Kurt Westergaard, el artista danés que provocó la ira islamista por una caricatura del profeta Mahoma, falleció el domingo a los 86 años, según confirmó la familia a medios de su país. Había nacido en Døstrup, Dinamarca, en 1935.

La polémica comenzó el 30 de setiembre de 2005, cuando el diario conservador danés Jyllands-Posten publicó una nota titulada “La cara de Mahoma”. Estaba compuesta por 12 viñetas del principal profeta del islam, y la de Westergaard se destacaba por mostrarlo con un turbante en forma de bomba.

El islam no admite imágenes de su profeta, y esas caricaturas provocaron una manifestación en Copenhague y la protesta de los embajadores de países musulmanes en Dinamarca. Westergaard pasó a integrar la lista negra de la organización terrorista Al Qaeda y debió recibir protección permanente del servicio de inteligencia local, recuerda El Mundo.

Las manifestaciones continuaron durante 2006 en diferentes regiones del mundo, con boicots a los productos daneses y ataques hacia las embajadas de Dinamarca y Noruega que costaron docenas de vidas.

A principios de 2010, la Policía danesa arrestó a un somalí de 28 años que llevaba un arma blanca y había llegado hasta la casa del dibujante con intenciones de matarlo. El dibujante salvó su vida al esconderse en el baño y su atacante fue condenado a diez años de cárcel. La custodia policial se reforzó y continuaría hasta el fin de la vida de Westergaard.

En 2012, la representación del profeta volvería a ser noticia luego de que se difundiera en Youtube un tráiler de Innocence os Muslims (La inocencia de los musulmanes), película de Alan Roberts en la que Mahoma era retratado como inepto y defensor de la pedofilia. En setiembre de ese año se produjo un estallido de revueltas en África que terminó en un asalto violento al consulado estadounidense en Bengasi, Libia, en el que murieron el embajador y tres trabajadores.

Ese mismo año, el dibujo de Westergaard volvió a ser publicado, junto al resto de las viñetas, por el semanario satírico francés Charlie Hebdo. Tres años después de esa reimpresión, que fue parte de una serie de críticas al extremismo islámico, ocurriría un gravísimo atentado que pondría en alerta a la ciudad de París. El 7 de enero de 2015, dos hombres fuertemente armados ingresaron a la redacción del semanario y asesinaron a 12 personas –entre ellas, varios de sus dibujantes más destacados– e hirieron a otras 11. En los siguientes dos días se sucedieron otros atentados en Francia, todos reivindicados por Al Qaeda, en los que murieron ocho personas más. Las manifestaciones de dolor y apoyo se sucedieron alrededor del mundo.

“Es terrible que unos simples dibujos hayan desencadenado el atentado de París”, declaró Westergaard a Crónica en aquel momento. “Es un golpe tremendo contra uno de los buques insignia de la sátira europea. Es una situación muy triste, que realmente me llena de espanto, pero debemos permanecer firmes. Temo por las consecuencias, porque este ataque causará ondas sísmicas entre los medios. ¿Qué pasará ahora? ¿Se ejercerá mayor prudencia con dibujos y textos controvertidos? Espero, por supuesto, que no sea así. Debemos seguir defendiendo nuestra libertad de expresión. Debemos seguir dibujando y escribiendo lo que queramos”.

Durante la misma charla le preguntaron si se arrepentía por haber realizado la caricatura. “No, no me arrepiento, aunque la libertad de expresión puede tener unos costos tremendos, como hemos visto en París. A lo largo de los años también he hecho dibujos que han provocado grandes protestas entre cristianos, pero eso es algo que va con el trabajo. Así debe ser. Ahora no debemos ir marcha atrás y empezar a tener tanto miedo y a ser tan prudentes que no nos atrevamos a nada. Si esto ocurriese en la situación actual, sería un desastre”.

El semanario volvería a publicarse pocos días después del atentado, con la que fue su última caricatura de Mahoma hasta el año pasado. En la portada se lo veía llorando y sosteniendo un cartel con la famosa leyenda “Yo soy Charlie”, debajo del título “Todo está perdonado”.

“Nuestro Mahoma es mucho más simpático que el de los terroristas”, declaró por entonces el redactor en jefe, Gérard Biard.

En la actualidad

En setiembre de 2020, Charlie Hebdo volvió a publicar las 12 caricaturas de Mahoma, incluida la de Westergaard. “El odio que nos golpeó sigue ahí y, desde 2015, ha tenido tiempo de transformarse, de cambiar de aspecto para pasar desapercibido y seguir sin ruido su cruzada implacable”, dijo Riss, director de la publicación.

“Nos pidieron varias veces desde enero de 2015 producir otras caricaturas de Mahoma. Siempre nos negamos, no porque esté prohibido –la ley lo autoriza–, sino porque hacía falta una buena razón para hacerlo, una razón que tenga sentido y que aporte algo al debate”, explicaron en un artículo. “Reproducir estas caricaturas, en esta semana de apertura del juicio de los atentados de enero de 2015, nos pareció indispensable”.

Apenas un mes después, el profesor francés Samuel Paty fue decapitado en plena calle por un joven de origen checheno. Paty había mostrado imágenes satíricas de Mahoma durante una clase de libertad de expresión en un colegio secundario, y el padre de una alumna musulmana subió videos a las redes sociales en los que identificaba al profesor y daba datos de su paradero.

El presidente francés Émmanuel Macron calificó este hecho de “atentado terrorista islamista” y dijo: “No pasarán, el oscurantismo y la violencia que lo acompañan no ganarán”. Durante un homenaje posterior a Paty, Macron agregó: “Defenderemos el laicismo. Y la libertad que enseñabas tan bien. No renunciaremos a las caricaturas ni a las ilustraciones”.

Estas declaraciones llevaron a que el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, llamara a boicotear los productos franceses. “Se está llevando a cabo una campaña de linchamiento contra los musulmanes parecida a la de los judíos de Europa antes de la Segunda Guerra Mundial”, dijo Erdogan, quien además cuestionó la “salud mental” de su par francés.

El resto de los líderes europeos respaldó a Macron, incluyendo a la canciller alemana Angela Merkel, quien tildó de “inaceptables” y “difamatorias” las palabras del presidente turco. Y Charlie Hebdo no pudo evitar dedicarle una tapa a Erdogan.

El profeta y las imágenes

Para los musulmanes, Alá es “incognoscible” y toda imagen suya podría llevar a la idolatría, ya que no se estaría venerando al verdadero dios sino a una mera representación. “Encerrarlo en una figura es como restarle valor”, explicó en 2015 Francisco Rivas, de la Asociación de Geopolítica GIN, en diálogo con Europa Press.

Además, una representación artística es una “creación”, y para los musulmanes más ortodoxos supone un intento de “imitar a Dios”, quien tiene el poder creador. “Los musulmanes no podemos dibujar a ningún ser que tenga alma: animales y personas”, dijo Mimoun el Bouanany, presidente de la comunidad islámica de Almoradí, en la misma conversación. “Para nosotros son cosas de Dios, y esto sería como imitarlo”.

De todos modos, reconoció que dentro del islam, “como en todos sitios, hay de todo”. Y la gravedad de la conducta depende del nivel de ortodoxia del país en donde se produzca. “Si veo una de esas caricaturas, para mí no es Mahoma, yo no lo veo. Creo que no habría que hacer tanto caso”, agregó El Bouanany.