La semana pasada el criptoarte comenzó a ser noticia en medios de prensa de todo el mundo debido al anuncio de que una obra de arte digital se subastaba en la famosa casa Christie’s y ya había quien ofrecía 3 millones de dólares por ella.
Se trataba del collage digital “Everydays - The First 5.000 Days”, obra del autodidacta Mike Winkelmann, conocido como Beeple. La pieza consistía en un collage de 5.000 imágenes creadas durante esa cantidad de días desde 2007. El precio de venta subió hasta la exorbitante cifra de 69,3 millones de dólares, convirtiendo a Beelple en el tercer artista vivo más caro del mundo, detrás de Jeff Koons y David Hockney, según cuenta El Mundo.
Unos 22 millones de personas presenciaron los momentos finales de la subasta a través de una transmisión por internet. ¿La respuesta de Beeple cuando se enteró del precio final por su obra”? “Holy fuck”.
Lo que se subastó no fue otra cosa que un archivo de imagen digital, pero lo que lo hace valioso es el uso de la tecnología NFT (por token no fungible), la misma que utilizan las criptomonedas, que certifica su autenticidad. De hecho, este también suele ser el medio de pago en las recientes y millonarias ventas de arte digital.
El precedente más cercano puede encontrarse en el mundo de la fotografía. Mientras que un cuadro o una escultura son únicos, con un mismo negativo fotográfico pueden imprimirse innumerables copias. Por esa razón, los artistas de esta disciplina limitaban la cantidad de impresiones y emitían certificados de autenticidad junto a las imágenes, como recuerda Business Insider.
Los NFT podrían incluir contratos inteligentes que beneficiarían a los artistas ante la reventa de sus obras, algo comprendido en el Acuerdo de Transferencia de Derechos Reservados del Artista, creado en 1971 pero usado sólo en contadas ocasiones. Algo así como los derechos de formación de un futbolista que se transfiere, y que en estos casos sería imposible pasar por alto.
Mientras tanto, algunos hablan de una burbuja que crece a una velocidad insostenible. Alex Preukschat, fundador de Blockchain España, dijo a El País de Madrid que todo esto le recuerda a “la burbuja de los tulipanes”, la primera gran burbuja especulativa de la era moderna, que tuvo lugar en Países Bajos en el siglo XVII. “Mucha gente ha ganado mucho, y cuando la gente se cree rica toma decisiones muy diferentes a las que toma cuando es pobre”.
Por otro lado están quienes señalan el aspecto menos divulgado de las criptotransacciones, que es la cantidad de energía que consumen estas tecnologías, y que las hacen inviables a largo plazo. Estudios de consumo de energía realizados por Digiconomist estiman que las computadoras destinadas a resolver problemas informáticos a cambio de bitcoins consumen alrededor de 77,8 TWh por año, lo mismo que un país como Chile.
De todos modos, desde el Cambridge Center for Alternative Finance señalaron que Bitcoin todavía consume menos energía que la que se desperdicia en electrodomésticos inactivos en Estados Unidos.