La historia de cualquier ciudad es también la historia de los fantasmas que la habitan y que, desde el inaprehensible espacio en que se mueven, incorrompidos por el tiempo y ajenos al devenir de la materia, contemplan el paso de los vivos por las mismas veredas, escaleras, puentes, plazas y zaguanes que ellos atravesaron ayer. Si la ciudad que se va a historiar es Los Ángeles, el enclave más populoso del estado de California, fundado por el gobernador español Felipe de Neve en 1781, bajo el nombre de El Pueblo de Nuestra Señora la Reina de los Ángeles, hay que sumar a los espectros del pasado la legión de fantasmas de celuloide que supo engendrar Hollywood, desde el establecimiento de los primeros estudios de cine hasta el presente.

En Al oeste del Edén, el último libro publicado en vida por la escritora y editora Jean Stein (1934-2017), poco antes de saltar al vacío desde un apartamento en un rascacielos de Manhattan, se reconstruye la historia de Los Ángeles a lo largo del siglo XX. Para concretar una tarea que le llevó dos décadas de investigación, entrevistas y escritura, la autora presenta la historia de cinco vidas íntimamente vinculadas a la ciudad luminosa, a través de una suma de testimonios de algunos vivos y de muchos muertos, por lo que el libro termina imponiéndose como un diálogo entre fantasmas. La lectura de Al oeste del Edén se asemeja, en ese sentido, a la emblemática escena inicial de Sunset Boulevard (Billy Wilder, 1950), cuando la cámara desciende sobre el cadáver del guionista Joe Gillis, que flota boca abajo en la piscina, y la voz en off del propio muerto comienza a contar la historia.

Cinco vidas

El entramado de la historia coral de Los Ángeles que escribió Jean Stein traza giros engañosos en el tapiz, dando forma a figuras que se cruzan de un capítulo a otro y alimentan testimonios que en ocasiones confirman lo que otra voz dijo antes, o simplemente lo niegan. El elemento unificador del relato lo constituye cada una de las mansiones en las que vivieron los biografiados, por lo que la forma concreta en que la autora presenta las vidas es a través de la ubicación geográfica, específica, en el complejo mapa de una ciudad en permanente expansión.

Jean Stein cuenta las vidas de Edward L Doheny (1856-1935), el magnate petrolero que inspiró al protagonista de la novela ¡Petróleo! _ (1927), de Upton Sinclair, y la premiada película _There Will Be Blood (Paul Thomas Anderson, 2007); Jack Warner (1892-1978), el mítico fundador y presidente de los Estudios Warner; Jane Garland (1933-2016), una aspirante a actriz psíquicamente desequilibrada que sólo actuó en la película Lady in a Jam (Gregory La Cava, 1942); Jennifer Jones (1919-2009), protagonista de films como Duel in the Sun (King Vidor, 1946) y Jennie (William Dieterle, 1949); y, finalmente, la del propio padre de la autora, Jules Stein (1896-1981), un reputado oftalmólogo que un día fundó la Music Corporation of America, cambiando para siempre la industria musical estadounidense.

Lejos del panegírico y el relato en bronce, la conjunción de testimonios que presenta Al oeste del Edén disecciona a un puñado de vidas con raptos de genialidad pero también con innegables momentos de bajeza. Ese tono falsamente distante, clínico a ratos, en el que la suma de voces se asemeja a la lectura de las actas de un juicio o la transcripción de un relevamiento de testigos, es uno de los grandes hallazgos del libro. La voz –la escritura– de Jean Stein se encuentra falsamente silenciada por la acumulación de voces ajenas, que a lo largo de 20 años se dejaron apresar por el grabador de la autora.

Montaje

El gran arte de Jean Stein en Al oeste del Edén no es el registro y la puesta en papel de la gran cantidad de personas que entrevistó, lo que en definitiva podría hacer cualquier estudiante de periodismo medianamente competente, sino el montaje que realizó con los materiales obtenidos. Esta crónica coral, destinada a hacer añicos la mitología que rodea a la ciudad de Los Ángeles, suma a las voces conocidas de figuras como Jane Fonda, Dennis Hopper, Joan Didion, Lauren Bacall, Frank Gehry, Gore Vidal y Warren Beatty las de mayordomos, choferes y cuidadores de jardines, por completo desconocidos para las marquesinas pero que atisbaron, en su trato diario con magnates, herederos y empresarios exitosos, las veleidades y complejidades que van de la mano del genio y la fortuna.

Entre todas las escenas que atraviesan el libro, y a modo de cierre de este acotado comentario, quiero detenerme en dos momentos. El primero tiene que ver con la portada de Los Angeles Times del 10 de noviembre de 1967, donde se relata el fallido intento de suicidio de Jennifer Jones en una playa de Malibú. Cerca de los 50 años, la actriz, que había enviudado un par de años antes del productor David O Selznick, con quien tuvo una hija, es retirada del mar en una camilla, en una imagen muy poco glamorosa, reverso y contracara de una foto exhibida unas páginas antes: la estrella en su período de mayor esplendor, nadando vestida en una piscina de la mansión de Joseph Cotten, durante una fiesta interminable. El otro momento ocurre sobre el final del libro y lo relata Dorothy Stevens, empleada de los Stein en su mansión de Beverly Hills. Estamos en la década de 1970; el barrio se ha reconvertido y las viejas residencias, en manos de los nuevos ricos, han adquirido un renovado esplendor. Una tarde, una anciana se presenta en la verja y le solicita al personal que la deje entrar, que quiere recorrer la parte posterior de la finca. Dice ser la señorita Katharine Hepburn y guardar gratos recuerdos de aquel lugar, en el que vivió varias décadas antes. Los guardias acceden a abrirle y la escoltan en la recorrida, en la que la antigua estrella les va contando cómo era el terreno cuando se fue a vivir allí (ciervos en el erial y serpientes que ella misma mataba a escopetazos) y cómo, en definitiva, todo cambia, se desvanece y regresa. Como los fantasmas.

Al oeste del Edén. En un lugar de Estados Unidos, de Jean Stein. Barcelona, Anagrama, 2020. 384 páginas. Traducción de Amado Diéguez.