¿Quién fue Alfonsina Storni? ¿Quién es en el imaginario actual, romantizado por muchas lecturas que la asocian a la incapacidad de sostener el dolor al punto del suicidio? Como otras poetas de la región -los nombres de Alejandra Pizarnik y Delmira Agustini son los primeros en acudir-, la argentina Alfonsina Storni (1892-1938) suele ser convocada por su muerte más que por su obra, por un mito tan oscuro como seductor.

Así, el mar como elemento asociado a la angustia del olvido se ha convertido en el marco principal de la imagen de la poeta, borrando, en cierto sentido, a la escritora. Ese pensar en Alfonsina como “la suicidada” de Mar del Plata es un acto de injusticia. Ella fue, antes que nada, una mujer feminista cuya poesía configura una estética abstracta y reflexiva, mientras que su prosa, según la crítica de la época, marcó las letras locales.

El reciente estreno de Storni contribuye a desmantelar ese mito y reconfigurar la visión que tenemos de la escritora. Lo hace sin recurrir a lugares comunes y sin facilismos melodramáticos. El texto es inteligente porque aborda distintos momentos de su vida y trae al presente a una Alfonsina más compleja y real, una mujer que se construye a sí misma.

La dramaturgia está a cargo del psicoanalista Gabriel Guerrero, uruguayo residente en Argentina y también autor de La norma, que el año pasado dirigió Caro Cancela, ahora devenida protagonista. Su objetivo es iluminar las zonas menos reconocidas de la poeta, más allá de su muerte e incluso más allá de su escritura. Organiza la obra en escenas vinculadas a situaciones que marcaron el trayecto vital de Storni, revelando los aspectos más humanos pero también los que cimentaron su personalidad y su peculiar voz poética.

En escena no aparece una mujer víctima de su tiempo, del desamor o de una enfermedad. Alfonsina resurge en este texto en nuevas facetas para mostrar el verdadero carácter de una poeta que desafió las convenciones sociales aun a costa de su dolor. Nos muestra su costado resistente y tenaz, capaz de burlarse de todo incluso en el conservador ambiente intelectual de su época.

La puesta en escena está definida por telas –con inscripciones– que demarcan el espacio y apuntan a configurar el universo más simbólico del relato. Su economía adquiere una dimensión estética al aportar los elementos necesarios para sostener la representación del personaje en sus distintas etapas. El director Becky Garello propone un territorio abierto, con cierto ambiente de ensueño en el que se produce el encuentro entre Cancela y Storni. Las luces que definen los planos escénicos enmarcan cada uno de los niveles temáticos en los que se irá ilando la imagen sintética de Alfonsina.

Caro Cancela interpreta a Storni con una carnalidad que emociona. Hay en su trabajo un tejido que combina la sensibilidad con la investigación indispensable para sostener este personaje lleno de contradicciones propias de la época. Durante más de una hora Cancela habita a Storni y la trae al presente en todas las formas posibles. Muestra otro costado de la poeta para correrla del rol pasivo de víctima y levantar ante el público a una Alfonsina protagonista de su vida y de su muerte. El cuerpo de la actriz transita distintas situaciones en las que vemos a una Storni niña y de gran carácter, a la hija que sostiene el dolor de una familia desarticulada, a la trabajadora comprometida y feminista que toma la voz, a la madre soltera y a la escritora que aun en el reconocimiento siente la debilidad de no ser comprendida. Todas ellas surgen en escena con una claridad imponente, pero también aparecen otros personajes (espectros, quizá) a través de diálogos creados por medio del discurso, el cuerpo y la mirada de una actriz que lo hace todo en escena. Su apuesta es alta y queda clara cuando afirma: “Sentí que debía contar la historia que ella no pudo contar, porque yo tenía la voz para hacerlo”.

Storni trae a escena un fantasma que llega para reclamar lo que se ha hecho con su memoria. Es una protesta que saca a una mujer admirable del cuadro mítico y la devuelve a un lugar más humano, cargado de la belleza de su poesía.

Storni, de Gabriel Guerrero. Dirección de Becky Garello. Con Caro Cancela. En Arteatro (Canelones 1136), los sábados a las 21.00 y domingos a las 19.00.