En el marco del Festival Internacional de Artes Escénicas 2022, Uruguay está presentando Yo soy Fedra, una pieza que Marianella Morena escribió hace más de diez años pero que no había estrenado. Su historia se basa en el antiguo mito de Fedra, una princesa cretense, hija de Minos y Pasifae, que fue raptada por Teseo. En esa narración, la pasión desenfrenada de Fedra por su hijastro Hipólito y la ira de Teseo constituyen el conflicto principal.

El mito es un relato que late en el centro oscuro de una sociedad, una fuente de historias que hablan de nuestras debilidades, nuestros miedos, pero también nuestra capacidad de mirarnos en el abismo para repensarnos como humanos. En la Antigüedad, los mitos fueron la materia principal de la que se nutría el drama. En su obra, Morena retoma este concepto y propone un encuentro íntimo con el personaje, pero desde una perspectiva atemporal, en la que Fedra se convierte en evidencia del retorcido proceso de dolor por el que transita una persona desterrada del amor. Así, pone en cuestión la idea de que la ciega necesidad de un otro descompone el yo al punto de la locura.

La historia se desarrolla en una casa dormitorio marcada por el deterioro y el caos. Un espacio íntimo (lindero a la Sala Verdi) limitado a 20 espectadores por función, que ingresan al mundo de Fedra para asistir al desborde en el que se ve arrastrada cuando no es capaz de aceptar el rechazo. El público se instala entre la escenografía, compartiendo el espacio que juega con la ficción y lo real. En la habitación hay muebles, una cama llena de ropa, lámparas y sillas, y las reminiscencias de un lujo anterior dialogan con el deterioro moral del personaje. La estética borronea la línea entre el lugar físico en el que sucede la acción y el espacio metafórico, como signo del desorden y la inestabilidad causada por el dolor.

“No me quiere”, dice Fedra, cantando junto al Hipólito que la acompaña. Ese “No me quiere” se convierte en una especie de estribillo, una repetición obsesiva que hace visible su impotencia y conduce a la furia como manifestación del fracaso. Fedra es una mujer que ha perdido su juventud, está deprimida y no logra superar el rechazo del hombre al que desea. Su intento por describir el vacío en el que se encuentra también es un intento por controlar el tiempo y la realidad que se le escapa.

Su dolor se convierte en rabia desenfrenada, en un impulso desesperado por romper todo lo que está asociado al objeto prohibido de su deseo, incluida ella misma. Hay un intento de controlar lo físico, pero hasta su capacidad de hacer lo más simple – comer, vestirse– se va perdiendo. Las cosas se desmoronan a su alrededor como reflejo de su caída y necesita anular ese estado. Fedra, la mujer que se ha perdido por una pasión, es el territorio gráfico del desamor donde se abren todas las heridas. Es reflejo del desamparo existencial humano en el que uno se encuentra cuando no se siente capaz de existir sin el otro al que necesita.

Fedra, la obra, es una posibilidad de ver el aterrador abismo al que se puede llegar cuando la visión del desamor domina y se instala en la contradicción de un cuerpo que siente pero no es deseado, incapacitando así todas sus funciones. Representa también la convicción de Morena de que superarlo tiene costos; hay que elevarse por encima de las cenizas de lo que fue, para volver a existir.

Noelia Campo encarna sin fisuras a Fedra. Se puede ver en ella una potencia desbordada que sacude todo el espacio. Canta, grita, se retuerce, interpela al espectador, le pide ayuda. Todo el cuerpo de la actriz se impone como un signo más del estado de desesperación en el que cae. Cada tensión de su cuerpo, cada inflexión de la voz y la mirada amplifican la idea de que esta mujer se rebela ante la imposibilidad de ser amada. Campo configura una Fedra atemporal y pone al espectador en un estado de desprotección ante su arremetida emocional. Mientras que el personaje pierde el control, la actriz lo sostiene, llenando cada minuto de la obra con una interpretación impactante.

Una vez más, Marianella Morena, una de las dramaturgas más potentes de nuestro país, desordena los límites del teatro convencional: lo convierte en laboratorio e impone niveles de análisis que exigen una permanente atención. ¿Hay en Fedra un álter ego de Marianella? Es posible, pero también de todos los que están presentes. Fedra es un código que hay que descifrar para descubrir algo que ha movido a la humanidad. La permanente necesidad del amor vinculado siempre a otro, como si el individuo no fuera suficiente para sí mismo. Todo en escena remite a la incansable búsqueda de la dramaturga de un decir que conjuga estética y ética. Marianella Morena no quiere conformar al espectador, quiere desajustarlo, revolcarlo, hacer que se mire en su propio abismo, porque cada una de sus obras sucede más allá de la escena, en el interior del público que asiste, siendo a la vez testigo y objeto de investigación, en un teatro que es también experimentación social.

Yo soy Fedra, escrita y dirigida por Marianella Morena, interpretada por Noelia Campo. En Casa Caprario [espacio de la Intendencia de Montevideo junto a la Sala Verdi (Soriano)]. Desde este jueves al domingo 9, y también viernes 14 y sábado 15 de octubre en funciones dobles (a las 20.30 y a las 22.00). Entradas en Tickantel a $ 600. Comunidad la diaria 2x1.