“No le tengo miedo a la oscuridad / Sé que el amanecer llegará pronto”, canta Marisa Monte en “Calma”, la segunda canción de Portas, su noveno y último disco, y de alguna manera sintetiza el alma del proyecto. A pesar de que prefiere no vincular su poesía con asuntos coyunturales, todo el álbum está impregnado de una mirada esperanzadora con este aquí y ahora, como si fuera un elixir contra tempestades tan oscuras como su pelo rizado, que, no duda, pasarán. “Yo ya estoy pensando en el futuro”, sigue cantando.

Lleva más de 30 años en el convoy de la MPB (música popular brasileña), es parte del vagón en el que viajan también Nando Reis, Paulinho Moska, Adriana Calcanhotto, Seu Jorge y Chico César, entre otros, los hijos reconocidos del tropicalismo. Pero su despegue definitivo fue a partir de Tribalistas, el proyecto que comparte desde principios del milenio con otros dos polizones de este viaje: Arnaldo Antunes y Carlinhos Brown. Hoy su hipnótica voz de mezzosoprano tiene un lugar de destaque en la marquesina de la música global. Cuatro Grammy latinos lo atestiguan.

Si bien hacía diez años que no editaba material original bajo su nombre, la compositora carioca no se detuvo nunca, entre discos en vivo, recopilaciones, giras e intercambios artísticos de todo tipo. A Marisa le gustan las parcerías. Para muestra está Portas, donde participan varios de sus colegas y amigos, entre ellos, David Byrne, Julieta Venegas y Jorge Drexler.

Luego de girar por Europa, Estados Unidos y Brasil, Marisa prepara, junto a una verdadera big band, el último trayecto de su tour 2022 con conciertos en Chile, Argentina y, por supuesto, Montevideo, ciudad en la que se presentará por tercera vez en calidad de solista el 27 y 28 de setiembre en el Auditorio Nacional del Sodre. “Allí espera el tiempo / allí está la primavera”.

¿Qué me podés adelantar de los shows en Montevideo?

Estoy de gira desde enero con el espectáculo Portas, que tiene como repertorio temas de todas las etapas de mi carrera, desde temas antiguos del primer disco, los conocidos por todos, hasta temas nuevos. Una banda virtuosa con Dadi (bajo, teclados y guitarra), Davi Moraes (guitarras), Pupillo (batería), Pretinho da Serrinha (percusión, cavaquinho y voz), Chico Brown (teclados, guitarra, bajo y voz), Antonio Neves (trombón, adaptaciones y arreglos para metales), Eduardo Santanna (trompeta y fliscorno) y Lessa (flauta y saxo). En este momento de regreso pospandemia será emocionante encontrar al público uruguayo con música y poesía.

Si bien Uruguay, por contacto, tiene cierta apertura a la música brasileña, no son tantos los que logran llegar hasta aquí y llenar dos Auditorios del Sodre. ¿Te imaginabas que tus canciones iban a cruzar fronteras?

Nunca lo hubiera imaginado. La música es pura frecuencia, ondas de sonido que viajan mucho más allá de mi presencia física. Es gratificante darme cuenta de que la música me conecta con tanta gente y me acerca a culturas y personas en un intercambio inspirador también para mí.

Estuviste mucho tiempo sin editar, pero no inactiva. ¿Fue planificado?

Cuando terminó la última gira [por el álbum O que você quer saber de verdade, de 2012], hice un disco en vivo y un DVD [Verdade, uma ilusão tour 2012/2013]. Después de eso hice una serie de proyectos colaborativos con varios artistas interesantes, en un diálogo que me gusta mucho, pero no tengo tiempo de hacer durante mis giras. Hice el proyecto Samba Noize en el BAM [Academia de Música de Brooklyn] de Nueva York, una gira nacional con Paulinho da Viola, un disco inédito [2017], una gira internacional y un disco en vivo [2019] con Tribalistas. Ya tenía un repertorio pronto y estaba listo para entrar al estudio cuando vino la pandemia. Después de esta fase de colaboraciones supe que era hora de volver a mí misma, echaba de menos mi faceta solista. Fue un tiempo y un proceso natural.

En Uruguay la pandemia fue particularmente dura con los músicos. ¿Cómo se vivió en tu país?

La pandemia ha impuesto retos a todos y ha golpeado duramente la actividad cultural. Fue una situación sin precedentes en mi vida profesional estar tanto tiempo sin pisar un escenario.

Portas está atravesado por la pandemia, pero, a pesar de la distancia obligada, suena muy orgánico y tiene muchas colaboraciones. ¿Cómo fue ese proceso?

Fue un gran desafío. Optamos por un método de producción mixto, alternando grabaciones en vivo en Río de Janeiro con grabaciones remotas en Lisboa, Madrid, Barcelona, ​​Nueva York y Los Ángeles. Para mi sorpresa, la tecnología nos ha permitido experimentar con formas de relación que no hubiésemos probado si no fuera por la extrema necesidad, y funcionó muy bien. En ese sentido, la conectividad digital del mundo contemporáneo se destacó en la pandemia. Portas terminó siendo un disco que hice con más colaboraciones internacionales, en más ciudades diferentes, sin salir de Río y sin perder la calidez ni el espíritu colectivo.

Es un disco largo, sobre todo si pensamos en los nuevos hábitos de consumo de música. ¿Pensás en eso a la hora de crear?

Empecé mi carrera en la era predigital, y viví toda la transición a lo largo de los años, pasando por diferentes formatos hasta llegar al streaming. Intento evolucionar junto con el mercado y la tecnología, siempre aprendiendo y tratando de adaptarme a nuevos formatos. Me gusta mucho la libertad que existe hoy en día para pensar en cada lanzamiento de una manera única y poder experimentar con diferentes formas de poner canciones en el mundo. La tecnología ha democratizado los medios de producción musical.

¿Cómo surgió invitar a Jorge Drexler?

Conozco a Jorge desde hace unos años, nuestro acercamiento se dio a través de la música. Es un artista genial, un compositor brillante al que admiro mucho como persona y como creador. Creo que toda asociación comienza con la admiración mutua. Hace unos años nos encontramos en un viaje de vacaciones en Cerdeña, y allí en el barco hicimos esta canción, “Vento Sardo”, que es un homenaje al viento, ese elemento que simboliza la mutación constante, la fluidez de adaptarse a cualquier obstáculo, con su fuerza y ​​ligereza a la vez. Me gusta mucho hablar con él y el intercambio intelectual y afectivo.

Definiste el espíritu del álbum como “afirmacionismo” en el marco de algo que llamas “resistencia poética”, ¿qué te propusiste?

El afirmacionismo o afirmativismo es un contrapunto crítico al negacionismo. Surge de la necesidad de resistir afirmando siempre valores fundamentales como la naturaleza, el amor, el conocimiento, la ciencia, la paz, el arte, la cultura, la belleza y la armonía en la diversidad.

¿Cómo estás viviendo la coyuntura de tu país a punto de volver a las urnas? Has sido muy crítica con Bolsonaro, sobre todo por su política cultural.

Me gustaría un gobierno en Brasil más consciente del poder económico que representa la cultura y la industria creativa. Veo hoy una falta de conciencia de esta grandeza y un gran derroche de cómo se trata la cultura. Lo lamento, pero esto me hace sentir más motivada para hacer arte y cultura.

La revista Rolling Stone te ubicó como una de las músicas más influyentes de Brasil detrás de Elis Regina, Gal Costa y María Bethânia. Pienso en el honor que debe significar, pero también en el camino recorrido por vos y tus colegas músicas.

Me ponen feliz todos los reconocimientos, aunque sé que estas valoraciones son siempre subjetivas. Cuando pienso en mi próximo trabajo cargo todo el bagaje que tengo, toda mi experiencia y sumo nuevos retos para seguir aprendiendo.

La última, ¿cuáles son los primeros versos que se te vienen a la cabeza cuando pensás en un samba carioca?

“Eu sou o samba, sou natural daqui do Rio de Janeiro”.

Marisa Monte. Portas Tour 2022. 27 y 28 de setiembre. Auditorio Nacional del Sodre. Entradas: Tickantel.