Cada nueva entrega del universo cinematográfico Marvel podría entrar en una de dos categorías: secuela u origen. En la primera, personajes que ya conocemos de películas anteriores continúan sus aventuras y se presentan nuevos aliados y (casi siempre) nuevos enemigos. En la segunda, el centro de la narrativa es un personaje o un grupo de personajes inéditos, o que han sido los aliados de alguna aventura anterior y ahora tienen la oportunidad de estar en el centro de la acción. El problema de las películas sobre orígenes es que uno se imagina el ritmo de la historia: la propiedad intelectual protagonista de la historia recorre el camino del héroe, comenzando como un simple mortal hasta convertirse en alguien capaz de defender al mundo y de integrar tal o cual supergrupo.
Shang-Chi y la leyenda de los diez anillos, entrega número 25 de una saga que tiene muchísima más tela de spandex para cortar, entra claramente en la segunda categoría. Y como no ocurría desde Doctor Strange (Scott Derrickson, 2016), el personaje hace su primera aparición en la película epónima. Esto significa que los espectadores tendremos por delante la tarea de conocer a un nuevo supertipo, a su entorno, encariñarnos con él y desear que supere los obstáculos sin que nos recuerde a las decenas de aventuras anteriores que nos dieron la misma tarea. Por suerte, el debut de este maestro de las artes marciales de Marvel tiene frescura como para superar ese escollo.
Para entender esta película, debo citar a dos directores reconocidos: uno que atraviesa su momento de esplendor y el otro que ve cómo su nombre es retirado de los proyectos que produjo. Empecemos por Bong Joon-Ho, quien al recibir el Globo de Oro a la mejor película extranjera por Parásitos (2019) dijo: "Una vez que superen la barrera de una pulgada de altura de los subtítulos conocerán muchas más películas increíbles". El surcoreano se refería al público estadounidense y la poca costumbre de ver películas de otras tierras, mucho menos en su idioma original.
El mundo ha cambiado, o al menos eso cree el director Destin Daniel Cretton, porque los primeros minutos de esta entrega son hablados en chino, con la consiguiente "barrera de una pulgada de altura" en la pantalla. Este comienzo marca, además, la intención de Marvel Studios de respetar los orígenes chinos de su protagonista sin caer en errores como los de la mencionada Doctor Strange, que hacía un menjunje de culturas de extremo oriente y pecaba de turista apropiador. Un arma de doble filo como las artes marciales podría haber sido un nuevo paso en falso del estudio, pero aprendieron la lección: las peleas, los personajes y hasta lo mitológico parecen provenir de miembros de la cultura presentada.
Hora de citar a Joss Whedon, quien escribió y dirigió dos de las cuatro películas más taquilleras de toda la saga (Avengers en 2012 y Avengers: Era de Ultrón en 2015), y actualmente ha sido corrido a un costado por actitudes poco profesionales en más de un set de filmación. Una de sus frases más conocidas sobre el oficio de contar historias dice así: "Hazla oscura, hazla sombría, hazla difícil, pero luego, por el amor de Dios, cuenta un chiste". La lección del director neoyorquino es que el humor es necesario para descomprimir una situación seria, y el principal pecado de los primeros años de los films de Marvel fue hacerle caso a este señor.
Cada vez que un superhéroe realizaba un acto solemne, o tenía un momento reflexivo, llegaba el chiste tonto para destruir esa atmósfera. Con el tiempo corrigieron este vicio, o jamás hubiéramos disfrutado del maravilloso cierre de Avengers: Endgame. Pero esto no significa que el humor haya sido retirado como Whedon. De hecho, Shang-Chi y la leyenda de los diez anillos explota la comedia y la convierte en una de las entregas más graciosas hasta el momento.
Shang-Chi (Simu Lui) vive en San Francisco y tiene una ocupación mundana, pero es el heredero de la misteriosa organización criminal del título. Y cuando sos heredero de una misteriosa organización criminal, el pasado está a la vuelta de la esquina para intentar que retomes la senda del misterio, el crimen y lo organizacional. Así que con la ayuda de su amiga Katy (Awkwafina) intentará escapar de sus perseguidores y llegar antes que ellos a un reino que esconde sus propios secretos.
Awkwafina, la comediante que prestó su voz al dragón de Raya y el último dragón, es la responsable de la mayoría de las risas y por momentos eclipsa a Lui, cuyo arco no deja de ser un pelín genérico. Katy es el personaje punto de vista, el que se hace las preguntas que nosotros nos haríamos, pero con un timing envidiable. Con otra actriz, quizás la película no hubiera sido tan exitosa.
La vida mundana de estos dos amigos se irá volviendo épica. Primero con la aparición de numerosos villanos, como los que Shang-Chi debe derrotar en un ómnibus doble que recorre la ciudad, y luego en sus pasajes por circuitos de luchas clandestinas, guaridas oscuras y el mentado reino. Las artes marciales están muy bien coreografiadas, en especial en los momentos en que se mezclan con el baile, y la aparición de un villano caído en desgracia de películas anteriores es muy bienvenida.
Sólo un par de aspectos no están a la altura del resto. El primero es una nueva catarata de información contada con estatuillas, como ocurrió en Guardianes de la galaxia Vol. 2 y en el episodio final de Loki. Los guionistas se confían demasiado en esta clase de artificios para no frenar la trama, y terminan frenándola de todos modos. Y después está el cierre, donde lo mundano desaparece ante lo épico y la gran batalla final se convierte en una gran batalla final de esas que ya hemos visto en el cine y hasta en la televisión.
Estos detalles no arruinan el espectáculo en general, que funciona como comedia y como película de artes marciales, siempre dentro de un universo compartido, aunque con suficiente libertad como para entenderla sin haber hecho los deberes.
Shang-Chi y la leyenda de los diez anillos. Dirigida por Destin Daniel Cretton. Estados Unidos-Australia, 2021. En varias salas.