Está todo bien con los videojuegos que exigen al máximo el rendimiento de nuestra computadora personal. Esos en los que somos un mercenario, un sicario u otra clase de persona con un rifle en las manos y debemos cumplir misiones en los que los gráficos realistas son fundamentales para creernos tanta muerte y destrucción.
Pero algunos días solo queremos hacer llover.
Para esos días, Unbound Creations acaba de sacar un videojuego sencillo, con una mecánica muy simple y un máximo de cuatro botones para apretar (además de las flechas de movimiento). Su estética simpática y sus personajes esconden una pícara crueldad, y ya llegaremos a ella, pero lo más importante es que proporciona varias horas de diversión a un precio accesible y sin fundirnos el cerebro ni la motherboard.
Se llama Rain On Your Parade (“llover en tu desfile”), un homenaje a la famosa canción del musical Funny Girl en la que Barbra Streisand pedía por favor que no lloviera en su desfile (“Don’t rain on my parade”). Como en esta ocasión encarnamos a una nube cargadísima de agua, sí que lloveremos, sobre desfiles y muchísimos sitios más.
Como sucede en esta industria, un elemento clave es la “jugabilidad”, que aquí está presente a través de una gran cantidad de niveles, o lo que los veteranos llamaríamos “pantallas”, con una dificultad creciente equivalente al pulso que le vamos tomando a la nubecita que deja caer su contenido líquido mediante el uso de la barra espaciadora.
El objetivo, en casi todos los casos, es arruinarles el día a los humanos con nuestra lluvia, a la que más adelante se le sumarán truenos, nieve y hasta la capacidad de generar un tornado. Los gráficos son perfectos para esta clase de tareas, con las ciudades y las personitas representadas con inocencia digital, mientras que nuestro protagonista es literalmente un cartón pintado sostenido por dos hilos. La mezcla de ambos estilos no debería funcionar, pero funciona.
Otro punto fuerte del juego reside en la imaginación que pusieron sus creadores para darle a nuestra nubecita un montón de tareas diferentes para hacer. Primero, claro, mojar a las personas. Pero luego habrá fuentes para llenar, árboles que hacer crecer, incendios que apagar y otros fines simpáticos para el agua que llevamos de aquí para allá. Hasta podremos absorber nuevos líquidos con los que provocar los incendios que antes apagábamos, o arruinar cosechas con lluvia ácida.
Cada nivel tendrá uno o más objetivos que será necesario completar para seguir adelante, mientras que aparecerán otros que simplemente nos harán ganar más estrellitas. ¿Para qué sirven las estrellitas? Pues para acumularlas. ¿Qué clase de pregunta es esa?
Toda nuestra travesía, que se puede completar en un tiempo relativamente corto comparado con el que insumen videojuegos de mundo abierto, está empapada (guiño) de humor. Nada es tomado muy en serio, ni siquiera el malvado enemigo que aparece de vez en cuando a molestarnos. Hay un puñado de aliados que nos piden cosas o nos explican el funcionamiento de las habilidades que adquirimos y mientras tanto bromean sobre las microtransacciones (que el juego NO tiene), el clásico videojuego Frogger y hasta el muro de Donald Trump.
En cuanto nos acostumbramos a una mecánica, aumenta la dificultad, se agrega un botón al teclado o la mecánica del juego cambia en medio de una pantalla. Tenemos, por ejemplo, una misión que recuerda justamente a juegos como Metal Gear Solid, pero también a The Legend of Zelda e incluso al viejo y querido Arkanoid. También hay un nivel que reconstruye la oficina de Dunder Mifflin, en la que se desarrolla la sitcom The Office pero con diferencias suficientes como para que los autores no sean demandados.
Y para matizar todo eso, se intercalan niveles con el único objetivo de sumar la mayor cantidad de puntos y ver qué tan bien quedamos en la calificación mundial. Uno de ellos, por ejemplo, consiste en quedarse quieto sin tocar una sola tecla. Prohibido para impacientes.
En cuanto a la pícara crueldad, hay un nivel en que tenemos que extinguir a los dinosaurios a puro trueno, tornado, lluvia y nieve. Y los pobres chillan cuando los hacemos desaparecer. Hablando de esto, el aspecto sonoro también está bien cuidado, aunque conviene bajar el volumen de la música de fondo, sobre todo si nos enganchamos y vamos a estar jugando varias horas seguidas. Puede suceder.
Hay una “gran historia”, que un abuelo le cuenta a su nieto, acerca de la nubecita y su mundo, pero es lo menos importante. De hecho, tenemos varios caminos posibles hasta llegar al final, y se puede terminar el juego dejando pantallas sin jugar, que nos estarán esperando más adelante. Lo bueno es que después de terminar Rain On Your Parade se habilita un modo especial en que cada pantalla incluye nuevos objetivos con más estrellitas para acumular. No vuelvan a preguntar para qué sirven las estrellitas.
Este es un juego que admite la repetición, pero en sesiones cortas, como los que cargamos en el celular y abrimos si tenemos un tiempo muerto. En la computadora, al menos para mí, correr un juego es un “evento”, así que difícilmente lo revisite una vez que terminé la gran misión. Pero esas horas jugadas realmente valieron la pena. Y no puedo hacer más que recomendarlo.
Rain On Your Parade, que también se encuentra bajo la deliciosa traducción al español de Aguafiestas, puede adquirirse en Steam a unos 330 pesos uruguayos. También está disponible para Xbox One y Nintendo Switch.