Hay ciertos rasgos comunes en aquellos libros que reúnen trabajos dispersos de un autor –ensayos, discursos, ponencias, artículos, prólogos, semblanzas, etcétera–, elaborados con el correr de los años y que, por las más variadas razones –imposición editorial, estrategia para engañar una sequía creativa, imperiosidad póstuma (o in extremis)–, se reúnen en un volumen que pasa a integrar la bibliografía del escritor de marras. Esos libros, por la sustancia propia de los materiales que los integran, totalmente válidos en sí mismos pero con un innegable dejo espurio, habilitan aproximaciones lectoras más heterodoxas. El escritor argentino Juan José Saer, que supo publicar algunas obras de esa guisa, recomendaba aproximarse a tales libros como un flâneur, como un distendido paseante de la ciudad que detiene la vista en determinada moldura, en la forma de cierto artesonado, en la mancha que exhibe un pretil o en un detalle preciso de la estatua de la plaza –los ollares del caballo, un dibujo en el blasón, la rúbrica de una paloma en la barba de bronce del jinete–, sin reparar en el todo del entramado urbano.

La fuente de la autoestima, último libro publicado en vida por la premio Nobel de Literatura Toni Morrison (1931-2019), cumple con creces lo expresado anteriormente, pues los ensayos, discursos y semblanzas que lo integran habilitan una lectura discontinuada del volumen. La desordenada suma de las partes subraya la constancia en la reflexión sobre ciertos temas a los que la autora de las celebradas novelas Ojos azules (1970) y La canción de Salomón (1977) volvió una y otra vez con el paso de los años, subrayando así el constante arte de pensar.

Temas

Dividido en dos partes –“La patria del forastero” y “El lenguaje de Dios”–, separadas por un interludio llamado “Materia(s) negra(s)”, La fuente de la autoestima se compone de textos escritos en varias décadas, desde la participación de la autora en un simposio sobre el bicentenario de Estados Unidos de América (“Habitantes morales”), organizado por la Universidad de Pensilvania, en 1976, a la conferencia “Adiós a todo eso. Raza, sustitución y despedida”, pronunciada en abril de 2011 en el Instituto Radcliffe de Estudios Avanzados de Cambridge.

Aunque la creación literaria, la propia y la de otros autores, está presente en la mayoría de los textos, a veces en primer plano y otras en sordina, en esta generosa compilación de textos Toni Morrison aborda temas de candente actualidad como la inmigración, los derechos humanos y la circulación del dinero, además de lo que podría considerarse el tema insignia de su obra de ficción, a saber, la problemática de la población negra en Estados Unidos, sobre todo de las mujeres, asunto especialmente logrado en la brillante novela Beloved (1987), basada en la vida de Margaret Garner, la esclava afroestadounidense que en 1856 huyó del estado de Kentucky al de Ohio, donde la esclavitud ya había sido abolida.

Mojones

Entre los cuarenta y pocos textos que integran La fuente de la autoestima hay verdaderos mojones del constante arte de pensar de Toni Morrison, como “La defensa de las artes”, un escrito que había permanecido inédito hasta su inclusión en este volumen, en el que la autora desmenuza la relación entre el artista y el público, mediada por el concepto de mercado, el siempre espinoso apoyo del Estado y lo que suelen hacer (generalmente para mal) las zarpas de los políticos cuando se meten en el medio. El inicio del ensayo es una clara muestra de la precisión expositiva de Morrison para introducir al lector en el asunto, sin vueltas: “Siempre que alguien se pone a pensar en el apoyo a las artes, de inmediato surge un obstáculo complejo: los artistas tienen la pésima costumbre de ser resistentes, y esa resistencia nos engaña y nos lleva a creer que, en líneas generales, el mejor arte llega a hacerse realidad de todos modos, y que de entre ese gran arte lo sublime perdura de todos modos. La impresión pública e incluso académica es que nada, ni siquiera la catástrofe social o personal, impide el avance y la producción de obras de arte intensas y maravillosas”.

En otros textos, Morrison se revela como una finísima lectora de las obras de sus colegas, como en ‘La patria del forastero’, una conferencia pronunciada en 2002 en la Universidad de Toronto, en la que parte del concepto de desplazamiento territorial para introducir el estilete del análisis en la cuestión de África como escenario para las obras de ficción. Así, a esa África literaria que puede hallarse en libros de Joseph Conrad, Isak Dinesen, Saul Bellow y Ernest Hemingway, antepone el universo de la novela Le regard du roi (1954), del escritor guineano Camara Laye (1928-1980), una suerte de anverso de El corazón de las tinieblas, en la que se problematiza el concepto de “extranjero” en relación con un continente donde el sentido de pertenencia siempre está atravesado por la expansión colonial y el dominio de la “civilización” y sus representantes.

El volumen incluye otros textos más personales, en los que la materia autobiográfica ilumina aspectos de su propia obra (como “Sobre Beloved”, en el que parte de su “compleja relación con la historia” para iluminar las claves de un texto de ficción), o una “Elegía por James Baldwin”, pronunciada en la Catedral de San Juan el Divino, de Nueva York, el 8 de diciembre de 1987, a la muerte del autor de Otro país (1962), un escritor con el que Morrison dialoga en más de un aspecto y al que tributa un sentido agradecimiento (“¿Sabías lo mucho que necesitaba tu lenguaje y la mente que le daba forma? ¿Sabías lo mucho que dependía de tu tenaz coraje para que domara la jungla por mí?”).

Libro de notoria densidad temática y luminosa cualidad argumentativa, La fuente de la autoestima es mucho más que el legado (esa palabra tan cara a los editores para vender piezas póstumas) de una notable escritora, y se constituye en una pieza clave de su biografía intelectual.

La fuente de la autoestima, de Toni Morrison. España, Lumen. 462 páginas. Traducción de Carlos Mayor.