Desde aquel gol editorial que fue Fiebre en las gradas, novela de autoficción que exploraba el vínculo de un hincha con su cuadro de fútbol y, a la postre, toda una declaración de amor por el más popular de los deportes, Nick Hornby (1957) se ha convertido en uno de esos autores cuyo próximo libro se espera siempre con justificada expectativa. O, mejor dicho, con la promesa nunca defraudada de encontrar en sus páginas una de esas historias disfrutables desde la primera línea, plena de sensibilidad, brillo en los diálogos, humor a prueba de traducciones, y una galería de personajes tan próximos y tangibles como el vecino de al lado: vaya nómina de grandes cualidades y vaya si las cumple. Y así lo demostró, luego de su ópera prima, en su segundo hit: Alta fidelidad, una suerte de canto generacional que, en esa capacidad de su protagonista de hablar seriamente de las cosas sin importancia, sondeaba las tribulaciones de un treintañero al frente de una tienda de discos (interpretado, como anillo al dedo, por John Cusack en la adaptación de Stephen Frears), sus idas y venidas amorosas, y daba rienda suelta a otra de las aficiones de Hornby: la música, su expresión como cultura de masas, su no siempre calibrada influencia en la historia mínima de las multitudes. La nómina de títulos en la trayectoria del inglés es, en fin, amplia, y en toda ella, en cada una de esas páginas escritas con envidiable fluidez, las relaciones personales y los conflictos cotidianos que la animan, la vida, al fin y al cabo, vibra y respira con inusual frescura.

Nada de lo expuesto escapa ahora de Alguien como tú, su más reciente novela. En el centro de la trama, una pareja imposible: Lucy y Joseph, dos criaturas dispares en edad, procedencia social, ocupación y demás variables que suelen incidir, de forma consciente o no, a la hora de entablar una relación. Pero desafiando cualquier pronóstico, Lucy, una profesora de Literatura ya en sus cuarenta y algo, divorciada y con dos hijos, residente en un barrio woke de Londres y arropada por un círculo de amigos afín en intereses e ideología, inicia una relación con Joseph, un veinteañero sin mayor formación, descendiente de inmigrantes, multiempleado en ocupaciones transitorias y movido por una fuerte vocación como DJ. Y una variable más: Lucy es blanca, y Joseph, negro. Y ese detalle de pigmentación que, en una sociedad aparentemente integrada como la inglesa, no revestiría mayor atención, sí parece tenerla. El punto culminante de esa incidencia queda demostrado en ese pasaje en el que Joseph, llegando a la casa de Lucy de noche y sin previo aviso, temiendo despertar a los niños con el timbre y demorada la respuesta de su contraparte vía celular, es interrogado por uno de esos vecinos progres pero, en el fondo, prejuicioso como el que más. Lo que sigue, que implica algún exceso policial que indigna a Lucy y no le mueve un pelo a Joseph (ya está acostumbrado), es plasmado con una serenidad ajena a los golpes bajos, pero imposible de obviar.

Una de las virtudes del libro, de hecho, es poner al lector en la piel de Joseph, empatizar con ese temple maduro con el que, a pesar de su juventud, responde a los malentendidos en torno a la cuestión racial, muchos de los cuales surgen de las más involuntarias condescendencias. Del mismo modo con Lucy, quien, en su interacción con el mundo, desnuda esos complejos típicos de clase media y en crisis de la mediana edad, desde el prurito a la hora de revelar la elección de una educación privada para los hijos hasta las veleidades huecas del mundillo intelectual. Mucho de ese logro está en el manejo maestro del humor, que transita toda la novela propiciando chispazos de verdadera comedia, como en ese encuentro inesperado cuando Lucy, acompañada por un escritor egocéntrico y ya veterano, y agobiada por el dilema de dejar atrás o no su relación con Joseph, toma nota de la nueva pareja (más joven y con una profesión cool) del adicto en recuperación de su exmarido, quien hasta entonces sólo había despertado en ella su más sincera compasión. Las mal disimuladas emociones del momento destilan en un diálogo antológico que reafirma esa cualidad de Hornby como guionista consolidado, nominado al Oscar por los guiones de An Education (2009) y Brooklyn (2015).

El brexit, en tanto, esa manzana de la discordia que divide al país y enrarece la percepción sobre el inmigrante, recorre el libro como el axón de un gran sistema nervioso y opera como material de testeo para hurgar mentalidades y expectativas sociales. La medida de esa brecha es elocuentísima en la discusión en la sala de profesores (p. 171), y pone en evidencia una polarización que, salvando las distancias, no nos debería resultar tan ajena. Y en medio de esa grieta a la inglesa, auscultada con gracia y agudeza, Lucy y Joseph, tan distintos y a la vez tan simbióticos, son casi una metáfora de eso que, en las sociedades contemporáneas, parece tan difícil de lograr: el entendimiento a pesar de las diferencias, la superación del estereotipo, el encuentro genuino con el otro.

Alguien como tú. De Nick Hornby. Barcelona, Anagrama, 2021, 346 páginas. Traducido por Mauricio Bach.