Hace unos meses encontré en una tienda de vinilos el álbum Sudaca, de Antonio Tarragó Ros, un artista de gran popularidad en Argentina, un referente de la cultura del chamamé, continuador del legado de su padre y tantos otros. Cuando me disponía a escuchar aquella maravilla que adquirí a 200 pesos, descubrí en la lámina interna una dedicatoria; dice: “Macunaíma Chamigo. Somos un mismo cielo que viene amaneciendo. Antonio Tarragó Ros. Otoño (1989)”. La anécdota vale para ilustrar la ascendencia de Atilio Duncan Pérez da Cunha, Macunaíma, el comunicador todoterreno que fue una marca registrada de la vida cultural de este país, desde los tempranos 70, hasta que, en junio de 2020, a los 68 años, “fue a buscarse otros rollos / por los pagos del azul”, como afirma la última canción del trabajo que justifica esta reseña.
Macu ta cantado es una edición especial de Ayuí que reúne en dos discos canciones compuestas a partir de poemas del lungo conductor de radio, salvo por la que referí antes, “Otro rollo”, que pertenece en letra y música a Daniel Wolff. El listado de participantes es inabarcable y, a la vez, una muestra concreta del lugar que ocupa el comunicador en la escena montevideana y mucho más allá. Dany López, Walter Bordoni, Diane Denoir, Gastón Rodríguez, Sara Sabah, Elbio Barilari, Alejandro Ferradás, Carmen Pi, más los brasileños Nelson Coelho de Castro, Bebeto Alves, Raúl Ellwanger, el argentino Omar Giammarco, y la lista sigue. Entre los invitados hay voces que da gusto volver a escuchar –quién otro iba a lograr el milagro si no era Macunaíma–, como las de Daniel Amaro, Vera Sienra y Jorge Flaco Barral; este último pone toda su impronta de viejo vaquero jipi y blusero cuando canta: “Al intentar de nuevo / las líneas de su rostro / su aliento su garganta / se me escapa la vida / como arena entre los dedos”. Vale recordar, además, que este es el segundo proyecto discográfico dedicado al autor, ya que, en 1982, Sondor editó Los caballos perdidos, en el que participan, entre otros, Fernando Cabrera, Leo Maslíah, Estela Magnone, Jorge Lazaroff y Eduardo Darnauchans. Si un disco inspirado en un poeta es una peripecia singular, dos es una extraña distinción.
La colección reúne escritos de sus cinco poemarios, desde Derrumbado nocturno y desván. Frente al gas del quemador (1977) a Ontheroadagain (2017), más un puñado de textos inéditos. La mayoría de las obras fueron compuestas para la ocasión, salvo “Peleador”, que musicaliza Mauricio Ubal, “Viejo lobo marino”, por Ellwanger, y “Mal de amores”, a cargo de Amaro; las tres creadas con la presencia vital del poeta. Los artistas eligieron la obra a versionar y eso se nota: “Nunca fuimos a Frisco” es muy La Tabaré, “Los aviadores” podría ser una lírica de Rossana Taddei, y así con el resto. El resultado global es una entretenida y variopinta ensalada musical que oscila entre el pulso rockero y los sabores regionales, casi como si estuviéramos escuchando un programa de Macunaíma. Y podría ser, porque cada tanto aparece su voz de antihéroe adornando las canciones.
El muestreo da cuenta de los frisos poéticos de su autor, de sus intereses y del tiempo que le tocó habitar, las oscuridades políticas, la cultura rock, la Guerra Fría y, está claro, el amor, la muerte, los grandes tópicos universales. Hay que tener en cuenta que los poemas de Pérez da Cunha carecen de una métrica estricta y, en su mayoría, de rimas convencionales.
La dificultad de traducir estos textos al mundo de la canción es superada con mucha creatividad, con melodías dribleras, estribillos sacados de la galera y un sinfín de artilugios musicales, entre samples y collages. Son canciones tan densas como poperas, y en varias oportunidades lustran la cucarda del hit, como “El espantapájaros”, que interpreta Demian Caula, quien le impone un pegadizo swing a los versos “giraba en el espacio / como una estrella / un aspa del molino / dispuesto a enamorar / a la primer cometa / la proa de la primavera”.
Macunaíma: O herói sem nenhum caráter (Mário de Andrade, 1928) se llama la novela que inspiró a su abuela pernambucana para bautizarlo de manera definitiva. “Yo conocí a Macu en el IPA cuando teníamos 20 años, y él era un niño grande, tal cual el personaje de Mário de Andrade: un hombre bebé”, le confesó Rosario Peyrou a Mateo Magnone, en junio de 2020, cuando le tocó despedirlo en el semanario Brecha. El primero de los dos discos compactos que componen esta colección cierra con “El hombre de la bicicleta (cruza el desierto)”, a cargo de Maxi Suárez, una pieza de belleza onírica y poesía filosa como “una navaja de peluquero”. En medio de la niebla espesa del crudo relato, la voz del poeta reverbera y confiesa: “Esto es lo que yo quisiera ser en la vida. Ser alguien que escriba estas cosas que conmuevan, como me conmueve Antonio Machado, como me conmueve César Vallejo. Y, bueno, y junto con eso va la música, porque muchas de las canciones que yo escuchaba ya en esa época tenían textos interesantes”. Estaba cantado.
Acompaña este homenaje el cuidado y riguroso empaque a cargo de Gustavo Wojciechowski (Maca), que reúne los poemas en su forma original, tal como fueron publicados en los libros y en el orden cronológico. De esta manera, el proyecto es también una antología literaria, un repaso por 40 años de poesía. Si el Macu estuviera vivo y se enfrentara a una edición de estas características, pero dedicada –pongámosle– a Elder Silva o Washington Benavides, por nombrar dos que aparecen citados en estos surcos, la hubiera celebrado con entusiasmo, tal vez dedicándole un capítulo de Otro rollo, el programa que conducía en la desaparecida Emisora del Sur, recomendando su escucha con insistencia o alborotando los pasillos de la radio, con el librillo en una mano y un café en la otra. Si algo se le puede achacar a este especial es la ausencia de acordes sub 30, porque el Macu también fue un baluarte a la hora de apuntar el micrófono a las nuevas generaciones. Como no hay dos sin tres, quién te dice.
Macu ta cantado. Ayuí 2022. Disponible en disquerías y plataformas digitales.