Uno no debe juzgar los libros por su portada. Ni siquiera los de historietas. Eso no significa que las portadas tengan que pasar desapercibidas. Sobre todo, una que con enormes letras blancas sobre fondo oscuro nos avisa que HAY ALGO MATANDO NIÑOS.

Existe una larga tradición de cómics “de terror”, hablando de género y no de calidad. A mediados del siglo pasado, el mercado estadounidense estaba repleto de historietas de crímenes reales y de monstruos imaginarios. Tantas, que fueron utilizadas como ejemplo por el psiquiatra Fredric Wertham para explicar el aumento de la delincuencia infantil. La consecuencia de esta denuncia, plasmada en el infame ensayo La seducción de los inocentes (1954), fue que las revistas sufrieron una censura increíble. Si querían llevar el sello de aprobación que facilitaba su venta en los quioscos, los buenos siempre tenían que ganar, los malos siempre tenían que pagar por sus delitos, y estaba prohibida cualquier aparición de vampiros y otras criaturas horrorosas.

Con el tiempo, la Autoridad del Código de Cómics (la que daba o negaba el sellito) flexibilizó sus parámetros, hasta desaparecer. Algunas editoriales identifican al público objetivo en la portada, con sistemas de rating parecidos a los del cine, mientras que otras confían en su público, que ya no es tan niño y mucho menos compra sus historietas en el quiosco.

Las historias de terror volvieron al noveno arte y una figura fundamental en estos últimos años es James Tynion IV, guionista que se hizo conocido en títulos relacionados con Batman, pero que al mercado independiente llegó con ganas de asustarnos a todos. Entre 2014 y 2017 publicó The Woods junto a Michael Dialynas en Boom, su editorial de cabecera, la misma que desde 2019 publica su Something is Killing the Children, serie que acaba de llegar en español a nuestras librerías gracias a Planeta Cómic.

Todo comienza con un grupo de jovencitos que juegan a “Verdad o reto”, lo que aquí conocemos como “Verdad o consecuencia”. El reto de salir en medio de la noche hasta la cañada bajo el puente tiene consecuencias gravísimas: todos los participantes aparecen muertos en circunstancias muy violentas, excepto el pobre James. No es el primer caso de niños y preadolescentes desaparecidos o muertos en la localidad de Archer’s Peak, Wisconsin. La diferencia es que ahora la ayuda viene en camino, si es que podemos calificar así a una joven de ojos grandes llamada Erica, que se baja del ómnibus con la no muy secreta misión de terminar con aquello que amenaza a los habitantes más pequeños del pueblito.

En esta clase de narrativas, en formato audiovisual, novela o historieta, hay una decisión fundamental que deben tomar sus creadores: ¿existe lo sobrenatural en esta historia? Y en caso afirmativo, ¿en qué momento lo revelo? En lo personal, la mayor contra que tenía la miniserie de HBO El visitante, basada en un libro de Stephen King, era proponer un misterio de apariencia imposible (que una persona estuviera en dos lugares al mismo tiempo) para luego revelar que “un monstruo que cambia de forma lo hizo”.

Aquí no hay lugar para las dudas. En el primero de los cinco números recopilados en el prolijísimo tomo en tapa dura se revela que Erica, la cazadora de monstruos, no solamente sabe lo que está ocurriendo, sino que se atreve a definir qué clase de criatura es la que está “matando niños”.

Horror sobrenatural, entonces. Pero empapado de dolor humano, ya que a los familiares de las víctimas del bicho poco les importa si es Clase E7 o si se trata de un criminal escapado de alguna prisión cercana. Así que la recién llegada no solamente tendrá que encarar la investigación en paralelo con la inoperante Policía local, sino que deberá enfrentarse a quienes trata de ayudar.

Es necesario volver a mencionar a King, no solamente porque su influencia en el mundo del horror es ineludible, sino porque aparecen elementos de su It, especialmente en lo que refiere a los damnificados por el monstruo, de quien conoceremos más en estas mismas páginas.

Con respecto a lo mucho o poco que pueda asustarnos, la experiencia es casi tan única como la de enfrentarse a una pieza de humor. En lo personal, la historieta de este género no hace que tenga que prender muchas luces al momento de hacer una pausa e ir al baño, algo que sí ocurre en cine y televisión, y por eso no me van a ver reseñando películas y series de horror a menudo.

Los cinco números de este primer tomo de Hay algo matando niños se leen a muy buen ritmo, gracias a un guion de Tynion que fluye, que se entiende en una primera lectura y que se apoya en diálogos sencillos en el mejor de los sentidos. Pero esto es una historieta, así que se necesita una segunda columna para sostener la historia.

Werther Dell’Edera, ayudado por los colores de Miquel Muerto, construye un mundo que supera las dos dimensiones de la página del libro. No se trata de un título que nos compre por el estilo de dibujo, sino por la atmósfera, y en ese sentido el ilustrador italiano nos permite descubrir lo que siente cada uno de los personajes y es capaz de aumentar el ritmo cardíaco del lector en las escenas en que no sabemos si alguno de los protagonistas podrá salir vivo de esa. Algo que en esta clase de ficciones nunca está garantizado.

Si bien el tomo cuenta un arco completo con una clara resolución, forma parte de una historia más extensa que Tynion pensó contar en 15 números, lo que equivale a tres tomos. Las excelentes ventas y una posible adaptación televisiva hicieron que el equipo creativo decidiera seguir contando historias más allá de Archer’s Peak y actualmente llevan 17 números publicados en Estados Unidos. Esto quiere decir que nos quedarán cosas importantes por saber, como los detalles de la voz en el teléfono, pero para eso deberemos esperar a la llegada del próximo tomo. Quizás la espera sea lo más terrorífico de todo.

Hay algo matando niños, volumen uno. De James Tynion IV y Werther Dell’Edra. Planeta Cómic, 2021, 152 páginas.