El final del siglo XX fue todo de Guy Ritchie. En 1998 estrenó Juegos, trampas y dos armas humeantes (Lock, Stock and Two Smoking Barrels) y en 2000 le tocó el turno a Cerdos y diamantes (Snatch). Ambas películas sacudieron la cartelera cinematográfica con acción estilizada, edición inteligente y acentos pegadizos. Buena parte del mundo descubrió que el hampa británica podía ser igual de interesante y hasta más entretenida que su contraparte estadounidense.

Apenas dos años después llegó Insólito destino (Swept Away), aquella remake romántica protagonizada por Madonna (su esposa en aquel entonces) y despreciada por el público y la crítica. La siguieron ecos débiles de sus primeras películas; regresos al mundo gangsteril que por momentos recordaban sus magistrales primeros pasos. El cambio de siglo lo golpeó fuerte y ya nada volvió a ser lo mismo. Algo muy parecido le ocurrió a Chuck Palahniuk, pero estamos acá para hablar de cine.

Ritchie recicló algunos de sus truquitos en películas más grandes, como las dos entregas de Sherlock Holmes con Robert Downey Jr. a la cabeza, o la adaptación a la gran pantalla de El agente de C.I.P.O.L. (The Man from U.N.C.L.E.). No le fue tan bien con el rey Arturo, ya que estrenó el primero de seis episodios, que resultó ser el único. Le fue mejor en su versión con actores de carne y hueso de Aladdin, pero es que los tanques de Disney no suelen fallar.

Entre pasos en falso y destellos nostálgicos llegó su más reciente película, que tanto en español como en inglés tiene títulos difíciles de recordar a la hora de comprar la entrada (por algo abundan tantas Cuestión de honor). Operation Fortune: Ruse de Guerre llegó a nuestras salas como Agente Fortune: el gran engaño, y rápidamente podríamos incluirla en la categoría “aventura de espías con una pizca de humor”. Sin llegar a la comedia ni a los niveles de delirio de las últimas entregas de Rápido y furioso, propone al espectador un par de horas de acción colorida y una trama que siempre, pero siempre, quiere ser un poquito más inteligente de lo que debería ser.

Para combinar golpes, explosiones y remates de chistes se necesita tener un buen protagonista, y Ritchie sabía perfectamente a quién llamar. No en vano fue él quien le dio sus primeros dos roles a Jason Statham, que fue subiendo un montón de peldaños entre las estrellas de acción, se quedó en un cómodo segundo puesto y se le nota (o disimula muy bien) que le gustan esta clase de trabajitos.

Su personaje es el Orson Fortune del título, un superespía que adora reventar el presupuesto de Su Majestad, pero que sigue siendo llamado para los trabajos porque no hay nadie mejor (pese a varios errores de amateur que presenciamos en esta misma cinta). Tenemos entonces a un reclutador a regañadientes (el majestuoso Cary Elwes), que completa el equipo de “los buenos” con un experto francotirador (Bugzy Malone) y con la femme fatale que interpreta Aubrey Plaza. No solamente por su belleza, que es utilizada en la trama, sino que es fatal por el nivel de cinismo que maneja.

La excusa para las escenas de acción es sencilla: unos malos se robaron algo y piensan vendérselo a otros malos. Por el dinero que se maneja, ese algo debe ser peligrosísimo. Así que no hay tiempo que perder. Un elemento simpático, que el guion maneja muy bien, es que el Equipo Fortune no solamente debe enfrentarse a los villanos, sino a un segundo grupo de superespías que quiere arrebatarles la victoria y el algo. Hay una lucha corporativa con integrantes que han sabido cambiar de equipo, y esa tensión es la que eleva varios de los momentos de la película.

Sin embargo, el centro de la trama gira alrededor de un villano multimillonario (valga la redundancia) encargado de unir a ambas partes malas para que se concrete el negocio. El ascenso mediático de Elon Musk y otros de su calaña ha alimentado la imaginación de los guionistas, que se estaban quedando sin enemigos claros, y aquí tenemos al señor Hugh Grant en el papel de un tipo tan rico como caprichoso, y tan peligroso como tonto al momento de tomar algunas decisiones.

Para acercarse a él contactan a uno de los caprichos: un galán de Hollywood (Josh Harnett) que alguna vez rechazó una fortuna por salir de adentro de un pastel de cumpleaños para el ricachón. La película amaga con explotar esta veta, pero Jason Statham no deja que le roben el protagonismo, y ni la competencia entre superespías ni el actor que debe convertirse en héroe de acción (como Nicolas Cage) pueden asomar demasiado la cabeza entre una explosión y otra. Sobre el cierre llegará una vueltecita de tuerca, no muy bien explicada, pero para cuando uno quiere entenderla ya hay más balas surcando el cielo en ambas direcciones.

El Ritchie estilizado dejó lugar a un Ritchie más práctico, que no toma riesgos pero logra que el resultado final sea entretenido, aunque no mucho más que eso. A otro director no le pediríamos más, pero no puedo dejar de pensar en aquellas dos películas del siglo XX.

Agente Fortune: el gran engaño (Operation Fortune: Ruse de Guerre), dirigida por Guy Ritchie. Estados Unidos-China, 2022. Con Jason Statham, Aubrey Plaza, Josh Hartnett, Cary Elwes, Bugzy Malone, Hugh Grant. En varias salas.