Lo primero que nuestros sentidos detectan, incluso antes de que terminen los créditos, son los sonidos. Especialmente de vehículos. Y lo primero que vemos es la nuca de un hombre que camina por el costado de la ruta hacia su hogar. Una vez dentro, su silueta se dibuja delante de una de las ventanas y descubrimos que es ciego, que se mueve con la ayuda de su bastón. La cámara sigue sus movimientos pausados. Especialmente los de sus manos, que controlan el estado de las aberturas.

Pablo es uno de los protagonistas de Mirador, el documental dirigido por Antón Terni que se estrenó esta semana en Cinemateca. Más adelante conoceremos a los otros dos, Valeria y Óscar, quienes también son ciegos. A propósito, la Fundación Braille del Uruguay recomienda el uso de ese término en lugar de “no videntes”, “limitados visuales” y otra chorrada de eufemismos.

Esta es, entonces, la historia de tres amigos ciegos. Y quizá el principal mérito esté en el equilibrio que logra el director al mostrarnos la amistad dentro de un contexto imposible de ignorar. Máxime cuando la cámara los sigue a todas partes con una mayor ilusión de intimidad que en otros documentales, porque sabemos que ellos no pueden ver la cámara. Como si sólo se tratara de eso.

Hay una decisión consciente de mostrar al grupo de amigos en actividad, ya sea jugando a hacer música, yendo de campamento o asistiendo a un recital de rock. Allí está presente el sentimiento de comunidad, el disfrute y (en la escena más extensa) el contacto con la naturaleza. Los vemos caminando por el bosque, armando una carpa, preparando refuerzos o dándose un chapuzón en el mar. Ellos quieren ser definidos por lo que pueden hacer.

Claro que la filmación no esconde las diferencias. Hay acciones cotidianas que requieren una logística especial, lo que puede resultar agotador para los espectadores. Y seguramente por momentos lo sea para ellos, como suele agotarnos la vida cotidiana a todos. La cámara, mientras tanto, tiene momentos en los se queda quieta y deja que sea la conversación entre los tres amigos la que marque el ritmo. Como sucede en las mejores conversaciones entre amigos.

Eso no quiere decir que Terni no aproveche los hermosos escenarios naturales en los que transcurre gran parte de la historia, en especial algunos rincones de Rocha. Pero no deja que nos olvidemos de quiénes son los protagonistas de la acción, que en la playa comentan la temperatura del agua y deciden la rotación de turnos porque uno se quedará en la arena con los objetos personales para que los otros lo busquen cuando salgan del mar. Hay una sana dependencia, que no se diferencia tanto de la de otras personas, aunque incluya el contacto físico. Las manos se buscan, se encuentran; y por ahí deben existir muchísimos grupos de amigos en los que hasta el abrazo sea poco común.

Son apenas 70 minutos de película, por lo que, aunque veremos a Pablo preparando licor casero y escribiendo las etiquetas en braille, no llegaremos a conocer en profundidad a ninguno de los tres. Pero alcanzará para mostrarlos en el tren, en un recital, en la ciudad. En definitiva, haciendo. No todo será risas, y hay un momento que cala hondo en el que uno de ellos, por una pequeña distracción, no logra encontrar su bastón en el medio del bosque. Pero cuando llama a sus amigos para contarles que se perdió, vale la pena recordar lo perdidos que podemos estar incluso cuando sabemos exactamente el lugar físico en el que nos encontramos.

Una y otra vez, el mérito de Mirador está en encontrar los equilibrios. Entre los elementos positivos y negativos que tienen en común Pablo, Valeria y Óscar. Entre las conversaciones y las marchas en fila india por terrenos desconocidos. Entre inmiscuirse en vidas ajenas y decidir que ya las seguimos lo suficiente, cuando otros podrían haber hecho una serie de ocho episodios con sus aventuras y desventuras. Y entre luces y sombras (qué ironía), pero poniendo una pesita extra del lado de las luces, ya que la sociedad nos ha acostumbrado a pensar primero en las sombras cuando hablamos de la ceguera.

Acerca de la ceguera

La página web de la Fundación Braille del Uruguay incluye un apartado titulado “Acerca de la ceguera” en el que, además de aportar datos estadísticos y distinguir entre la discapacidad visual total o parcial, aporta sugerencias para un buen relacionamiento. Esto incluye, por ejemplo, no tomar a la persona ciega del brazo –algo que puede provocarle la sensación de que la están empujando– sino dejar que ella tome el nuestro. Advertirle de posibles obstáculos, dar referencias de orientación en relación al cuerpo de la persona con la que tratamos, o no preocuparse por sustituir palabras como “ver” o “mirar”. Vale la pena pasar por allí.

Mirador. Dirigida por Antón Terni. Uruguay, 2019. Con Pablo Zelis, Valeria Costa, Óscar Fernández. En Cinemateca.