“Sólo soy una ávida lectora”, dice, tirándose a menos. Piensa que todo este tiempo de pandemia, y el que usó en el medio para la grabación de su último disco, la ayudó a ubicarse mejor en tiempo y espacio. Cuando se pone a darle demasiadas vueltas o a dejar que, como un bizcochuelo en el horno, aumente el tamaño de un problema de fácil resolución, pide que le digan La novela luminosa, de uno de sus autores preferidos (Mario Levrero), el libro que “le partió la cabeza” y cuyo título usa ahora como frase de ejercicio cognitivo conductual para que se callen sus pensamientos.

Hablamos por Zoom una tarde soleada. Detrás de su silla, tan cómoda como las que usan los gamers, tiene todo tipo de instrumentos musicales. Es su estudio de grabación (La Posada) y su refugio en Colegiales. Un barrio “de casas bajas y muchos árboles”, me cuenta. Si sale, es para caminar o para tomar un café en un bar. O para irse hasta Céspedes, una librería en la avenida Álvarez Thomas, en donde la tienen consentida y casi todo le parece tentador.

Este camino urbano dice mucho sobre quién es Eusebia Florestán –y su álter ego, More Gemma–, cantautora argentina, docente y productora musical, con una discografía sólida e inspirada, anclada en la poesía y la instrumentación virtuosa, de la que, antojadizamente, ahora llevo en mi teléfono El amor y sus interrupciones (2017) y Será cuestión (2008).

Con más detalle, la pregunta se puede responder también acercándose a sus libros, Nocturnos en mí (2011), Los funerales de la escafandra (2013) y Después de las campanadas (2015), o a las miles de hojas sueltas en sus diez libretas de blogspot.

Su nuevo disco, La sabiduría del mar, suena diferente de todo lo que hizo antes: en estas siete canciones se nota que su caudal de ideas y significados pasó por un cernidor durante horas enteras.

El cambio tiene una historia: “Este disco lo empecé a cranear en La Pedrera (balneario del departamento de Rocha, en Uruguay). Tengo un largo vínculo con el balneario. Fui de adolescente, hice amistades, y es un lugar muy especial para mí. Me acuerdo de tener 18 años y llevarme una pila de libros a la playa. Era un refugio para mi soledad. Y te hablo de cuando era un lugar súper tranquilo y despoblado. Yo era feliz ahí”, recuerda.

“En enero de 2019 estaba allá. Hacía mucho calor y venía de un proceso de vida muy intenso. A mí me cuesta meterme al agua, soy muy friolenta. Pongo las patitas en la orilla y me refresco. Un día me paré en la orilla y empecé a reparar en el movimiento del mar, que se acercaba, se arrimaba, acariciaba mis pies y se retiraba. Y me puse a pensar: “El amor debería ser más parecido a esto. La vida debería ser un poco más así. Más como arrimarse, entregar algo, por el período de tiempo que sea, tal vez por la vida entera, o no, y luego retirarse, de manera orgánica, fluida, amorosa”. Empecé a darle vueltas a eso y me di cuenta de que ahí había un concepto para un disco, y dije: ‘bueno, quizás este es el norte, un disco que se llame La sabiduría del mar y que tenga tres movimientos: un arrimarse, un acariciar y un retirarse’”.

Cuando volvió a Buenos Aires, la pandemia estaba instalada. Compuso durante los meses de encierro más estricto, y en agosto de 2020 decidió que era hora de grabar. Llamó a su amigo y productor Tatu Estela y le contó sobre su proyecto: “Me da mucho miedo: hay desnudez en estas canciones, nunca me largué con algo así”. Una vez que los dos se pusieron de acuerdo, en tres días quedó pronto el fonograma: “Así fue, muy crudo, grabado en vivo, toqué y canté sola. Este es un disco que terminó siendo algo que nunca imaginé. Despojado y a la intemperie”.

Libros a las dos orillas

La charla deriva hacia nombres de aquí y de allá, y le pido que me cuente qué está leyendo. Comienza con argentinas y volvemos a esta orilla: “Las malas, de Camila Sosa Villadas, y su libro de poesías La novia de Sandro. Estuve leyendo a Emma Barrandeguy y una novela de Sylvia Molloy, El común olvido. Leí un libro hermoso de Leila Guerriero, Teoría de la gravedad: son unas columnas escogidas que ella escribió en El País. Es un libro increíble y encantador. Lo último, Brilla la luz para ellas. Una historia de las mujeres en el rock argentino 1960-2020, de Romina Zanellato. Me permitió conocer por primera vez a muchas artistas argentinas, y es increíble. Una vez, caminando por 18 de Julio, di con una antología poética de Circe Maia. Hojeé un poquito el libro, me enamoré y dije ‘chau, me lo llevo’. Hace poco descubrí a Cristina Peri Rossi y estoy fascinada; conseguí su poesía completa”.

Sobre lo personal en sus nuevas canciones, dice: “Grabé un disco íntimo, pero mi vivencia es una más. El mundo está prendido fuego y todos necesitamos depositar lo que estamos sintiendo en algún lado”.