presentarlo en Brasil, para arrimarle público, digamos; esto antes del Oscar, después se transformó en ese gran artista internacional, pero en ese entonces no era conocido aún. También admiro la música argentina, Pedro Aznar, que tiene esa versión tan bonita de “Á primeira vista”, como la de “Mama África” de las chilenas Mamma Soul. Ya en la generación de Milton Nascimiento, de Chico Buarque, existía ese diálogo entre Brasil y Uruguay, un poco Argentina. Obviamente la música de los 70 pegó muy fuerte en todo el continente.
En tu casa sonaban los vinilos de Mercedes Sosa.
¡Sí! Mercedes Sosa es una gran representante del sentimiento de unión de América Latina que surgió en los años 60 y 70. La música de Víctor Jara, Violeta [Parra]. Ahora creo que hay una nueva generación que circula más rápidamente. Incluso, creo que a partir de los años 90 o 2000, las aproximaciones políticas y geopolíticas de aquellos gobiernos que buscaron otro tipo de alianzas facilitaron estos encuentros. Que exista un festival como Medio y Medio creo que es un síntoma de esa necesidad de tener un espacio para apreciar toda la expresión de América Latina, para juntarse e intercambiar.
En tu arte la poesía es muy importante; ¿reflexionás sobre eso cuando te enfrentás a un público que no habla portugués?
Desde mi segundo disco yo salgo por el mundo. Fui a Alemania, Suiza, Bélgica, Italia, Japón, Finlandia, Nueva Zelanda, Australia, y siempre hay algo en la música, en la expresión artística, que es universal; cada pueblo, cada lugar lo recibe de una manera diferente; incluso para el propio artista, en su propio país, cada noche es un poco diferente. Pero creo que cuando uno no está en su país de origen, cuando está en un lugar desconocido, también tiene sus ventajas: no precisás tocar la canción que está sonando en la radio en ese momento, o la canción de la telenovela, se puede regresar a las canciones de los primeros álbumes. Yo siempre intento mostrar un amplio abanico de lo que hice junto a lo que estoy haciendo ahora, para ser verdadero, para transmitir alegría al que está en la platea e intercambiar de verdad con las personas que van al concierto. En un momento como este de pandemia, la presencia de personas es una experiencia preciosa. Yo no subo a un escenario desde marzo del año pasado, 11 meses. Entonces, este encuentro es para mí muy precioso.
Fuiste secretario de Cultura del Estado de Paraiba. ¿Qué destacás de la experiencia?
Soy un tipo de artista que, de cierta forma, siempre estaba pensando en política cultural. Éramos artistas alternativos, creábamos nuestros propios espacios, antes de que nos volviéramos conocidos. Entonces, cuando asumí, primero la Fundación de la Cultura de João Pessoa durante dos años y después la Secretaría de Cultura de mi estado, llevé ese deseo de la sociedad civil de construir las políticas. Antes era sólo un deseo, porque otros hacían las políticas para la sociedad civil, y ahora era la sociedad la que llegaba al Estado. Había que aprovechar esa oportunidad para elevar las reivindicaciones y que la sociedad civil participara en la toma de decisiones. Básicamente fue eso, construir consejos de cultura con participación de la sociedad y trabajar para que los artistas pudieran llevar adelante sus proyectos. Había una política muy fuerte, primero con Gilberto Gil y luego con Juca Ferreira frente al Ministerio de Cultura. Brasil todo vivió un esplendor de participación. Mujeres, el colectivo LGTB, indígenas, afrodescendientes: fue un momento muy rico en todos los aspectos de la inclusión. Eso se perdió un poco en el segundo gobierno de Dilma [Rousseff] y después todo acabó cuando llegó [Michel] Temer. Pero vivimos un momento muy rico del Brasil.
Hace unos años declaraste que los músicos iban a tener que adoptar una actitud de resistencia por los cambios políticos que se empezaban a gestar. ¿Cómo ves la realidad de Brasil y del continente?
Yo pienso que a partir de la segunda presidencia de Dilma, Brasil ya entra en una etapa de bastante conflicto, de división interna; aquellos colectivos que nombraba antes, que habían conquistado derechos, los trabajadores en general y los artistas, que obviamente son parte, acompañan y traducen ese momento de conquistas: salimos a las calles a intentar asegurar la democracia. Los gobiernos que siguen a partir de Temer demonizaron a la clase artística, ya que esta difundió esas voces que antes estaban excluidas. Entonces, somos demonizados por esta nueva derecha y extrema derecha que asume los gobiernos de Brasil. Es absurdo que artistas como Chico Buarque o Fernanda Montenegro sean demonizados por una parte de la sociedad, porque ellos son muy preciosos. Pero es un síntoma, también, que artistas tan importantes sean estigmatizados en su país de origen, después de tantos años creando y trabajando. Hay una parcela oscurantista de la sociedad que estigmatiza la actividad artística, la ciencia. Descreen de Copérnico y de Galileo; dicen: “La Tierra no es redonda, la Tierra es plana”, y así como dicen eso, afirman: “Las vacunas no funcionan”. Entonces, la ciencia, la cultura y las artes la tienen cada vez más difícil en esta época.
A pesar de esto, te sentís en estado de poesía.
Siempre. Porque el estado de poesía, para mí, es como si fuese la negación de un estado burocrático. El estado de poesía es un sentimiento permanente de superación, es valorar la subjetividad, las subjetividades, en plural. Valorar el sentimiento amoroso, el afecto. El estado de poesía es vivir apreciando permanentemente las subjetividades.
Chico César se presenta esta noche y mañana en el Festival Medio y Medio, en Punta Ballena. Avenida del Parador Viejo y Brisas del Mar, Portezuelo. Las presentaciones son al aire libre a las 21.30.