Carlos Carlitos Balá, ícono del entretenimiento argentino desde hace décadas, falleció el jueves por la noche a los 97 años, luego de haber sido internado de urgencia por mareos. La información fue confirmada por su nieta, Laura Gelfi, a Infobae: “Estamos devastados pero unidos. Y así se fue él: con la familia unida y mucho amor”.

Su influencia fue tan grande que los saludos de despedida se multiplicaron, incluyendo al mismísimo presidente Alberto Fernández, quien escribió en Twitter: “Hoy despedimos a Carlitos Balá, quien más supo de humor para las y los más chicos. Humorista, actor, músico... toda la Argentina esperaba verlo aparecer para sonreír con su ingenio. ¡Hasta siempre!”.

Había nacido en 1925 en el barrio de Chacarita y de joven su hermana mayor lo impulsó a dedicarse a la actuación, después de verlo inventar obras de teatro con figuras de papel. Su primer contacto con los medios fue en 1955, en el popular programa de radio La revista dislocada, donde se presentó con el seudónimo “Carlitos Valdez”, para rápidamente volver a ser Carlitos Balá.

Luego de sus comienzos en radio, llegaría la explosión de popularidad gracias a la televisión. En 1961 apareció en el programa de Canal 7 La telekermese musical y tres años más tarde ya tenía envío propio en Canal 13, llamado El soldado Balá. En medio, había protagonizado la obra de teatro Canuto Cañete, conscripto del siete, que tendría su versión cinematográfica.

Estuvo frente a varios programas de televisión, pero el programa más popular de su carrera fue El show de Carlitos Balá, donde desfilaban personajes que quedaron en el recuerdo de los argentinos, además de frases pegadizas como “¡Mirá cómo tiemblo!”, “¡Sumbudrule!”, “Ea-ea-ea pe-pé”, “Un kilo y dos pancitos” o la pregunta “¿Qué gusto tiene la sal?”, que era respondida a coro: “¡Salado!”.

Siguieron décadas de aparición en los medios en forma intermitente y en los últimos años recibió el reconocimiento de las nuevas generaciones de animadores infantiles, como Piñón Fijo o Panam, quienes lo incluían en sus presentaciones. Acumuló premios a la trayectoria y hasta la denominación de Embajador de la Paz luego de haber sido recibido por el papa Francisco. Su vida personal, mientras tanto, consistió en un matrimonio de 56 años con Marta Martita Venturiello, con quien tuvo dos hijos.

En 2017 recibió el diploma de Ciudadano Ilustre en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires y fue homenajeado en el Congreso de la Nación. Por entonces resumió su espíritu en una charla con Clarín: “No tengo tiempo para estar triste, tengo alegrías que me eclipsan. Y hago reír todo el día. En los aviones me pongo a bailar con las azafatas. La fórmula es recibir cariño. Yo soy de espíritu joven. El cariño te rejuvenece. Todo el mundo debería recibir cariño, pero está el poder adelante y nadie la quiere entender. Yo tengo cerca el cementerio de la Recoleta y digo: 'Así terminamos todos'”.