Pueblo Garzón, al atardecer, tiene todo el aire de un lugar donde no pasa nada, aunque turistas bien vestidos entran y salen de casas estilo colonial muy bien pintadas. En ellas se descubren grandes galerías de arte donde las obras se cotizan entre 800 y 40.000 dólares, con artistas extranjeros de excelencia como el estadounidense Emil Lukas o la argentina Ana López.
En una calle asfaltada hay un vagón que parece descarrilado pero contiene lo más interesante del arte del lugar: “Medio metro de asfalto, análisis para un florilegio”, una muestra de Camila Lacroze.
El vagón es una galería de arte que busca salir del molde, crear una grieta en la propuesta artística de un pueblo que tiene cada vez más turistas vip. Allí, la Galerill/Guerrilla Gallery Project, de Iván Martínez, tiene un espacio de arte emergente. Lacroze eligió al azar 50 centímetros de calle montevideana y en ellos observó las plantas y flores que nacieron, investigó sus colores, sus formas, pintó con óleo y acrílico, intervino seis lienzos y seis collages que forman parte de la muestra. En sus creaciones, la botánica resiste a la urbanidad y las plantas se funden en figuras sutilmente sexuales, carnívoras, ingenuas.
Lacroze, de 34 años, se formó en el Espacio de Arte Contemporáneo, es alumna de la Maestría en Arte y Cultura Visual de la Facultad de Artes de la Udelar, acaba de ganar la beca Eduardo Víctor Haedo del MEC y realizará una residencia de tres meses en New Jersey en la fundación ESKFF. La maestría de la Udelar se abre cada dos años y acepta unos 20 estudiantes (se suelen presentar 70). El próximo marzo comienza la nueva generación, tercera de un proyecto académico que no ha tenido deserciones e incluye artistas visuales, escénicos, músicos, docentes universitarios y de secundaria, entre otros.
Fernando Miranda, decano de la Facultad, explica que “en aplicación de la normativa universitaria nosotros hemos reconocido en varios casos el ingreso por una formación equivalente a un título universitario en artes sin que la persona efectivamente fuera egresada de la Universidad” y también que “hay participación de más de diez universidades extranjeras” y que “se mantienen criterios de igualdad entre mujeres y varones que acceden a las cohortes, así como tenemos en los docentes invitados relaciones de igualdad de género, lo cual tiene el cuidado de una perspectiva que queremos dar desde la construcción del programa y su desarrollo”.
Feria y tranqueras
Iván Martínez Autin es argentino y vive en Uruguay. Nieto del galerista Jacques Martínez, abrió las puertas (los postigones) de su galería en Pueblo Garzón en diciembre de 2021. Allí se promociona y comercializa el trabajo de artistas emergentes (Lacroze, María Chiara Baccanelli, Camila Ercoreca, Florencia de Palleja) buscando romper con los modos establecidos de mostrar arte, pero manteniendo los valores profesionales y el oficio heredado.
Este año, la Galerilla abrió su feria alternativa al evento Este Arte en las Terrazas de Manantiales, y la llamó Otro Arte. Se trata de una feria donde venden sus creaciones los artistas que no tienen representación en el circuito hegemónico de arte de la temporada del verano. Otro Arte funcionó el 6, 7, y 8 de enero y participaron María Vales, Daniel Supervielle, Gustavo Perrier, Soledad da Rosa , Maki Oaks, Inés Gaggero, Pedro Peralta, Florencia de Palleja y Radna Segal, Natalia Namaka, Vivianna Mazuco, Manuel Chelle Brandt, Emiliana Rat, Pablo Aloy, Michelle Castillo, Camila Lacroze y Agustín Martínez.
Los vagones en Pueblo Garzón son dos. En uno se expone y en el otro, artistas preparan sus trabajos. La galería no tiene horario fijo y hay que acordar una cita previamente, aunque Martínez, su gestor, realiza eventos en diferentes puntos del este. “Yo me encuentro en un momento emergente de mi carrera y decido trabajar con artistas que estén en el mismo momento, para que no exista una asimetría en cuanto a experiencia, influencia o en los modos, porque quizás artistas que están trabajando hace veinte años podrían tener diferencias de formas de trabajo a las que yo exploro, por mi falta de experiencia”.
Con el nombre de su galería, Martínez dice que buscó hacer un juego de palabras con referencia a las Guerrilla Girls y a que cuando empezó no tenía espacio por lo que tuvo que usar técnicas de guerrilla para vender: armaba una muestra en un espacio que no era de galería y después lo desarmaba y se iba.
También, se podría decir que el proyecto tiene cierto espíritu de subversión, en cuanto es una galería contraria al cubo cuadrado de la galería icónica que todos imaginamos. Sus espacios de exposición son el vagón, las cantinas, las paredes de las ruinas.
“Mi propuesta no es artística, sino de los modos de trabajar el medio de las artes visuales, rompiendo con lo establecido y buscando ser creativo al pensar cómo comercializar arte. Se trata de romper todo pero entendiendo que hay una tradición muy grande de lo que es ser galerista, respetando el oficio, pero tratando de innovar, buscando un equilibrio entre lo que hay que mantener y qué cosas romper”, dice Martínez.
El vagón, con sus luces puntuales sobre las obras, integra una instalación donde Lacroze dejó sobre una mesa frascos con papeles que emanan colores, un pizarrón con dibujos botánicos, los nombres de las partes de las plantas y fotografías de las plantas y flores que encontró en esos 50 centímetros de flora en una calle montevideana. Su muestra y el vagón son una prueba más de que el arte emergente no es un capricho sino resultado de investigación académica, de vinculaciones internacionales y de un gran trabajo invisible, tan constante y fuerte como la sobrevivencia de una flor en la vereda de una gran ciudad.