El mundo del cine fue sacudido por la noticia de la muerte de Jean-Luc Godard, no tanto por la sorpresa, porque después de todo se trataba de un nonagenario, sino porque su desaparición pone de relieve la profundidad y la extensión de los cambios en la cultura que impulsó desde su obra.
Parte de un grupo de intelectuales-cineastas que escribían en la revista parisina Cahiers Du Cinéma, como Éric Rohmer, Claude Chabrol y François Truffaut, mientras se ejercitaban filmando cortos, Godard comenzó su carrera como autor en 1959 con Sin aliento (A bout de souffle), una película cuyo rupturismo formal sería un hito tanto para la Nouvelle Vague, el movimiento artístico en que se inscribió, como para el cine en general. Allí estaban muchas de las marcas de ese período de la obra de Godard: rodaje “cámara en mano”, luz natural, sonido directo, montaje vertiginoso, notorias elipsis en el relato, recuperación del habla callejera y también el uso del metalenguaje –cómo olvidar el parlamento a cámara de Jean-Paul Belmondo–. El guion lo había escrito Truffaut, de quien años después se distanciaría amargamente.
Al año siguiente, Godard filmó El soldadito, que fue censurada durante tres años por el gobierno francés por su denuncia del empleo de tortura en la guerra colonial en Argelia, y que protagonizó Anna Karina, figura de buena parte de su obra de esos años y también pareja del artista. La actriz fue parte, entre otras películas, de Alphaville (1965), la conjunción de ciencia-ficción e historia detectivesca que lo afianzó como un director multipremiado en el circuito de festivales europeos.
Vanguardista no sólo en la estética sino también muy atento a las transformaciones que impulsaban las generaciones que ingresaban a la vida política, en 1967 Godard estrenó La chinoise, en la que jugaba con las costumbres de los estudiantes parisinos maoístas. Su involucramiento en las revueltas de mayo de 1968 lo llevó, junto a otros colegas, a interrumpir exhibiciones en el Festival de Cannes, que llegó a ser suspendido. Ese año también filmó One plus One, un documental sobre la gestación de “Sympathy for the Devil”, la canción de The Rolling Stones, intercalando discursos y performances políticas de diverso signo entre los ensayos de la banda.
Por esos años creó el grupo Dziga-Vertov (en homenaje al cineasta soviético de ese nombre) junto a Jean-Pierre Gorin, Juliet Berto y Anne Wiazemsky, su pareja de entonces. El colectivo, que buscaba difuminar la autoría individual, produjo ensayos marxistas que evitaban la narrativa y la estética convencionales, así como la llegada al gran público.
En 1976 Godard estrenó el documental Aquí y en otro lugar (codirigido con Anne-Marie Mieville, su nueva pareja), en el que reflexionaba sobre las limitaciones del por entonces ya disuelto grupo Dziga-Vertov y sobre la naturaleza misma de la representación cinematográfica.
En la década siguiente fue centro de polémicas debido a su versión del embarazo de una virgen en Yo te saludo, María (1984), que fue declarada herética por la iglesia católica.
Godard continuó filmando durante las décadas siguientes y sus obras tuvieron una recepción diversa, aunque mantuvieron el respeto crítico y el prestigio dentro de la disciplina. Brigitte Bardot, Gérard Depardieu y Alain Delon se cuentan entre las figuras consagradas que aceptaron gustosamente asociarse al director.
Lo último que filmó fue El libro de imágenes (Palma de Oro especial en Cannes 2018), en el que, una vez más, volvía a reflexionar sobre la naturaleza del cine. El año pasado anunció su retiro como director, pero también que estaba escribiendo dos guiones.
Nacido en Suiza en 1930, Godard tenía 91 años cuando este martes se anunció su muerte, sin explicitar causas específicas, en el periódico Libération, que lo despidió con estas palabras: “Cineasta total que vivió mil vidas y dejó una obra tan prolífica como proteiforme, encarnación de las contradicciones de un arte en búsqueda permanente, Jean-Luc Godard ha muerto. Deja una carrera atravesada por obras maestras y por incomprensiones que lo han erigido, ya en vida, como leyenda”.
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