El que avisa no traiciona: “Lo que empezó siendo un blog puede convertirse en cualquier cosa”, advertía la página de Orsai años atrás. Ahora se está convirtiendo en una película.

Siguiendo la consigna de “matar al intermediario” que el escritor argentino aplicó tanto para la venta de sus libros –que comenzó a publicar por su cuenta en 2007, sin involucrar a editoriales ni distribuidores– como para la revista Orsai, financiada por sus lectores, Casciari vuelve a la cancha, ahora para producir cine.

Con un sistema de autogestión sin precedentes, la comunidad de Orsai logró juntar más de medio millón de dólares en un mes. Pusieron a la venta 6.000 bonos de 100 dólares, que transforman a quien los compra en productor asociado. Esto significa que además de participar en la financiación de la película podrán espiar las reuniones de guion por Zoom y “si en algún momento hay alguna duda respecto del cierre de una escena, todos van a tener una aplicación en el teléfono para votar”, participar en la elección de los actores y aparecer en cameos o como extras por sorteo, además de la representación en festivales internacionales.

No es un golpe de suerte: Casciari y compañía trabajan desde hace una década para generar comunidad alrededor de los distintos productos culturales en los que se embarcan; hay un intercambio constante con los lectores y una historia que se está contando todo el tiempo y de la que todos son parte.

“Es muy divertido como sistema, pero espero además que salga una película buenísima [...] Tiendo a prestarle mucha atención también al español que no tiene la menor idea de cómo hicimos esto y que un día se sienta en el sofá y busca una peli, le tiene que encantar. Es la misma preocupación que teníamos en 2010 con la revista; había una fervorosa necesidad de toda la comunidad de que funcionara un sistema sin publicidad, con distribución propia, pero al mismo tiempo queríamos que la revista estuviera buena, necesitábamos que adentro estuviera Nick Hornby, porque todos se iban a emocionar con la llegada del objeto por la dificultad de esa concreción, pero si adentro era una garcha no iba a estar bueno. Con la peli tenemos esa misma preocupación o esa misma vigilancia; está todo bien, queremos que el sistema sea alucinante, que nos divirtamos un montón con los productores, pero después no podemos decir ‘esto es muy amateur’”, cuenta el escritor argentino.

El único estamento en el que no participa el productor asociado es en la elección de la dirección y el equipo de guionistas, que serán anunciados el 16 de marzo.

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El principio es así: Chiri y Pedro nacieron con tres días de diferencia. Chiri y Hernán son amigos desde chicos y leen a Pedro desde que sacó su primera novela, cuando tenía 28 años: Una noche con Sabrina Love (1998), que fue llevada al cine en 2000 por Alejandro Agresti y protagonizada por una inolvidable Cecilia Roth. Pedro sigue escribiendo libros. Hernán también. Hernán y Chiri deciden hacer una revista desde España llamada Orsai, sin publicidad y financiada por los lectores. La hacen. Llaman a Pedro para que escriba, Pedro acepta. Se hacen amigos. Pedro escribe una novela que se llama La uruguaya que se transforma en un best seller. Chiri y Hernán le compran los derechos para hacer una película y juntan en un mes medio millón de dólares para hacerla.

Esa es la versión corta de la historia. La larga es mucho más divertida.

No hay mucho misterio. Hernán Casciari y Christian Chiri Basilis son amigos desde la escuela. Nacieron en Mercedes, una ciudad de la provincia de Buenos Aires, y desde entonces hacen cosas juntos. “Cosas” incluye una editorial, una revista de periodismo narrativo, una pizzería, una revista infantil, un podcast, una tienda y ahora una máquina para hacer películas.

Sin conocer a Mairal, cada vez que Casciari y Basilis veían la solapa de Una noche con Sabrina Love jugaban a que Pedro se parecía a Chiri; “los dos tienen los ojos para abajo”, dice Casciari.

“Después seguimos leyendo cosas de él, siempre nos gustó mucho como escritor, lo decíamos un montón con Chiri: ‘Nosotros seríamos amigos de este pibe’. Si bien es porteño, tiene un motorcito muy provinciano, o muy entrerriano o muy uruguayo, no es precisamente el típico porteño y nosotros somos de detectar muy bien a los porteños, y Pedro no nos parecía tanto, en su forma de escribir por lo menos. Pedro es muy tranquilo, no es de exagerar, no trata mal a la gente, hay un montón de características por las que definitivamente no parece porteño”, cuenta Casciari.

El 12 de octubre de 2010, cuando estaba a punto de empezar la revista Orsai, se juntaron los tres. “Queremos juntarnos con vos porque queremos proponerte algo”, le dijeron a Mairal, y se juntaron. “Algo” era que escribiera para el primer número de la revista un texto de 4.000 palabras.

“Estábamos a dos semanas de entrar a imprenta y Pedro no entregaba el texto. No lo entregaba y no teníamos tanta confianza para insistirle, éramos muy inexpertos como editores, estábamos haciendo la primera revista. Dos o tres días antes de entrar a imprenta ya teníamos prevista una suplencia porque el texto no llegaba y nos mandó un mail”, dice Casciari.

El mail empezaba diciendo: “Queridos Hernán y Chiri: No voy a poder escribir el artículo que les prometí para Orsai. Les pido disculpas. Sé que habíamos quedado en que se los mandaba el 20 de noviembre pero hoy es 18 y todavía no escribí una línea y hoy tengo que escribir la columna para Perfil, preparar una charla sobre el Adán Buenosayres, del que sé bastante poco, y mañana tengo que grabar una entrevista con Alberto Díaz, el editor de Saer, para un programa de televisión. Se me fue el tren. El de hoy y el de mañana. No puedo escribir más. Estoy como un Supermán que ya no puede volar porque perdió la fe. No les siento fuerza a mis palabras y estoy asqueado de pensar en mí. Hace un mes que estoy pensando cómo encarar esto”.

“Y sigue el mail, sigue el mail, yo se lo leía en voz alta a Chiri y estábamos muy desilusionados. En un momento Chiri me dice: ‘¿Cuántos caracteres tiene el mail?’, y empezamos a contar y eran exactamente 4.000 palabras, una disculpa de 4.000 palabras que para mí es una especie de manifiesto generacional sobre lo que nos cuesta concentrarnos. En el primer número de Orsai hay un texto de 4.000 palabras de Pedro que se llama ‘Un mail’, es increíble lo que dice y cómo se adelanta a lo que nos está pasando, que cada vez tenemos menos concentración para escribir, que cada vez estamos más fragmentados y nos resulta cada vez más complicado centrarnos en una historia”, relata Casciari desde su casa en Buenos Aires.

“Chiri, Hernán, ¿qué hacemos? ¿Cómo seguimos? Yo ya no puedo escribir. Cuando recibí su mail preguntándome si después de Frankfurt iba a pasar por Madrid, había leído en Orsai que se venía la revista y me dieron ganas de que me pidieran un texto. Almuerzo en Madrid, Cuesta San Vicente, dos de la tarde. Yo a Chiri lo había visto un par de veces hacía siete años, pero a vos, Hernán, no te conocía. ¿Los iba a reconocer? Ahí estaban ya con el tubo de tinto a media asta. [...] Muchas cosas, y después de los tintos, un whisky doble. Un pedalín de esos hermosos, diurnos, tan distintos a los pedalines nocturnos que terminan a oscuras”, sigue Marial en “Un mail”.

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Una década más tarde de ese encuentro en Madrid y con un lote de historias en común atrás, Casciari y Basilis compraron los derechos de La uruguaya (2016), la novela de Mairal que siguió a Salvatierra (2008).

Es una novela que narra la Argentina del dólar blue, de los cruces al otro lado del charco para zafar de la crisis cambiaria, a través de la historia de Lucas Pereyra, un escritor en crisis que viaja a su Montevideo idealizada por un día a buscar el adelanto de un libro y al encuentro de Magalí Guerra, una uruguaya a la que conoció en un encuentro literario.

“La literatura de Pedro es sumamente amigable, tiene una prosa que a mí me gusta mucho, porque me gustan las prosas cuando no son pretenciosas, que trabajan realmente sobre la historia y nunca están diciendo ‘ay, qué inteligente que soy’. Pedro escribe como un animal, es un enorme poeta, y ahora además está incursionando en la música y también es bueno. Tiene una sensibilidad muy especial, una mirada única hacia cualquier cosa a la que le preste atención y a mí, en lo personal, me gusta su entonación, no me importa de qué carajo esté hablando. Yo lo tengo dentro de mi cabeza como uno de los grandes escritores argentinos de nuestra generación”, dice Casciari sobre Mairal.

La uruguaya es una novela de búsqueda, en la que Casciari considera que se trabaja de una forma lateral pero muy contundente algo generacional: “Todo lo que pasó entre 2010 y 2015 con el dólar, el cepo, la búsqueda de la clase media para arañar un peso más viajando a Montevideo. Siempre me pareció un concepto muy absurdo y al mismo tiempo muy arraigado, y la forma en que lo cuenta atravesándolo por una crisis matrimonial, también por la llegada del feminismo, porque es un libro tremendamente machista, porque el personaje es machista, esta historia cuenta esta época, un ambiente. Chiri leyó la novela antes que nadie porque Pedro y Chiri se hicieron muy amigos, entonces Pedro le iba mandando partes de la novela, Chiri es uno de los personajes”.

Cuenta Casciari que varios grandes productores quisieron comprarle los derechos de la novela a Mairal: “Por suerte Pedro se bajó de los millones y nos la vendió a nosotros, para poder hacer algo en donde él pudiera participar” y no sólo vender el guion por unos cuantos billetes y desentenderse.

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Transformar el infortunio en épica es un poco así.

Desde el comienzo de Orsai hubo problemas, contratiempos, revistas trancadas en la aduana y hasta un infarto. Y la reacción suele ser la misma: transformarlo en parte de la historia.

“Es una decisión. En general el siglo XX les proponía a las empresas ocultar, solamente mostrar la perfección del resultado, incluso mentirlos, ese fue durante muchos años el marketing, el marketing fue mentiroso; a mí no me parece mal difundir un proyecto, pero si nos ponemos de acuerdo en que el marketing sea genuino, en ese lugar me gusta el marketing, me parece que las cosas que pasan que son obstáculos, primero que nada, hay una cuestión que es básica: que el obstáculo se soluciona con mucha gente pensando sobre el obstáculo”, dice Casciari.

La cuenta bancaria que Casciari y Basilis iban a abrir en Montevideo estaba demorada y no tenían un lugar para que los productores asociados de este país hicieran sus depósitos: pidieron consejos a su comunidad de lectores sobre cómo solucionarlo.

Un tal Sebastián dijo que podía prestarles su cuenta hasta que lo solucionaran y les pasó la contraseña de su home banking, donde tenía todo su dinero depositado.

Sebastián era Papelito Fernández, el gran delantero del Club Nacional de Fútbol y de la selección uruguaya.

“Nos encontramos abajo de una baldosa bichos parecidos, estamos muy contentos, porque no fue solamente ese préstamo del home banking, sino que ya nos llamamos y hablamos de la peli. Yo podría haber ocultado esa información, pero era mentira. Todo se convierte en algo bueno cuando decís la verdad, en general, todo lo que pase va a ser real, incluso pueden pasar cosas no tan buenas, pero no va a ser la cosa no tan buena de un mentiroso, y eso me parece que lo cumplimos más que nada porque es demasiada mochila mentirle al otro, tenés que llevar un Excel de mentiras y para un perezoso no hay nada más lindo que la verdad”, dice Casciari.

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“Hay algo de enorme felicidad para mí en conversar con Chiri, no en laburar, y para poder conversar todo el tiempo de formas diferentes, para que esa conversación evolucione, para que no seamos esos amigos que hablan todo el tiempo del viaje de egresados, de cómo nos emborrachábamos cuando éramos jóvenes, de anécdotas que pasaban a los 15, para que no pase solamente eso encontramos una excelente excusa: una usina de cosas que nos pasen. Para nosotros el trabajo es la excusa para conversar de manera evolucionada, para poder seguir conversando, no hay más que eso, nunca nos peleamos ni nada porque nos chupa un huevo la parte laboral, lo que está bueno es conversar de eso después de todo eso: “¿Te acordás cuando hace dos años Papelito Fernández nos prestó el home banking?”.