Temporada rara esta, la de 2021, descartada la presencia de argentinos por razones sanitarias pero llenita de chapas montevideanas y de otras letras que no eran tan comunes en el este, o que quedaban solapadas en el total. Tráfico tranquilo de autos y de modas, la farándula de la otra orilla no pudo imponer este año ni sus estilos, ni sus dichos nuevos, ni las tendencias, y no se escuchan los clásicos “¿Qué decís, chabón, no puedo estacionar acá?”, “No me querrás decir que está cerrado el boliche, no me vengás con pavadas”.

El voseo porteño estable (es decir, en todas las formas gramaticales disponibles, en competencia con el tuteo), influencia lingüística apoyada en la ponderación de esa urbe cosmopolita como centro de modernidad y auge de la región del Río de la Plata, está descartado de plano. Vamos, entonces, a los turistas que veranean en nuestras costas este año: todos uruguayos. A excepción de los locales de Maldonado y Rocha, que reciben la gran avalancha de los veraneantes y pertenecen a una zona del país denominada alguna vez como ultraserrana, todos esos hablantes del país comparten los usos voseantes en general (aunque con algunas valoraciones diferentes en algunos tiempos, como el de uno de los ejemplos citados más arriba, que no es tan bien visto y sería reemplazado por un “no me vengas con pavadas”).

En este momento se vuelve tentador comparar estos dos departamentos, que conservarían el tuteo como la forma preferente. Empecemos por Rocha. Como uruguayos fieles a las tradiciones, hay que decir que siempre hemos mirado a este departamento (incluso como tema de mesa con las abuelas, de pequeños) como la capital del tuteo y, desde esa mirada, como el lugar en que se habla “el mejor español de nuestro país”. La pureza del idioma conservada por haber estado históricamente más alejado de los movimientos poblacionales, y lingüísticamente abanderado como tal: bien denominado por Rafael Albertoni en su tesis de maestría (2016) como el lugar “Donde nace el tú de la patria”. Esta idea sigue vigente en nuestra sociedad, ya que recientes sondeos mostraron que es la segunda variedad valorada como la mejor, luego de la montevideana (Elizabeth García de los Santos, 2014).

Estudios realizados en Rocha por Joseph Weyers (2014) han puesto de manifiesto que ni la publicidad proveniente de la capital del país ni los turistas han podido influir en los usos locales tuteantes. Tampoco la ola generacional adolescente, que podría impulsar el uso del voseo como un elemento característico de la modernidad y la juventud. Y no es que se rechace cuando se escucha o se lee, sino que, directamente, no es adoptado.

En cuanto a lo que sucede en Maldonado, de tanto ver hacia el este no nos hemos percatado de que el uso del tuteo también ha prevalecido en casi todas las ciudades que forman parte del departamento: San Carlos, sin lugar a dudas, como elemento de fuerte identificación cultural, Aiguá, Pan de Azúcar, Gregorio Aznárez y Piriápolis. No obstante, la situación en la capital departamental, que había sido históricamente tuteante, ha cambiado a lo largo de estos años. Los fernandinos de siempre, azorados por el voseo y el tono canchero de los porteños, eran capaces de detectar estas formas de tratamiento que veían como algo que se escuchaba sólo en la temporada y en algunos programas que se empezaban a emitir desde la vecina orilla. También los fernandinos se sentían diferentes cuando iban a estudiar a Montevideo, algo similar a lo que sucede en Rocha actualmente.

Sin embargo, las migraciones internas que han traído en estos últimos años pobladores desde todo el país, debido, entre otras cosas, a la oferta laboral y educativa, provocaron movimientos lingüísticos en este sentido y convirtieron a la ciudad en un interesante fenómeno para analizar. ¿Será este, quizá, un factor a tener en cuenta para comparar lo que sucede en ambos departamentos? Los que llegan de otros lugares expresan que han tenido que adoptar los usos tuteantes de la ciudad para desenvolverse en ámbitos sociales, sobre todo en lo laboral y educativo, pero han conservado el voseo para los círculos más íntimos, como la familia. Y los que han vivido toda la vida en la ciudad han adoptado las formas voseantes que vienen en las valijas de los nuevos vecinos. ¿Será una actitud camaleónica con la intención de acomodarse lingüísticamente a las circunstancias y tratar de aparentar las diferencias para sentirse más próximo del otro?

Como espías de las redes, podríamos llegar a notar y anotar peculiaridades que se escuchan en Maldonado. Por ejemplo, personas que en su habla diaria utilizan frases tuteantes y voseantes en la misma conversación, incluso con frases ya impuestas como “¿Qué dices tú?” o “¿Cómo andas tú?”, que enfatizan el pronombre, o el clásico “Tú sabes que”, usado para introducir nueva información al diálogo. El tuteo, además, es fuertemente usado por adolescentes, aunque transiten la edad considerada más fértil para los cambios.

En una investigación reciente de profesoras del Instituto de Formación Docente de Maldonado (Cabrio, Isoco y Holt, apoyada por los fondos Pradine del Consejo de Formación en Educación en 2020) sobre las preferencias lingüísticas de los estudiantes de Magisterio, se concluye que la proyección para el departamento muestra que se usará y ponderará el tuteo por unos cuantos años más. Los estudiantes que actualmente hacen su formación de grado para ser maestros de educación primaria manifestaron que el de los usos no es un aspecto tan importante a estudiar dentro de su formación: se da por hecho que “en la escuela se utiliza el tuteo” o “no se corrige el voseo que utilizan los niños, pero se les presentan las formas tuteantes para comparar sus producciones”. O sea que estas preferencias siguen bastante estables en el departamento en el ámbito educativo, pese a las migraciones internas y la afluencia de turistas porteños.

Las profesoras consideran que, al ser la formación lingüística inicial una de las más potentes en la biografía de un hablante, se puede proyectar que en Maldonado se seguirá tuteando, y que esa forma competirá fuertemente con el voseo para las situaciones más informales de comunicación. Además, el estudio reveló que la mayoría de los estudiantes encuestados preferían el tuteo para usarlo en todos los círculos sociales (laboral, familiar, de estudio y amistad).

La descripción de los usos cotidianos de los fernandinos resulta atractiva en cuanto puede asemejarse a un laboratorio en ebullición que es parte de la variedad del español en Uruguay. Mientras se lo siga viendo desde la centralidad capitalina no se abarcará la totalidad de sus características. En esta nota comparamos dos zonas bastante conocidas, pero si recorriéramos otros puntos del país podríamos preguntarnos si existe un mapa lingüístico actual de los usos de las formas de tratamiento de cada rincón geográfico.

Me atrevo a responder que no (el último, o el único, fue el de José Rona en 1968, y algunas descripciones generales fueron detalladas por Adolfo Elizaincín y Luis Behares en la década de 1980). Además, me atrevería a decir que casi todos los estudios de usos y valoraciones lingüísticas tomaron como base las opiniones de los habitantes de la capital. Como uruguayos, ¿no nos interesa saber cómo hablamos, o si hablamos distinto según el origen, o qué pensamos de cómo lo hacemos? No olvidemos que en general (y este no es un mito urbano) nos preocupamos más por corregir que por describir lo que sucede. Sólo me queda preguntar, como fernandina, ¿qué piensas tú de estas mezclas fernandinas? ¿Qué quedará después de la temporada? ¿Y ahora que abren las fronteras?