De acuerdo a la mitología griega, el rey Midas gobernaba Frigia y tenía todo lo que su corazón deseaba, excepto oro. Porque nunca se tiene suficiente oro como para dejar de desearlo. Resultó que un día este gobernante fue muy hospitalario con Sileno, quien formaba parte del entourage de Dionisio. Y como recompensa, el dios del vino le concedió un deseo.

La mayoría de ustedes conocerá el resto de la historia: Midas pidió que todo aquello que tocara se convirtiera en oro. Un deseo que, como suele ocurrir en estas historias, tenía su trampita. Cuando Midas quiso comer una fruta y la tomó entre sus manos, se volvió de oro. Así con cualquier alimento que se llevara a la boca. Temiendo morir de hambre, pidió que le retiraran el don y así ocurrió, luego de un baño en el río Pactolo.

Pero ¿qué pasaría si el toque de Midas hubiera sido tan poderoso como para causar una catástrofe global? Hace algunos años un guionista con mucha imaginación decidió escribir esa historia. Pero antes de hablar de La piel de Midas (The Midas Flash), hablemos un poco de Ryan North.

Su propia aventura

North logró cierta popularidad gracias a Dinosaur Comics, una tira que publica en internet desde 2003 y que cuenta con una particularidad: como lo suyo no es el dibujo, las viñetas son siempre las mismas. Dinosaurios tomados de alguna base de cliparts aparecen en la misma posición y lo único que cambia son los globitos de texto. Así este canadiense muy alto y bonachón hace humor y comparte sus ideas más delirantes.

En una, por ejemplo, los dinosaurios especulaban sobre una máquina que te revelaba cómo ibas a morir. No cuándo, sino cómo. Para peor, el resultado era vago, así que “vejez” podía significar morir a los 99 años o al día siguiente, atropellado por un auto conducido por un anciano. Esa tira fue tan popular que se publicaron dos antologías de cuentos escritos por autores de todo el mundo sobre tan peculiar artilugio, tituladas La máquina de la muerte y Así es como te mueres. La primera estuvo disponible en las librerías uruguayas.

Dejando bien en claro que lo suyo es la imaginación, pero también el humor, North escribió tres libros en formato “elige tu propia aventura” ambientados en el universo de William Shakespeare: Ser o no ser, Romeo y/o Julieta, y William Shakespeare golpea a un maldito tiburón y/u otras historias.

Ahora que conocen a Ryan, volvamos a La piel de Midas, recopilada más tarde simplemente como Midas, y veamos cómo se apropió del mito para contar una aventura de ciencia ficción, con mucha ficción y también con algo de ciencia.

La frontera final

La acción comienza en el espacio, en una nave espacial tripulada por dos mujeres humanoides y una especie de velociraptor que usa corbata y lentes. Estos tres personajes se dirigen a un planeta desconocido, prohibido, que la narración identifica como la Tierra. Un planeta completamente cubierto de oro.

En esta realidad todo ocurrió igual que en el mito. Pero al recibir sus poderes, Midas no sólo transformó en oro lo que tocó, sino todo lo que estaba en contacto con aquello que él tocó. Así que en pocos segundos toda la superficie del planeta se transmutó en el metal precioso.

La misión de los tripulantes de la nave será, entonces, localizar en primera instancia el objeto catalizador de la transformación, que resultará ser un rey en perfecto estado de conservación, ya que las bacterias que lo tocan también se convierten en oro. Con ayuda de campos de fuerza lograrán cortarle un dedito y a partir de él descubrirán que la capacidad mágica continúa activa.

El mérito de North está en salpicar el guion de pequeñas instancias de método científico, usado por los protagonistas para encontrar a Midas, tener acceso a él, conseguir un fragmento de su anatomía y luego decidir qué hacer con eso, en medio de un conflicto con una federación planetaria que poco se parece a la de Star Trek y mucho al imperio de Star Wars.

No tardarán en surgir los conflictos éticos, como la idea de “dejar caer” el dedo de Midas sobre el planeta de origen de la federación. Pero también habrá tiempo para los conflictos bélicos, porque la incursión en la Tierra hizo saltar toda clase de alarmas entre quienes querían mantener al planeta (y a Midas) en secreto.

Pese a que la trama incluye momentos oscuros, como muertes y alguna mutilación, el trabajo en los dibujos de Shelli Paroline y Braden Lamb hace que siempre esté presente el aspecto más lúdico de las ideas de North. Combinando líneas claras con un toque cartoon, que se acrecienta con el uso de los colores, hacen que toda la acción sea muy fácil de seguir.

Con el correr de los ocho episodios parece que Fátima, Cooper y Joey (las mujeres y el dinosaurio) están metidos en un problema cada vez más grande, y que ese genio de la lámpara que liberaron es cada vez más difícil de devolver a su sitio de origen. ¿Existirá alguien capaz de ayudarlos?

El final de la historia tiene un poco de deus ex machina, pero es que todo comenzó con una visita de los dioses al mundo de los mortales, así que no debería extrañarnos. De todas formas, Ryan North nos deja una última lección de termodinámica y el fin del universo como lo conocemos. Y un final “feliz” y optimista, como para cerrar el tomo (o la tablet) con una sonrisa.

Midas, de Ryan North, Shelli Paroline y Braden Lamb. BOOM! Box, 2019, 240 páginas. Disponible en formato digital en Amazon y comiXology.