Elisa Monestier -también conocida como Miel- va y viene de su casa en bicicleta. Trabaja como productora audiovisual, pero este febrero se entusiasmó con algo diferente; encontró “la mejor receta de falafel” y está decidida a probar suerte en el rubro gastronómico. La ganancia que obtenga de la venta de falafel le servirá para pagar su próximo videoclip, dedicado a su canción “Domingo”. Luego también grabará “Mis amigas” junto con otra rapera de nombre Emily.
“Al freestyle lo considero mi oficio. Cuando lo descubrí la música empezó a tener sentido para mí”, cuenta sobre su forma expresiva preferida. Su “estilo libre” está asociado al rap y al hip hop, pero no exclusivamente: “Tiro freestyle en mi casa, pero también lo hago cuando mando audios de Whatsapp, no necesariamente en clave de hip hop; a veces puedo cantar un bolero, una milonga o encima de una de Beethoven. Es la improvisación como modo de vida, y también el error como modo de vida. Nadie quiere ser perfecto acá. No existe la perfección, y para mí todo lo cercano a la perfección está cercano a los entornos de mierda. Tengo amigos que triunfaron en la música, zarpado, ahora son mainstream, pero ¿a qué costo?”, reflexiona.
“A mí las fiestas me aburren”, dice. “Si voy a una, estoy tirando freestyle al lado de la DJ. En año nuevo me pasé tirando freestyle. Llega un momento en que no puedo más y necesito sacar para afuera”. Lo que sigue es la historia de Miel, tal como la fue sacando para afuera durante la charla.
Sus inicios
Estaba en Cabo Polonio con unos amigos, agarré una pandereta, o una maraca, y empecé a contar la historia de una monja. Un amigo que actualmente hace trap en Argentina me preguntó: “¿Vos te dedicás a esto?”. Le respondí que no. Me dijo: “Deberías”.
Mi hermano, que es un gran músico y melómano, me mostró mucho hip hop. Capaz que yo no sabía de freestyle pero ya había escuchado a J Dilla, por ejemplo.
Y esto que hago también lo relaciono con el carnaval. Yo iba a escuchar a Contrafarsa y lo que hacía Pitufo Lombardo, pionero en usar muchas melodías enlazadas en una misma canción con el texto de la murga, me encantaba. Me aprendía los arreglos y salía por ahí cantando esos diez minutos de letras. Eso también es freestyle.
Después conocí a Viki Style (rapera e integrante de Se Armó Kokoa), que está zarpada, y ahí conecté con el hip hop de las pibas. En un momento descubrí a Anita Tijoux, que me la había pasado mi hermano. Pero al mismo tiempo no era que a mí me gustara el freestyle de alguien en particular. Yo sentía que tenía muchas cosas para decir, que entraba una data, algo que estaba pasando a través de mí, pero no por la cabeza: como que lo sentía disponible porque yo lo habilitaba, pero venía de otros lugares, no era algo mío.
Y ahí fueron siete u ocho años de darle con todo al freestyle. Y de cagarme de risa. En un momento me lo tomaba con solemnidad hasta que me di cuenta de que tenía que ser mucho más liviano. Me fui a Argentina y estuve en un montón de lugares y talleres.
Lo mío nunca fueron las batallas (de freestyle), donde todavía están de moda los insultos misóginos y homofóbicos. Lo mío es muy personal.
Cuando volví a Uruguay, en 2019, armamos un colectivo con amigas que se llama Prendidas Fuego, y seguimos haciendo cosas con ese proyecto que une diferentes expresiones del arte. La música son rondas freestyle de mujeres y disidencias, y también tenemos audiovisual y una feria de arte donde sumamos amigas y amigos a exponer. Esa fue la primera vez que dije “este es mi lugar''.
Freestyle feminista
Yo quería hacer otra cosa, y si no había lugar para mí, me lo tenía que crear.
Después encontré grupos de freestyle feminista y ahí empecé a conocer a un montón de pibas que rapeaban. En Buenos Aires participé en manifestaciones del movimiento La Marea Verde, pude hacer mi freestyle ante miles de personas y fue re significativo para mí entender en qué espacio quería estar. Que te den ese lugar y que alguien confíe en vos es muy importante.
Para mucha gente, todavía, cuando le hablás de disidencias, por ejemplo, es como “qué pesada esta piba”. La palabra feminismo asusta a mucha gente, y piensa cosas sin escucharte, o se convence de que soy una violenta. Yo les digo: “¿escuchaste lo que hago?”. Nada que ver.
El estado ideal
Cuanto menos pienso, freestyleo mejor. O sea, no estar juzgando lo que hacés. Y sin dudas escribir, poesía o textos, te sirve para sacar de la cabeza lo que no entendés. Es como una forma de transformar los sentimientos, los dolores y la historia que nos tocó. Entonces, cuanto más tiempo le pueda dedicar a esto, mejor; y, sin dudas, cuando estoy con amigas y amigos. Cuando compartís cambia todo. Escucho a Viki Style, a Valencia (rapera colombiana radicada en Uruguay), a cada una en su viaje; disfrutás y aprendés.
Su poesía
Se trata un poco de conectarnos. A mí les poetas o les rápers que más me emocionan son aquellos que dicen algo que significa algo para mí. Creo que también es importante no creerse más que nadie; estamos construyendo una comunidad de personas, nos pasan un montón de cosas, y el arte, o el lenguaje artístico, es lo que permite transmitir todo lo que nos está pasando. A veces el que dice lo que más me resuena no es el que mejor rapea. Me pasa con Mc Escandaloso Xposito; sus barras son medio largas, pero a mí me gusta.
Con Soona, un colectivo de raperas latinoamericanas que integré, hicimos un ciclo que se llama Poesías prestadas en el que rapeamos a Cristina Peri Rossi, Idea Vilariño y Juana de Ibarbourou. Fue increíble. A mí la que me vuelve loca es Amanda Berenguer. Y Armonía Somers: ese libro, La mujer desnuda, para mí es un viaje. Que haya escrito, hace 70 años, acá en este país, de una mujer que cumple 30 años, se corta la cabeza y sale a caminar desnuda, eso es surrealismo, es revolución, y lo escribió de una manera muy zarpada, y lo escribe con ese nombre porque no lo podía editar con el suyo porque le iban a prender fuego la casa.
Este martes a las 20.00 en la sala Zavala Muniz del teatro Solís se abre la edición 2022 de Ciclo Mydmus. Mujeres y disidencias en la música uruguaya, con las actuaciones de Miel, Chenal y DJ Nikima. El ciclo continúa el 16 y 27 de febrero y hay encuentros programados para marzo, julio y setiembre. Entradas en Tickantel y boletería del teatro.