Hollywood está en un período de reinvención. La pandemia de coronavirus solamente aceleró el crecimiento de las plataformas de streaming, que acostumbraron a las personas a (entre otras cosas) mirar películas desde la comodidad/tranquilidad de su hogar. Pero la experiencia cinematográfica no pretende darse por vencida y la cartelera va reflejando el pensamiento de los ejecutivos.
Los tanques, esas películas que cuestan cientos de millones de dólares por su magnitud, el talento actoral involucrado y la posproducción, no van a moverse de las salas de cine. No hay fidelización de la clientela que logre reembolsar esas cifras, por más que Netflix quiera engañarnos. Los superhéroes, los rebeldes de una galaxia muy lejana y las familias de automovilistas delirantes seguirán llegando para nuestro disfrute popero (pochoclero siempre me suena ajeno).
Donde está más complejo el asunto es en las películas de presupuesto pequeño. Entre ellas, hay un género que continúa resistiendo y a veces, entre estreno de Marvel y estreno de Marvel, parece copar la cartelera: el cine de terror. Su prevalencia no significa que los ejecutivos realmente estén enamorados de esta clase de cintas, sino que continúan siendo rentables. Cada año suelen estrenarse un par de títulos que recuperan varias veces la inversión, en especial porque no son producciones particularmente costosas y están hechas para experimentarse en grupo.
De todas maneras, me gustaría aclarar que M3gan, dirigida por Gerard Johnstone con base en una historia de Akela Cooper y James Wan, no es una de esas películas que te obligan a dejar la luz encendida en el living al volver del cine. Es más, tiene bastantes elementos de comedia y ciertas características de película que podría haberse estrenado en los años 80. Claro que hay muertes, momentos que te hacen saltar del asiento y una villana que se une a la colección de muñecos asesinos (como Chucky o Anabelle), pero todo dentro de una historia muy entretenida acerca de nuestra relación con la tecnología.
El tono de la historia queda marcado en los primeros minutos. Primero, una publicidad de juguetes inmortales que tiene mucho de aquellas piezas que salpicaban RoboCop (Paul Verhoeven, 1987), y que no será la última referencia a esa gloriosa cinta. Las risas dan paso a una escena de conducción en malas condiciones meteorológicas, que determina que la pequeña Cady (Violet McGraw) quede a cargo de su tía Gemma (Allison Williams).
Convenientemente, Gemma trabaja en una compañía de juguetes y se encuentra desarrollando el siguiente paso en muñecos electrónicos para la infancia: una muñeca llamada M3gan, cuya inteligencia artificial le permitirá adaptarse a las necesidades del niño o la niña que la reciba. Si estuvieron leyendo sobre inteligencia artificial o si vieron algunas de las cientos de historias con moraleja al respecto, sabrán que nada bueno saldrá de eso. Por suerte, porque estamos ante una película de terror.
Cady será la conejilla de indias perfecta para M3gan, dada su reciente pérdida. Y cuando las primeras pruebas den buenos resultados, no habrá tiempo para pensar si aquello es o no es una buena idea; los inversionistas necesitan cerrar el año con buenos números y, vamos, que si no lo hace esa empresa (hermosamente bautizada Funki) lo hará la competencia.
M3gan (la película) no tiene grandes sorpresas. Si prestamos atención a la historia podremos hacer predicciones inmediatas o incluso habrá pistas de acontecimientos futuros (esa manguera del comienzo recibe demasiada atención). Ya sabemos que la muñeca va a cobrar vida propia y que los cadáveres empezarán a apilarse. Eso no hace a la película menos entretenida, y de hecho nos permite disfrutar de la trama sin preocuparnos por giros innecesarios.
Y tiene una diferencia fundamental con parientes famosos como Chucky: aquí el muñeco se ensaña con aquellos que ponen en peligro a la niña, como una suerte de “protector letal” al mejor estilo de Venom, el antihéroe que durante los años 90 le peleó en popularidad al mismísimo Hombre Araña. Es simpático ver cómo los antagonistas de Cady muerden el polvo, aunque sabemos (no es sorpresa) que la vara seguirá bajando y que cualquiera podría ser considerado una amenaza por la muñecota.
Hablando de ella, su diseño la ubica (seguramente adrede) en el famoso uncanny valley de aquellas cosas que provocan incomodidad por no ser del todo humanas. En su caso, los ojos sensiblemente más grandes recuerdan a los de Alita en Battle Angel: la última guerrera, y las cejas demasiado quietas completan el panorama siniestro. Todo eso mucho antes de verla bailar o correr en cuatro patas, cosas que multiplican esa sensación hasta el infinito.
Con pinceladas de Jurassic Park –sobre todo por aquello de jugar a ser Dios motivados por el capitalismo salvaje–, mantos de duda sobre la domótica y lecciones acerca de la crianza de los niños que no llegan a sonar como sermones, la película tiene suficientes risas y muertes como para garantizar el buen momento.
M3gan, dirigida por Gerard Johnstone. Estados Unidos, 2023. Con Allison Williams, Violet McGraw, Ronny Chieng, Amie Donald, Brian Jordan Álvarez, Arlo Green. En varias salas.