Stephin Merritt puede parecer el típico ejemplo de artista independiente venerado por cierta audiencia y crítica, pero cuya existencia es desconocida para una gran mayoría del público. Sin embargo, aunque esto es en parte cierto, Merritt está lejos de ser un artista indie “típico”.

En 1989 creó The Magnetic Fields con la colaboración de la percusionista (y luego mánager) Claudia Gonson. El proyecto se fue transformando en una banda que editó su primer álbum, Distant Plastic Trees, en 1991. Su sonido, con claras influencias del synthpop de fines de los 70 e inicios de los 80, podía parecer un tanto anacrónico en plena efervescencia del rock alternativo. Además Merritt (quien era el autor de todas las canciones) dejaba en claro su fascinación por los musicales de Broadway y la inspiración en bandas como Abba, opciones que parecían muy poco cool en los 90.

De todas maneras, las particulares letras del artista, más cercanas a la visión cáustica de Cole Porter que a la angustia existencial del grunge, comenzaron a llamar la atención de una pequeña audiencia.

El salto a una mayor popularidad se dio con lo que parecía a priori su proyecto menos “comercial”: un álbum triple compuesto por 69 canciones con la temática común del amor, desde muy diversos puntos de vista. 69 Love Songs, editado en 1999, convirtió a The Magnetic Fields en una banda conocida más allá del ghetto indie y a Merritt en uno de los compositores más aclamados de su generación. En el disco el grupo mostró además una visión musical mucho más amplia, que abarcaba tímbricas poco usuales en la música pop.

Los siguientes discos profundizaron en la visión conceptual –que podía ir desde hacer un disco cuyas canciones comenzaran sólo con la letra i (I, 2004) a una obra autobiográfica que narrara 50 años de vida en un mismo número de canciones (50 Song Memoir, 2017)–. La instrumentación de cada álbum también fue variando según el concepto del disco o los límites autoimpuestos por Merritt (una trilogía de discos sin sintetizadores, un álbum country, un disco eléctrico que homenajea sónicamente a The Jesus and Mary Chain).

Merritt a su vez fue armando otros proyectos musicales: compuso música para teatro, cine y hasta para obras literarias (para los libros de su amigo Daniel Handler, más conocido como Lemony Snickett).

El próximo jueves, 8 de diciembre, The Magnetic Fields se presentará en La Trastienda. Es la primera vez que el grupo toca en nuestro país, y también su primera gira latinoamericana.

Pese a su fama de entrevistado difícil y personaje huraño, Merritt se mostró muy afable en esta charla por Zoom con la diaria, dando muestras del mismo sentido del humor que puebla sus letras.

Esta es la primera vez que hacen una gira por América Latina.

Sí, de hecho es la primera vez que viajo al sur del continente. Sacando un par de semanas que estuve de vacaciones en Costa Rica por la época de 69 Love Songs, nunca había ido más al sur de América que Texas. Aunque sí estuve en el hemisferio sur, en Australia y en las islas Fiyi.

¿Eras consciente de que tenían una audiencia en América del Sur?

Sí, al punto que hay una banda en Argentina, llamada Los Campos Magnéticos, que hace versiones de nuestras canciones en español. Como todo lo argentino, son elegantes y refinados. Son mucho mejores que nosotros, lo cual es bastante irritante. Sus videos son hermosos, además.

¿Te parece que tus canciones pueden ser disfrutadas en forma abstracta, sin la comprensión de las letras?

Espero que sí, yo creo en la melodía, y no es necesario entender las letras para disfrutar una melodía. De todos modos, creo que eso pasa con algunas canciones más que con otras. Las canciones con mucho texto quizás son más difíciles de disfrutar si no entendés las letras. Pero, no sé, en todo el mundo Bob Dylan es muy apreciado, y si hay alguien que usa mucho texto en sus canciones es Dylan.

Hacía esa pregunta porque siempre se pone el énfasis en las letras cuando se habla de The Magnetic Fields.

Cuando la gente va a los conciertos no entiende nada de lo que estamos cantando. Cuando vi a Superchunk haciendo una versión de mi canción “100.000 Fireflies” en vivo, me di cuenta de que aunque yo había escrito el tema, no tenía idea de lo que estaban diciendo. Y con The Magnetic Fields hemos tocado en muchas iglesias y con la reverberación que tienen esos lugares no hay manera de entender las letras. Así que quizás las letras nos sean tan importantes después de todo.

¿Sentís que la gente reacciona distinto a su música fuera de Estados Unidos? ¿Es diferente el público en Europa, por ejemplo?

No hemos notado nunca una diferencia. Hace unos meses tocamos en Dinamarca y la gente coreaba las canciones. Y eso fue en un festival, con gente que venía de todas partes de Europa. Pero tengo que decir que no somos muy populares en Francia, donde no quieren saber nada con la música en inglés. Nos encanta ir a París, pero tocamos en lugares muy chicos y nunca tocamos en otra ciudad en Francia.

Nunca tocamos en Italia tampoco. Es un lugar al que me gustaría ir de vacaciones, todo el mundo dice que es precioso. Estuve sólo en Milán, pero haciendo una rueda de prensa. Justo había una huelga de taxis. El hotel estaba en el medio de la nada, así que estuve a merced de la compañía discográfica.

Tus discos suelen estar guiados por un concepto central. Cuando la gente escucha las canciones en forma separada, en una playlist de Spotify, por ejemplo, ¿te parece que se están perdiendo de algo?

Se están perdiendo de algo, sin duda. Hay discos, como 50 Song Memoir, en los que si no tenés el contexto no te das cuenta de que son canciones autobiográficas y parte de una red de ideas interconectadas. Tengo un amigo que siempre escucha los CD en modo shuffle [mezclado], yo pienso que eso es una aberración.

¿Pensás mucho en el orden de las canciones del disco?

Sí, sí, muchísimo [se ríe]. En Quickies, el último disco que hicimos, creo que cada canción se sostiene por sí misma, pero es mucho más divertido si las escuchás juntas.

¿Qué surge primero, las canciones individuales o el concepto del álbum?

Generalmente me doy cuenta de que tengo un grupo de canciones que tienen algo en común, y ahí decido hacer más con esa temática. Siempre necesito una validación del concepto antes de trabajar en un álbum nuevo. En 50 Song Memoir hubo algunas canciones que encontré en cuadernos viejos. Me gusta combinar canciones nuevas con otras más viejas que aún no habían encontrado su lugar en otros discos. De hecho, la mayoría de mis canciones no han sido editadas.

Sos conocido por ponerte ciertos marcos o limitaciones al momento de crear. ¿Eso es algo que quien escucha tus canciones debería tener en cuenta, o es sólo importante para vos?

Depende. El álbum The Charm of the Highway Strip está compuesto por canciones sobre viajes y empieza con “Lonely Highway”, que es un prefacio o un manifiesto sobre el álbum. Si escucharas sólo ese tema, no te darías cuenta de que el punto de la canción es servir de introducción a esa temática. “The Book of Love” es el manifiesto de 69 Love Songs, es una canción que se sostiene por sí misma, obviamente, sale todo el tiempo en televisión y la cantan niños de siete años, pero es mucho más rica en el contexto. Dicho esto, cuando tocamos en vivo separamos las canciones de su contexto, tocando temas de diferentes discos y épocas, así que nosotros mismos las sacamos de contexto o, más bien, las ponemos en un nuevo contexto.

Hablando de contextos, pero yendo a lo sonoro, tu música siempre ha usado una instrumentación muy diversa y muy diferente disco a disco. ¿Qué tan difícil es adaptar eso al formato en vivo, en el que siempre hay una paleta más restringida de sonidos?

Nuestra instrumentación en vivo también cambia. En las diferentes giras hemos ido cambiando los arreglos y los instrumentos. Hace diez años yo tocaba teclado en vivo, ahora toco guitarra clásica. Shirley [Simms] tocaba autoarpa, pero se cansó de afinarla y ahora toca ukulele, y Chris [Ewen] toca máquinas de ritmo y sintetizadores. El no tener bajista y baterista nos permite cambiar de género entre canciones sin tanta fricción.

Siempre has sido conocido por ser un artista muy prolífico. ¿Compusiste mucho en estos tiempos de pandemia?

No he podido terminar una canción desde que tuve covid, pero me convertí en un mejor fotógrafo. La pandemia cambió mi cerebro para mejor y para peor.

Creo que nos los cambió a todos...

No fue así para Taylor Swift, que se pasó sacando discos; parece que fue un gran momento para ella.

Lo que quería decir es que la pandemia nos cambió a todos de manera diferente.

¡Es verdad! Fijate en el ejemplo de Robert Fripp: comenzó toda una nueva faceta de su carrera artística con Toyah Wilcox a partir de los videos que hicieron en pandemia. Ahora están de gira con su show de lunch de domingo, nadie se podría haber imaginado eso antes de la pandemia.

¿Extrañaste tocar en vivo durante la pandemia? ¿Disfrutás de las giras?

Sí, claro, extrañé una cantidad de cosas. Disfruto mucho de estar en lugares nuevos, pero no disfruto para nada llegar hasta ahí. No me gusta viajar, demasiados aeropuertos. Mi gira perfecta sería una que se pueda hacer toda en tren.