El 2 de diciembre de 1907 la Banda Sinfónica de Montevideo realizaba su primer concierto en la plaza Independencia. Había sido creada dos meses antes por una resolución del presidente Claudio Williman, que mandató a la Comisión Administradora de Montevideo para que la creara. No hubo intendencia de por medio, ya que la ley de creación de las intendencias recién llegaría en 1908.
Su rica historia está documentada en numerosos libros, pero es más interesante escucharla contada por su actual director, Martín Jorge, quien hace gala de sus capacidades didácticas en cada presentación. Jorge conversó con la diaria acerca del periplo de la banda, que estuvo a punto de desaparecer en un sótano de burocracia, y hasta explicó con total claridad la diferencia entre banda sinfónica, orquesta sinfónica y orquesta filarmónica. Pero eso queda para el final, porque hay que comenzar por el principio.
“Las bandas tuvieron un desarrollo siempre muy vinculado con la música comunitaria, con tocar al aire libre”, explicó. “Pequeños pueblitos en Europa donde los propios vecinos tenían sus agrupaciones con instrumentos de viento, que te dan más sonido al aire libre. Se juntaban en la plaza, en la calle, a tocar ese tipo de instrumentos, que no es que sean más fáciles de aprender, pero es más rápido llegar a sacar melodías que en los instrumentos de cuerda. Eso hizo que las bandas siempre se desarrollaran de forma más popular”.
Con la última gran migración de italianos a finales del siglo XIX llegó la tradición de música de bandas, y la de Montevideo tuvo mucho que ver con la coyuntura. “La banda se constituyó en un momento en el que había una necesidad urbana de crecimiento. Se estaba haciendo el Prado, se estaba haciendo el parque Rodó, se estaba arreglando la playa Capurro como lugar de esparcimiento y se estaba planificando lo que después sería el parque Batlle. Esos espacios necesitaban música en vivo y esa música en vivo venía de lo que se conocía como bandas populares”, agregó Jorge.
“Tener una banda pública que brindara ese servicio fue el espíritu con el que nació. En el momento en que se crean los parques se crea el entretenimiento musical para los parques, y es así como surge la Banda”. Se llamaba Banda Municipal y existía en una Montevideo que no tenía otros elencos musicales públicos. “El Sodre se va a crear en 1929 y va a empezar a funcionar en 1930 en el marco del centenario. Cuando se cree la Orquesta Sinfónica (1931), se va a nutrir de un montón de músicos de la Banda. En 1958 se crea la Orquesta Municipal, que es la actual Filarmónica, que también va a nutrirse de músicos de la Banda”.
Los primeros años tuvieron direcciones extensas, “con nombres de músicos importantes, algunos que ahora cayeron en el olvido”, empezando por Agiseslao Gubitosi. Un puñado de directores, que siempre surgían de la propia banda, cubrieron el período entre 1907 y 1954. “Trabajaban a punta de plumas, escribiendo música, transcribiendo música, adaptando de lo que hoy llamaríamos música clásica conocida o más popular. En el archivo de la Banda tenés un gran cajón con cartones con los nombres de 700 u 800 obras que tocaban. Sacaban el cartón, lo ponían en un palito y había uno que se quedaba sosteniéndolo para que la gente en el Prado o en el parque Rodó viera lo que estaban tocando”.
Ensayo y error
“A nivel edilicio no existían los recursos que hay de salas. La Banda primero empezó a ensayar en la sala Politeama, donde ahora está el Ministerio de Economía. Luego se pierde un poco la historia de dónde ensayaban, hasta que llegamos a lo que hoy es la sala Verdi, unida originalmente al conservatorio Verdi, actual Escuela Municipal de Música. Por la década de los 40 la Intendencia empieza a adquirir las salas: adquiere el teatro Solís para la Comedia Nacional, que recién había sido creada, y adquiere la sala Verdi para la Banda”.
Pasó muchísimos años ensayando en el sótano de la sala Verdi, que con el tiempo empezó a utilizarse como otro espacio alternativo de presentación de la Comedia Nacional. Pasarían directores, llegaría la dictadura, y luego la restauración democrática, con la creación del Departamento de Cultura de la Intendencia y luego la reformulación de la parte artística durante el gobierno municipal de Tabaré Vázquez. “Para entonces la Banda había entrado en un cierto ostracismo. Se había terminado aislando, terminaba siendo un elenco de retreta que te amenizaba inauguraciones de parques, pero no tenía temporada propia y había perdido su espacio de concierto dentro del teatro Solís. Los más viejos te cuentan que tocaban los domingos a las 11 de la mañana”.
“También coincide con el florecimiento del proyecto de Orquesta Filarmónica que trae Federico García Vigil, y se entiende que los dos organismos no son compatibles. La Filarmónica se transforma en el buque insignia de la administración, lo mismo que pasó después con el ballet en la administración del Frente [Amplio] en el Sodre. La Banda empieza a estar totalmente aislada y hubo miedo de que desapareciera. Pero resistió, y ahí se empezó a dar una serie de caídas de fichas de dominó, de esas que nadie espera”.
Por entonces era muy importante la presencia de la Comedia Nacional en el Solís, tanto que los conciertos de la Filarmónica eran los lunes, porque era el día de descanso de la Comedia. “Se cierra el Solís (1998), eso obliga a que los elencos tengan que salirse del teatro. Y se alquiló en Bacacay un edificio de dos plantas para que fueran los lugares de ensayo de la Comedia Nacional y de la Orquesta mientras se hacía la reforma. Para el sistema y para las autoridades la Banda no existía, y tenía un atraso presupuestal enorme en comparación con los elencos”.
“Pasaron los años que duró la obra, vuelven la Comedia y la Filarmónica a un Solís renovado, con una mirada de gestión distinta, y el lugar que la Intendencia había alquilado queda vacío. Ahí se propone el pasaje de la Banda del sótano en Convención [en el local de la Escuela Municipal de Música] a este lugar en Bacacay. Ese sótano sigue estando y yo no sé cómo tocaban ahí”. En cuanto a las presentaciones, seguían siendo al aire libre, en gimnasios, mesas de cooperativas... “Cualquier lugar. Pero cualquier lugar”.
La Era Jorge
“Yo llegué en 2015. Soy el primer director que no es integrante del elenco, y eso se debió a que durante la administración de Ana Olivera hubo un cambio de paradigma de cómo se querían manejar algunas cosas respecto de los directores responsables; también bajo la mirada del Departamento de Cultura, que en ese momento conducía Héctor Guido”.
Un llamado público abierto determinó la llegada de Martín Jorge, quien tenía claro lo que la Banda debía ser, pero especialmente lo que no debía ser. “No es un elenco menor. No corresponde no estar junto con el resto de los elencos. Y comenzó un trabajo que se concretó creo que en 2017, cuando la Banda se trasladó al teatro Solís, donde nunca había estado. Tiene su temporada en el Solís y mantiene su perfil, su diferencia y su complementariedad con la Orquesta, y empiezan a trabajar los tres elencos juntos. La Banda también se integra a las temporadas líricas y empieza a tener una proyección distinta a la que tenía antes”.
“En su momento costó entender que había que estar junto con los otros elencos. Fue una construcción que llevó dos años, mucho empuje, un poco de suerte, y creo que es súper positivo no sólo para la Banda sino para el concepto de elencos públicos en un teatro público”.
La diferenciación en algunos ámbitos no es sencilla. “Es un trabajo súper difícil, porque vas a los barrios y los vecinos te ponen cualquier cartel. ‘Bienvenida Orquesta del Sodre’. ‘Bienvenida Banda Filarmónica’. ‘Orquesta Sinfónica’. Pero eso no es lo importante. Lo importante es que la gente quiera recibir música, y, teniendo en la órbita de Cultura de la Intendencia una Banda Sinfónica y una Orquesta, la llegada territorial que se puede hacer es enorme. Eso es lo más importante; hacer contacto con la gente”.
“Después, realizar propuestas musicales complementarias. Nosotros presentamos ciertos productos o proyectos musicales en el teatro Solís que son distintos a los que presenta la Orquesta en el Solís, y lo mismo nos pasa de forma territorial. Hay una mirada de complementariedad en la tarea, porque la mayoría de lo que nosotros hacemos es descentralizado, y la mayoría de lo que hace la Orquesta es centralizado. A su vez, desde que la Banda está en el Solís han empezado a aparecer proyectos transversales entre dos, tres elencos”.
Profundizando sobre las diferencias, Jorge hizo hincapié en el repertorio. “Probablemente el repertorio de música clásica más popular, la que todo el mundo conoce, esté pensado para orquesta. Pero existe toda una literatura de música sinfónica específica para banda que es mucho más actual, porque es una corriente que empezó alrededor de 1930. Eso es algo que en Uruguay sólo puede hacer la Banda de Montevideo, no hay otra. Y después tenemos una aproximación a mayor cantidad de productos de música popular con una mirada sinfónica. De hecho, este año la mayoría de nuestros conciertos tiene un componente más vinculado con expresiones de música popular”.
“Después, cuando trabajamos territorialmente, lo que buscamos es una promoción de la música clásica, que entendemos que es parte de nuestra misión. Nos parece que aporta calidad de vida. Ahí muchas veces hacemos una transcripción; tomamos una obra de orquesta y la transformamos en banda, que capaz que tocada al aire libre en el Prado con una orquesta no sonaría por la naturaleza de sus propios instrumentos, pero con la Banda sí. Y tenemos un programa didáctico muy amplio de ir a muchísimas escuelas durante todo el año”.
Martín Jorge busca un equilibro entre las posibilidades que le da pertenecer a un elenco público y las responsabilidades, especialmente a la hora de planificar cada presentación. “Puedo tener el gusto de experimentar y hacer, pero ¿por qué todos tienen que financiar el fracaso? Tenemos la espalda de decir ‘puede no ir nadie al concierto, el concierto lo vamos a hacer igual’. Pero si la gente no va al concierto, hay algo que hicimos mal. Que no siempre quiere decir dar el producto que la gente quiere consumir. De hecho, trabajamos muchísimo en no dar el producto que la gente espera. Capaz que suena medio petulante, pero si el producto artístico es bueno y existe una verdad en cómo lo estás haciendo y lo ponés, eso llega a la gente, aunque no conozca la obra. Entonces, si la gente no va, el problema nuestro es que no supimos convocarla”.
En su primer año pospandemia el diálogo con distintas expresiones de música popular fue una estrategia “para reinvitar, para volver a traer, para que el público que optara por venir a vernos al teatro Solís fuera más amplio. Pero con una mirada general; que la gente vuelva al teatro público”. Hubo un hilo conductor de música relacionada con literaturas, que incluyó a Don Quijote, La divina comedia, El señor de los anillos, y quedó fuera La odisea.
“En el Quijote, sobre todo, leíamos pedacitos y tratábamos de ver cómo la obra se reflejaba en la música. Y teníamos calculado que, como son capítulos cortos, si arrancaban ese día, en primavera terminaban de leerlo, y leían una obra que es re importante”. La experiencia incluyó funciones agotadas semanas antes de presentarse. “Funcionó. Los llenos fueron importantes y estamos casi en los mismos índices de público que antes de la pandemia. Ahora hicimos una pequeña temporada de valses de Strauss en la plaza Las Pioneras, con más de 1.000 personas, conviviendo con la propia actividad de la plaza. Fuimos a las terrazas de Pueblo Victoria a celebrar 180 años del barrio, en una esquina, en una entrecalle con la pizzería de un lado y el asado de otro. Vos ves desembarcar a la Banda y todo el mundo espera joda, y nosotros hicimos un concierto de dos horas de valses de Strauss. Y la gente estaba conectada con nosotros. Esa construcción se ve”.
La lección final
Dada la capacidad didáctica de Martín Jorge, la entrevista sirvió para entender finalmente la diferencia entre la Banda Sinfónica de Montevideo, la Orquesta Filarmónica de Montevideo y la Orquesta Sinfónica del Sodre. La conversación incluyó dibujos en un individual de papel, pero de todos modos puede entenderse sin el apoyo gráfico.
“Banda y orquesta son distintos y no son intercambiables. Filarmónico y sinfónico son lo mismo y son totalmente intercambiables”. Buen comienzo, pero necesitábamos más. “Hay un concepto que es la homogeneidad de la orquesta, que te la dan los instrumentos de cuerda, y la heterogeneidad de la banda, que te la dan los instrumentos de viento. Una orquesta es un ensamble de cuerdas frotadas: violines, violas, chelos, contrabajos. Y en la producción de ese sonido hace que sea muy muy homogéneo. Que tímbricamente sea parecido, como un colchón. Y hay una menor cantidad de instrumentos de viento”.
En la banda ocurre lo contrario. “Tenés muchos instrumentos de viento y pocos instrumentos de cuerda. Pero cada instrumento de viento produce el sonido de una manera distinta, entonces es imposible tener un timbre homogéneo. Es extremadamente heterogéneo, más variado. Tenés más colores, más riqueza tímbrica”.
“No evolucionaron una de otra, sino que lo hicieron en forma paralela. La orquesta ya tuvo su conformación estándar a partir del siglo XVIII. La banda, si bien existía, su conformación más moderna se da en el siglo XX. La banda es más móvil, por cómo se sostienen los instrumentos porque tenés mayor volumen y podés tocar al aire libre”.
Lo de Sinfónica y Filarmónica es más curioso y termina pareciendo una anécdota de publicistas. Después de siglos en los que la música servía para algo (“o se cantaba o se bailaba”), Mozart y Haydn desarrollan discursos puramente instrumentales. “Esas obras empiezan a tener determinados nombres, hasta que se terminan llamando, cuando son para orquestas, sinfonías. Que quiere decir ‘sonar juntos’. Eran orquestas que tocaban sinfonías”.
Las orquestas existían solamente en el ámbito aristocrático o eclesiástico. Cuando cambia el mapa social europeo, después de la Revolución francesa, “en Europa está lleno de músicos desempleados. En Alemania es donde más se da este fenómeno”. Los gobiernos locales absorbieron algunas de esas orquestas, pero otros músicos no tuvieron esa suerte. “Entonces empezaron a armar los primeros gremios o asociaciones de músicos y se les llamaba filarmónicos', es decir, ‘amantes del sonido’. Cada tanto, los músicos de la Asociación Filarmónica de tal lado armaban un conjunto orquestal y se presentaban como la Orquesta de la Sociedad Filarmónica”.
“En Montevideo se da la peculiaridad de que no hay una Sociedad Filarmónica que respalde la orquesta, sino que fue un cambio de brand que hizo García Vigil en los 90. Un golpe de efecto. Si vas a la raíz, lo sinfónico tiene que ver más con lo estatal y lo filarmónico con lo gremial”. De esa manera, logró diferenciarla de la Orquesta Sinfónica del Sodre. “Realmente fue un efecto de marketing”.
Diciembra
Cerrando un año de homenajes, el teatro Solís programó para los últimos días de diciembre La bella Helena, una adaptación del clásico de Jacques Offenbach realizada por China Zorrilla y Taco Larreta. Con la dirección escénica de Rita Cosentino y la música de la Banda Sinfónica de Montevideo, bajo la dirección de Martín Jorge, junto a la Comedia Nacional y destacadas voces líricas nacionales, va del 27 al 30 de diciembre a las 20.00, con entradas de entre $ 200 y $ 1.650.
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