Nadie hubiera imaginado, algunos años atrás, que una película animada de Disney se estrenaría al mismo tiempo para ver en los cines y para alquilar en una aplicación de streaming. Y sin embargo, la nueva normalidad (que tiene muchísimas ganas de quedarse) nos presenta Raya y el último dragón.

Se trata del segundo gran estreno comercial de este año, y al igual que Mujer Maravilla 1984, está en la cartelera de las salas de Grupocine, única cadena que ha vuelto a abrir sus puertas.

También puede alquilarse desde cualquier hogar, con el llamado Premier Access de Disney+. El sistema fue inaugurado con el estreno de Mulan, pero el servicio todavía no había llegado a América Latina. Hasta el 19 de marzo, quienes abonen 16,99 dólares podrán ver la película las veces que quieran, mientras que el 23 de abril quedará disponible para el resto de los usuarios de la plataforma.

De la manera que sea, los estudios Disney nos presentan a su más reciente princesa, que continúa con la línea de los últimos años y no espera que ningún príncipe la rescate. Irónicamente, la lección que la aguerrida Raya tendrá que aprender estará relacionada con aceptar la ayuda de los demás.

La leyenda de Raya

Bienvenidos a Kumandra, una tierra con fuertes influencias orientales, dividida en territorios controlados por diferentes tribus que han dejado de buscar la armonía y la unidad. Si esto les resulta familiar es porque esta historia está espolvoreada con elementos que recuerdan a la muy recomendable serie animada Avatar: La leyenda de Aang (disponible en Netflix y Paramount+).

Como ocurrió ya en otras oportunidades, Disney se inspira en narrativas anteriores para construir una historia lo suficientemente original como para entretener durante casi dos horas. Habrá momentos y personajes para el disfrute de los niños, y otros que resultarán atractivos para adolescentes y adultos. Los más pequeños (está recomendada para mayores de siete años) podrían perderse en medio de la acción.

Volvamos a Raya. Ella es la princesa de una de las cinco tribus de Kumandra, cada una de ellas llamada como una parte del dragón: Colmillo, Corazón, Columna, Cola y Garra. Años atrás, cuando el reino era uno solo y los humanos convivían con los dragones, unos espíritus malignos amenazaron con destruirlo todo, y la única forma de detenerlos fue mediante el sacrificio de las mencionadas criaturas voladoras.

Desde entonces, nada fue lo mismo. Cada tribu mira con malos ojos a las otras y un último intento por unificar aquella tierra terminó con una esfera mágica partida en cinco trozos y con los espíritus regresando para terminar la faena. Para detenerlos, Raya deberá reunir las piezas de la esfera, repartidas entre las diferentes tribus.

Esta será la excusa para la aventura. La joven recorrerá los territorios vecinos y en todos ellos sumará aliados a la causa, que, como ocurre en esta clase de películas, se hará más y más evidente con el correr de los minutos: sólo podrán salvarse si trabajan en equipo.

Los enemigos estarán en todas partes, empezando por los espíritus conocidos como Druuns y siguiendo por una de las tribus, que querrá todo el poder de la esfera para sí y que enviará a su princesa, Namaari, a pisarle los talones a Raya. Aquí también vuelve la influencia de Avatar con el arco del príncipe Zuko, uno de los mejor desarrollados de esa animación.

Pantallaza

Como ocurre con esta clase de historias, la recomendación es ver Raya y el último dragón en una pantalla del mayor tamaño posible. Hay unas cuantas escenas de acción que se lucen por los aspectos coreográficos, ya sean persecuciones o peleas, pero el detalle que la distingue de otras películas está en los rostros.

Con sutileza, sin entrar en el famoso valle inquietante (cuando nuestro cerebro ve algo que parece demasiado humano sin serlo, y le cae muy mal), los animadores se preocuparon por las expresiones faciales de los protagonistas, controlando con destreza los músculos de sus caras.

Protagonistas que, al estilo Disney, incluyen a seres de toda clase y color. Se destaca el equipo formado por la pequeña Noi y los tres monos blancos que la acompañan, responsables de la mayoría de las risas, y el armadillo-bicho de humedad que transporta a Raya durante toda la película.

Hay un personaje que no fue nombrado hasta el momento y es tan importante que ocupa más de medio título: Sisu, el último dragón. Técnicamente, la última dragona. Este personaje es el primero en sumarse a la cruzada de Raya, y una aprenderá de la otra (y las dos aprenderán de Namaari), en una aventura repleta de mujeres fuertes. Y sin intereses románticos.

Después del doble comienzo, cuando nos llega bastante información que, de todas formas, será recordada periódicamente, el entretenimiento no para y la acción está equilibrada de buena manera con la emoción y la comedia. Con una animación que pone al agua como protagonista (como pasaba con el hielo en la saga de Frozen), suma elementos para el disfrute familiar. Por último, si son de los que evitan a las princesas de Disney por las canciones, sepan que Raya y el último dragón no es un musical. Como decía Maui en Moana: de nada.

Raya y el último dragón. Dirigida por Carlos López Estrada y Don Hall. Estados Unidos, 2021. En Grupocine Punta Carretas, Las Piedras y Rivera, y en Disney+ con Premier Access.