En diciembre de 2020, The New York Times informó acerca de una nueva modalidad de estafa que tenía en vilo a las grandes editoriales del primer mundo. Autores que habían sido anunciados como de próxima publicación eran contactados por correo electrónico por alguien que simulaba ser su editor, desde direcciones que daban lugar a la confusión, y de esa forma se hacía con los manuscritos inéditos.

Entre las víctimas se encontraban figuras reconocidas como Margaret Atwood e Ian McEwan, pero también autores que todavía no habían publicado su primera novela. Lo más extraño del caso es que estos manuscritos no fueron difundidos ni se exigieron recompensas por ellos. Al mismo tiempo, la forma en que estaban escritos los correos electrónicos daba a entender que su autor conocía el lenguaje del mundo editorial.

El misterio, digno de los mejores personajes detectivescos, llevaba varios años y fue resuelto en este 2022. The Guardian informó que un ciudadano italiano llamado Filippo Bernardini fue arrestado el pasado miércoles en el aeropuerto John F Kennedy de Nueva York, acusado de hacerse pasar por editores y agentes para obtener los textos.

Bernardini es empleado de la filial británica de la editorial Simon & Schuster y su arresto se produjo en el momento en que pisó suelo estadounidense. El FBI alegó que él “personificó, defraudó e intentó defraudar a cientos de individuos” con el fin de hacerse con los trabajos sin publicar y en muchos casos sin terminar. Una corte neoyorquina lo acusó formalmente de “fraude electrónico” y “robo de identidad agravado”, detallando que desde 2016 registró más de 160 dominios de internet falsos.

Esta práctica incluía utilizar direcciones de correo que a simple vista podían confundirse con las reales, reemplazando una “t” por una f”, una “q” por una “g” o sustituyendo una “m” por “r” y “n”. Un ejemplo sería una dirección @penguinrandornhouse.com. La estafa funcionaba porque, a diferencia de correos engañosos que incluyen cuantiosas faltas de ortografía, Bernardini conocía los procesos y las jergas editoriales.

Un vocero de Simon & Schuster dijo que la editorial está “sorprendida y horrorizada” por los cargos presentados contra Bernardini, quien fue suspendido mientras se recaba más información. “La custodia de la propiedad intelectual de nuestros autores es de la mayor importancia para Simon & Schuster, y para todos en la industria editorial, y estamos agradecidos con el FBI por investigar estos incidentes y presentar cargos contra el presunto perpetrador”, agregó. No se presentaron cargos contra la editorial.

Con respecto a los motivos de Bernardini, todavía no están claros. Pero durante años se especuló que podría tratarse de un cazador de talentos de Hollywood que intentaba conseguir información para firmar contratos de adaptación al cine y la televisión antes que la competencia.

El año pasado, el editor sueco Daniel Sandström habló con Vulture y especuló sobre lo que estaba ocurriendo. “Si tratás de encontrar una ganancia financiera y económica, por supuesto que es muy difícil de ver. Pero si el juego es psicológico, una especie de dominio o sentimiento de superioridad, es más fácil de visualizar. Este es un negocio lleno de resentimiento, y en ese sentido se convierte en una buena historia”. Que seguramente será adaptada en breve.