Las editoriales independientes en Uruguay, ubicadas en su mayoría en Montevideo, deben enfrentarse a un mercado saturado de títulos que muchas veces llegan sin curaduría, y lo hacen presentando ediciones cuidadas, casi mimadas, únicas. En el caso de Ediciones La Farola, emprendimiento con menos de dos años de vida, cada ejemplar es su propio manifiesto, tanto por el contenido como por la forma.

Nadia Vieitez y Mattías Prestini, fundadores de La Farola junto a Carolina Ruiz, conversaron con la diaria sobre esta iniciativa. “Queríamos crear una nueva editorial y no sumarnos a las que ya existían. No es que queríamos abrirnos y aislarnos, sino aportar desde otro aspecto”, explicó Vieitez. “Hicimos foco en la producción. Es nuestra marca. No solamente realizamos los libros de manera artesanal, sino que nos enfocamos en los principios de la economía circular y solidaria. Era una forma de vida previa a crear la editorial, y algo que queríamos reproducir en este proyecto también”.

“Nosotros trabajamos con materiales reciclados, ecológicos, es el sello de la editorial. Y específicamente utilizamos bolsas de papel como principal insumo, las bolsas de las tiendas de ropa o cualquier bolsa de papel kraft”, agregó Prestini. “El uso de este material era incompatible con un proceso de producción editorial tradicional. En una imprenta apretás un botón y salen 5.000 libros todos iguales; nosotros nos dimos cuenta de que estábamos apuntando a hacer 200 todos distintos. A contracara de este proceso industrializado y en serie: es una cosa realmente artesanal”.

Llegaron a consultar por el uso de ese papel en imprentas e implicaba una suba “importante” de costos, así que se volcaron por la opción que se acercaba más a lo que querían, según describió Vieitez. “Generar un libro objeto. No solamente [para] leerlo y que nos transmita contenido, que es lo principal, sino también que genere otro tipo de vínculo con el libro físico”. Hacer 200 libros a mano lleva meses de planificación, de prueba de materiales y de impresión en una impresora casera. Todo esto, como enfatizan, realizado “en los momentos de ocio” mientras mantienen otras ocupaciones.

Este proyecto “con conciencia” también comprende instancias como la del trueque, y una intención manifiesta de no producir en exceso, como ejemplificó Prestini. “Vemos que hay muchos libros en mesas de saldos. Hay editoriales que producen 500 libros de una tirada solamente porque los costos son mejores, porque en la imprenta sale lo mismo sacar 500 que 200, y quedan un montón de libros en mesas de saldos. Esto también es meterle un poco de cabeza”.

La distribución tampoco es la tradicional. “Seguimos intentando crecer sin estar en las librerías. No por rebeldía, sino porque tenemos una pata importante en la cercanía con la gente”, dijo Vieitez. “Estamos en las ferias y se contactan con nosotros por Instagram, que es la plataforma que más utilizamos. Nosotros llevamos los libros en bicicleta a alguna zona de Montevideo, sin costo, y después por correo al interior”.

En cuanto a los títulos, tuvieron la experiencia previa de 39 microrrelatos y un año después (Vieitez) y como editorial conformada debutaron con Textos para llorar en el baño de la oficina (Vieitez/Ruiz). Ahora están presentando Dame un choque, de la joven fraibentina Merlina Martínez, conocida como Mujer Conejo. “Es nuestro primer poemario”, contó Nadia. “Si el contenido nos gusta y es publicable, lo vamos a publicar”. El único filtro mencionado en lo que respecta a la selección del material es que haya unanimidad.

“Nos tomamos el tiempo con cada escritor y escritora que nos envía su trabajo. En algunos casos hacemos un trabajo de edición que lleva más tiempo y hay otros que ya son publicables. Tratamos de tener entrevistas personales con ellos, porque no es solamente ‘yo acepto tu trabajo’, sino que ellos también acepten. No es que terminen con La Farola por descarte, porque los rechazaron otras editoriales, sino que entiendan nuestro proceso de edición. Para nosotros es importante y los invitamos siempre a que vengan a encuadernar con nosotros, a doblar hojas, a cortar. Que vean cómo se hace su libro. Eso le va a dar otro valor”.

La Farola forma parte del colectivo editorial Sancocho, que nuclea iniciativas independientes y se presenta en ferias propias (“sancochazos”) y otros eventos. “Nos sumamos para poder intercambiar ideas y aprender. Estamos todos en diferentes lugares, con diferentes intereses. Eso hace que sea justamente un sancocho. Nos ayudó a pensar el modelo y los procesos más productivos y los acuerdos con autores e instituciones. Fue un cable a tierra, porque veníamos de autopublicaciones”.