El escritor argentino Horacio González murió este martes, a los 77 años, tras permanecer internado con covid-19 desde hacía poco más de un mes. La noticia fue anunciada a través de Twitter por el periodista Daniel Tognetti, quien dijo estar cumpliendo así con una solicitud de Liliana Herrero, pareja de González.

Horacio González era sociólogo por la Universidad de Buenos Aires desde 1970 y doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de San Pablo. Fue investigador y ensayista, autor de más de 40 libros dedicados a asuntos tan vastos y diversos como el arte, la memoria, la política o los viajes en taxi, dirigió la famosa revista El ojo mocho y fue profesor de Teoría estética, Pensamiento político argentino y Pensamiento social latinoamericano.

Pero su nombre salió de los ámbitos universitarios e intelectuales y pasó a formar parte del más álgido debate público, sobre todo cuando estuvo al frente de la Biblioteca Nacional Argentina, entre 2005 y 2015. Durante su gestión se recuperó el local histórico de la Biblioteca, en la calle México 564, en San Telmo, que pasó a llamarse Anexo Sur Borges-Groussac como homenaje a dos de sus más emblemáticos directores, Jorge Luis Borges y Paul Groussac.

La agencia Télam destaca el carácter de “anfitrión entusiasta y descontracturado” de González, que transformó el ambiente solemne de la institución en un hervidero de actividades de lectura, exposiciones, crítica y reflexión y “hasta jornadas de desagravio como la que dedicó al escritor Pablo Katchadjian, acusado por la viuda de Borges, María Kodama, de plagiarlo en su libro El Aleph engordado. Esa “atípica velada”, recuerda Télam, “contó con la presencia del escritor César Aira, habitualmente renuente a la actividad pública, además del apoyo de más de 2.500 escritores, editores y artistas entre los que se encontraban Edgardo Cozarinsky, Ricardo Piglia, Silvia Molloy, Josefina Licitra, Alan Pauls, Tamara Kamenszain y Gabriela Cabezón Cámara”.

González encabezó también una iniciativa que buscaba evitar que Mario Vargas Llosa fuera el orador principal en la apertura de la 37ª Feria del Libro de Buenos Aires, en 2015, y aunque depuso su actitud por pedido expreso de la entonces presidenta, Cristina Fernández, la polémica que inició terminó opacando en buena medida el discurso del peruano.

Integrante del movimiento Espacio Carta Abierta, un nucleamiento de intelectuales nacido al calor de la pulseada del kirchnerismo con “el campo”, mantuvo encendidos debates con otros integrantes del grupo, como Beatriz Sarlo, quien, al despedirlo, este martes, dijo: “Fue mi interlocutor ideal, diferíamos en casi todo”.