Desde la salida del Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band de los Beatles, por sugerir un comienzo, en la batea de lo que conocemos como álbum conceptual ha desfilado de todo, desde obras maestras a ejercicios pretenciosos. De moda en los progresivos 70, en la actualidad el formato colisiona con los nuevos hábitos de escucha de la música, propensos a la fugacidad del sencillo, el random y el escroleo, Sin embargo, cuando el concepto no se fagocita la música, aparecen bajo esta premisa obras con altas dosis de inspiración.

Nsandulandia, el reciente trabajo de los multinstrumentistas Guillermo Maidana y Sebastián Jantos, transita por esta carretera. Como el Nérpola de Bufón y la ciudad de Tajo del Cuarteto de Nos, el dúo plantea una comarca imaginaria en la que sucede el relato musical, un territorio de fronteras flexibles, etéreas, donde se recogen sonoridades de distintas culturas con una línea en común: el afrobeat. “Es como una foto del momento de convivencia musical y de amistad y religiosa con Seba, de muchas andanzas por la región y de grabaciones”, cuenta Maidana, creador de las músicas en las que Jantos se sumergió, en principio como productor y arreglador, hasta que de común acuerdo decidieron que el trabajo llevara la firma ambos.

El corazón del disco es el universo sonoro del candomblé ketu, manifestación cultural y religiosa afrobrasileña. A modo de muestra: “Agodobó”, la canción que sirve de apertura, es un ijexá, y la que la sigue, “Guardián del pueblo”, un agueré. De todas maneras, no imaginen un muestreo etnomusicológico: Maidana y Jantos parten de estas bases y construyen verdaderos collages orquestales a fuerza de atávicas percusiones y tonalidades mayores, con desenfado tropicalista, contundencia jazzera y precisos condimentos de pop, humor y localismos. Si Nsandulandia es una comarca, cada canción es un barrio con sus avenidas y vericuetos por donde transitan, como habitantes, los numerosos y variados músicos invitados. “Toda la gente que participó fue gente que fuimos conociendo en este camino musical”, aseguran. Por nombrar a algunos –la lista es abrumadora–: los brasileños Mário Falcão y Zé Ramos, la cubana Irina González y Nico Arnicho, quien, entre otras colaboraciones, aporta su toque en “Paysa Colón”, definida por Maidana como una “mandrilada”, en referencia a la Tribu Mandril, y, ¿por qué no?, una de las canciones del año: “Paysa - Colón / Passando som / Noite criança / Pelo escuro voa trança / Sentimento bom / Sentimento bom / Momento singular / Quando a onda derramar / Passando som”.

Si bien las canciones se separan con sus debidos silencios entre tracks y tracks, es casi imposible no entrar en el trance y escucharlo como una unidad, más allá de lo variopinto del repertorio. Del instrumental “El mensaje de Sing Sing”, una descarga cubana que remite a una orquesta habanera de mediados del siglo pasado, pasamos a “Correntada”, un “intento de fusionar la canción del litoral con percusión”, en el que Maidana luce su pasaporte sanducero, y de ahí a “Desiré”, una luminosa canción, mitad changüí cubano, mitad ilú –del candomblé ketu–, dedicada a su hija, cuyo nacimiento también inspira la obra: “Hay una nena chiquita que se llama Desiré / Cuando al agua se zambulle / Es sirena de mi mar”. Además de los instrumentos que podemos definir como convencionales –guitarras, bajos, flautas, saxos, pianos–, Maidana, Jantos y compañía ejecutan un arsenal percutivo: agogô, shekere, batá, atabaques, timbau, caxixis, gan, lé, rumpí, tarol, zabumba, katá, cavaquinho, birimbao con arco, ganzá, entre otros. Cuando queremos reaccionar ya estamos en “Frontera”, el último barrio, escuchando el canto yoruba de Ifayinka, un babalawo (sacerdote) nigeriano consagrado a Orunmilá, el orixá de la adivinación. El viaje terminó, o recién comienza.

Nsandulandia es tan complejo como intuitivo; apto para todo tipo de orejas: desafiante para el melómano atento y amable con el pasajero circunstancial. La primera escucha ya satisface, pero se necesita más de una para apreciar a cabalidad la abundancia de colores que componen su tejido. En tiempos pandémicos y apoyados en las bondades de las nuevas tecnologías de la comunicación, estos parceiros dieron forma a un fogón virtual en el que una tribu planetaria nos brinda su ofrenda. Como augura un texto que acompaña el disco: Ona Bá Lona tabàlají f’omim (“Te damos agua para que no falte vida en el camino”).

Nsandulandia. De Guillermo Maidana y Sebastián Jantos. Edición independiente, 2022. Disponible en plataformas.