En el primero de los siete textos que componen Extraños: ensayos sobre lo humano y lo no humano, de la escritora inglesa Rebecca Tamás (1988), un libro de engañosa brevedad, deslumbrante escritura y cuidada cohesión interna, aparecen Gerrard Winstanley y los Verdaderos Niveladores (que pasarían a la historia como los Cavadores), un movimiento guiado por una suerte de protocomunismo cristiano, que en abril de 1649 fundó una colonia en St. George’s Hill, cerca de Cobham, en Surrey, en la región sureste de Reino Unido, dedicándose, según una carta enviada por uno de los colonos, a sembrar “pastinacas y safanorias y fréjol”, apoderándose con aquel acto de unos terrenos públicos para trabajarlos de forma colectiva, despojándolos de cualquier afán comercial y generando, así, una nueva relación con la tierra.

Aunque los Cavadores sólo pudieron explotar aquellos campos durante cuatro meses, antes de que los sacaran a patadas los terratenientes locales, plantaron las simientes de una nueva forma de vida, basada en la comunión de lo humano y lo no humano, no como mero rechazo a la propiedad privada y a la colectivización de los frutos de la tierra, sino como una forma de vincularse estrechamente con todas las formas de vida, desde las aves migratorias a los insectos invisibles entre los terrones, desde los cauces de los ríos afectados por la sequía a cuanto yuyo, planta o árbol centenario crece en el suelo.

A partir de la historia de los Cavadores, los ensayos reunidos en Extraños... analizan diversas variaciones de la vinculación del estamento humano con cada aspecto del mundo que lo rodea, en una visibilización de elementos que, desde estos aguachentos tiempos sin sentido en que vivimos, en los que nuestra atención es atrapada a diario por los artilugios virtuales y su constante perorar en medio de la nada, adquieren un renovado sentido.

Los temas que trata Tamás son variados y por momentos sorprendentes, al determinar conexiones inauditas que, en ocasiones, en medio de la lectura, parecen encaminarse hacia la ridiculez o el sinsentido, pero que siempre son encauzados o salvados por conclusiones pertinentes, a las que la autora llega por un ritmo de pensamiento de bienvenida iconoclasia. Así, por ejemplo, en “De la hospitalidad” se introduce en las entrañas de la novela La pasión según G. H. (1964), de Clarice Lispector, donde el encuentro casual entre la protagonista –una joven aficionada a la escultura que vive en Río de Janeiro– y una cucaracha parda, exhibida en su monstruosa fealdad, determina un revelador proceso mental en el personaje, que subraya la inestable preeminencia de lo humano en un mundo que siempre resulta desconcertante. “En ese extraño momento de identificación no humana, en el desierto deslumbrante de las formas verdaderas, G. H. descubre la profunda realidad de la diferencia afín”, escribe Tamás.

Otro punto alto del libro lo constituye el ensayo “Del verdor”, en el que la autora se aproxima a la obra y la breve vida de la artista cubanoestadounidense Ana Mendieta (1948-1985), cuyo llamado “arte de la tierra” es exhibido como una muestra máxima de la conjunción (o confusión) de lo humano con lo no humano. Mendieta se caracterizó por realizar intervenciones corporales en entornos naturales vivos, registrando las performances o instalaciones en fotografías y películas, tal como ocurriera en su muestra Árbol de vida, en la que la artista se fusiona con el tronco de un árbol, desdibujándose las líneas corporales y vegetales hasta su desaparición, o en la serie de imágenes de Silueta, en la que el contorno del cuerpo se repite y muta en materiales tan diversos como piedras, ramas, conchas, hielo y agua, y en la que trazos de pintura roja dibujan nuevas formas, intervenidas por los elementos no humanos. Tamás subraya que “el rebelde y extraño poder de su obra le confiere una profundidad de la que obviamente carece la pintura paisajista más amable. Es el estremecimiento del brote y de la tierra, la sensación de desconocerse a uno mismo, de poseer una extrañeza que no se alcanza a nombrar”.

En el ensayo ‘Del panpsiquismo’, a partir de la idea de que en la naturaleza todo está dotado de una conciencia, de un alma, de cualidades afines a la mente, Tamás, de la mano del filósofo ecologista Timothy Morton, profundiza en los lazos entre la salud mental y lo que se define como “salud ecológica”, expuesta en la sensación que al ser humano le transmite la contemplación de parajes naturales (flores, árboles, ríos) o la mera observación de fotografías de entornos no humanos. Se trata del texto más personal del conjunto, en el que la autora exhibe y comparte sus propias experiencias ante lo no humano, a modo de ejemplificar una sensación difícil de convertir en palabras (una noche en que, borracha y malhumorada, regresaba a su casa y se topó con los ojos amarillos de un zorro, o cierta caminata distraída por un prado de Edimburgo que la sumergió en un estanque y en la propia extrañeza de la ciudad que un rato antes había dejado atrás).

Sobre el final del primer ensayo, la autora constata que en el área de Surrey donde casi 400 años atrás Gerrard Winstanley pretendió establecer su colonia, hoy se levanta una zona residencial en la que viven en la opulencia Tom Jones, Ringo Starr y Elton John, entre otras estrellas, pero que “bajo el suelo de sus mansiones y piscinas, bajo sus Porsches y sus estudios de pilates, laten aún, a la espera, grumos de la tierra sobre la que caminaron los Cavadores”. Idealista afán de deseo más que concreto hecho factible, la expresión de Rebecca Tamás es válida en sí misma, al haberle permitido por su intermedio escribir este pequeño libro tan personal como interesante.

Extraños: ensayos sobre lo humano y lo no humano. De Rebecca Tamás. Anagrama, 2021. Traducción de Álex Gibert.