Se conoció el domingo la noticia de la muerte de Peter Brook, ocurrida durante la noche del sábado, según informó su hija, Irina Brook, a través de redes sociales. Tenía 97 años y había dedicado su vida al teatro, el cine y la ópera, ámbitos en los que introdujo el concepto de “espacio vacío”, es decir, un lugar en el que alguien se mueve mientras otro lo observa, sin necesidad de instalaciones escénicas especiales. El hecho teatral, en su concepción, sólo necesitaba de esas tres cosas para ocurrir. La magia del resultado devendría del proceso de trabajo de los actores y de la capacidad de comunicar una historia sin ajustarse necesariamente a puestas en escena realistas. La imaginación y la creatividad de actores y espectadores debían desarrollarse hasta permitir el encuentro.

Hijo de un matrimonio de migrantes lituanos llegados a Londres durante la Gran Guerra, Brook debutó como director de teatro con apenas 20 años, en Birmingham Rep. Estuvo al frente del Royal Opera House de Covent Garden y del Royal Shakespeare Theatre, de Les Bouffes du Nord de París y del Centro Internacional de Creaciones Teatrales (CICT), un proyecto que llevó adelante precisamente para dedicarse a un teatro experimental que tuviera libertad para moverse por el mundo e incorporar integrantes de los más diversos orígenes, a medida que las necesidades creativas y de investigación y formación lo demandaran.

Fue un consagrado director shakespeariano antes de sentir que debía avanzar en la experimentación, pero volvió a Shakespeare en 1990 con La tempestad, que ya había dirigido en 1968. Trabajó con piezas de autores como Anton Chéjov, Alfred Jarry, Jean Genet y Samuel Beckett, pero también con otros ajenos al mundo teatral, como el neurólogo Oliver Sacks, cuyo célebre ensayo El hombre que confundió a su mujer con un sombrero (1985) le hizo preguntarse por “la extraña y oscura relación que se establece entre el cerebro y la mente”. Una de sus puestas más conocidas fue la de la epopeya india El Mahabharata, en 1985, con una duración de nueve horas. En 1989 la obra fue llevada al cine.

Brooks también impulsó producciones como Marat Sade, de Peter Weiss (1967), y varias óperas, como La flauta mágica, de Mozart, Pelleas, de Debussy y Carmen, de Bizet; dirigió cine (le debemos la tremenda película de 1963 El señor de las moscas, por ejemplo) y televisión, y formó a varias generaciones de actores y realizadores de las artes escénicas.

Se retiró de la dirección en 2010, cuando tenía 85 años, y abandonó finalmente también la producción en 2015, luego de la muerte de su esposa, la actriz Natasha Parry.